Ť Premia la UNESCO al investigador de la UNAM por sus contribuciones a la ciencia
En el extranjero, el destino de innovaciones científicas mexicanas, afirma Baltasar Mena
KARINA AVILES
Hace no mucho, entre gritos y mentadas, interpretaba para la raza del Chopo una de sus rolas preferidas. Apenas hace 10 días, en el ambiente solemne del foro de las Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), Baltasar Mena, roquero de corazón, científico de profesión, recibió el premio mayor que otorga ese organismo en reconocimiento a sus contribuciones a la ciencia.
Baltasar Mena, creador del silo solar hexagonal, nuevo sistema para mejorar el almacenamiento y la distribución de granos -que de aplicarse en el país permitiría un ahorro hasta de 900 millones de dólares anuales-, expresa que el destino de las innovaciones científicas mexicanas está, en todos los casos, en el extranjero. Y si no, dice, se quedan como mero "ejercicio académico". Es más, afirma que si un hombre o una mujer de ciencia quiere ver en la práctica su innovación, tendría que dejar de ser científico para convertirse en agente de ventas o en empresario.
En este país "la empresa siempre ha estado cobijada por permisos gubernamentales de importación y no ha visto la necesidad de hacer y crear su propia tecnología", subraya. Y de paso da una lección: "Las empresas del hoy, hoy, hoy, no son las empresas del mañana".
En su cubículo del Instituto de Investigaciones en Materiales de la UNAM, Baltasar sostiene una charla con La Jornada, en la que habla de su vida como científico y su pasión por el rock.
"Gracias al rock and roll llega uno a la escena científica." Considera que es menos estresante exponer un trabajo de investigación ante 150 personas que tocar para mil o 2 mil espectadores.
A los 15 años se inició como roquero. Un año después ya tenía grabado su primer disco. Muy joven, a los 21 años, terminó la carrera de Ingeniería, pero "colgué el título y me fui de rocanrolero dos años. Como no éramos Los Beatles decidí que la segunda opción, si no quería trabajar nunca para un patrón ni en algo que no me gustara, era la academia".
Y así fue. En el mundo académico pronto comenzó a ver los frutos. Después de estudiar una maestría y un doctorado en universidades de Francia y de Estados Unidos, se convirtió en el investigador más joven -35 años- del instituto en obtener la más alta categoría otorgada por la UNAM.
Con numerosos reconocimientos nacionales e internacionales -entre otros, Premio Nacional de Ciencias y Artes-, Baltasar dice que los premios son "buenos para el ego. Algunos tienen estímulos económicos".
En forma bromista, cuenta el destino de los dólares que recibió por el Premio de Ciencias de la UNESCO 2001: "Varios miles deben de estar en Perisur" y otros tantos se fueron en la invitación que hizo a sus familiares para que lo acompañaran a París, Francia, a recibir la presea.
Respecto al desarrollo científico en México, expresa: "Aquí la empresa ha estado siempre cobijada por permisos gubernamentales de importación y no ha visto la necesidad de hacer y crear su propia tecnología".
Sin embargo, precisa que con la apertura comercial hay "prisa por tener tecnología" del país, cuando esto no se hace de la noche a la mañana. Resulta difícil emprender aquí una tarea de ese tipo, porque el empresario no está educado tecnológicamente y es complicado convencerlo de cambiar los sistemas que usa tradicionalmente por los nuevos desarrollos.
"Un error tremendo, que imagino el Conacyt lo querrá corregir rápidamente, es el de la difusión. Es urgente decir al público en general y a las empresas lo que se está haciendo en las universidades y las innovaciones tecnológicas que hay. Si yo hubiera hecho el silo en una universidad de Estados Unidos, a los tres días llega una empresa constructora de silos diciendo que le interesa. Aquí no. ¡Aquí ni lo saben!"
Baltasar reitera las propuestas que han realizado los miembros de la comunidad científica para modificar la situación de la ciencia y la tecnología mexicana: es necesario que la empresa esté dispuesta a invertir en el campo, y para ello se requieren mecanismos gubernamentales bien organizados que actualmente no hay. Por ejemplo, el dinero que una empresa gaste en ciencia y tecnología podría quedar libre de impuestos o hacer un pago mínimo.
"Si Pemex invirtiera una cantidad sustancial para el desarrollo de tecnología, otro gallo cantaría. La pregunta es si le interesa o no. Pemex no ha creado nueva tecnología, a pesar de ser una de las empresas más importantes del mundo. Pero esto implica mucha inversión y tiempo. No, ellos están con que hoy, hoy me interesa explotar. Entonces, las empresas del hoy, hoy, hoy no son las empresas del mañana."