lunes Ť 29 Ť octubre Ť 2001

Armando Labra M.

Metástasis política; charol, charolazo

Hace varios artículos escribí que ya no valía pena distraernos con el discurso presidencial y que más valía fijarnos en los aconteceres reales de la política y la economía del país. Se ha dicho que el presidente de Argentina, el señor Menem, solía inventar todo tipo de despropósitos y frivolidades para malévolamente lanzar los reflectores a lo inocuo y poder pertrechar sus entuertos en santa paz. No parece haber tanta malicia en nuestro caso; sin embargo, frivolidades y realidad toman cursos clara y francamente distintos, perceptibles para cada vez más mexicanos... y para el mundo entero.

No sé si se llevó al cabo en contraconcierto del insólito evento del 21 de octubre en el Castillo de Chapultepec. Corrió la especie de que se organizaría, en las inmediaciones del castillo -abajo, por supuesto- un contraconcierto bajo el lema Fuimos México, dedicado a recaudar dineros para los ricos -son ya tan pocos- y enviar un cheque a los del festejo de arriba. El costo de la mesa sería de diez pesos, a peso por cabeza, y las aportaciones serían estrictamente no deducibles de impuestos. El cantante sería el legislador Salgado Macedonio y el menú, garnachas y sopes.

En el frenesí de los dislates sinfín de la gira presidencial, la aparición de la familia de Los Pinos en la aristocratizante revista española šHola!, los zipizapes entre el gabinetazo durante el reciente periplo internacional del ridículo, que tanto y tan eficazmente desacreditó a México como país y como gobierno en tan poco tiempo, todo puede suceder. Sobre todo en el espacio que ocupan las frivolidades dentro de la diversión nacional, que bien podría llamarse Circo sin pan o Del charolazo priísta al charol foxista. Usted dirá...

Lamentablemente, en el tiempo y espacio de la realidad no hay circo sin pan ni charol que signifiquen. Importa, en cambio, el vacío de poder que no alcanzan a llenar el gabinetazo, sus coordinadores o su titular. Lo ilustra el desmanejo de la reforma fiscal, ampulosamente bautizada como nueva hacienda pública, que se encuentra empantanada y reducida al cobro de unos cuantos impuestos, que en nada resuelven las necesidades de financiamiento gubernamental. Aun en su máxima expresión recaudatoria, la carga tributaria pasaría de 11 a 13 por ciento del PIB, requiriéndose niveles superiores a 20 por ciento.

Es claro que la sociedad no quiere pagar más impuestos cuando se ignora el destino que se dará al dinero; cuando hoy de hecho no se logra ejercer el presupuesto aprobado y cuando es claro que habiendo una ridícula recaudación y altas tasas de impuestos, existe una pésima administración tributaria que ni siquiera se plantea corregir.

Y si los diputados vieran la castración de facultades que les impone la propuesta presupuestal del Ejecutivo. No veo cómo habrían de aprobar que se les quite la encomienda constitucional de iniciar leyes en la materia, por ejemplo.

Habiendo una crisis generalizada de la economía mundial, nuestros vecinos ya se aplican a reducir impuestos y gastar en lo que sea, incluyendo una guerra, con tal de superar la recesión. Aquí se persiste en una política antinflacionaria no sólo cuando ya no hay inflación, sino que el problema es lo contrario: una economía en recesión que reclama más gasto, menos impuestos y, desde luego, algo de talento y oficio en materia económica, aunque sea poquito.

De no ser superada oportunamente y con mediana suficiencia, la ineptitud económica tendrá efectos políticos letales. No sólo entrarán en mayor descrédito el señor Fox, el PAN como instancia de cambio y la noción misma de la alternancia, sino algo mucho más delicado: la posibilidad misma de sustentar económicamente cualquier vía hacia la democracia mexicana. Y es que ninguna democracia prospera mientras predomina la miseria, la cual no menguará mientras la política económica genere la pobreza de quienes no eran pobres y el empobrecimiento de quienes ya lo son. A dos años de las elecciones intermedias, el tema es sustantivo.

No sólo se ha pasado de la ilusión a la preocupación, como recién dijo el panista Bravo Mena en un ejercicio de autocrítica brutal, sino a una encrucijada aún más complicada: la no asunción del poder, al vacío político, al desgobierno y al comienzo de la ingobernabilidad, marcada dramáticamente en el ominoso asesinato de Digna Ochoa.

En la compleja situación actual, la falta de sustentación económica provocará sin duda una metástasis en la política, frente a lo cual bien haríamos en anticipar vísperas, razonar el porvenir, y poner la revista šHola! y demás frivolario del pinar donde corresponde.