José Agustín Ortiz Pinchetti
No al aeropuerto en Texcoco. Los porqués
El autor es secretario de Gobierno del Distrito Federal. A partir de esta entrega analizará algunos de los grandes temas de la vida capitalina.
La decisión del gobierno federal de construir un nuevo y enorme aeropuerto en la región de Texcoco, al oriente de la cuenca de México, y desmantelar el actual ha producido una viva polémica que da oportunidad de repensar el origen y el destino de la capital y los cambios que está viviendo, con gran aceleración, nuestra vida pública.
Hay que reconocer que la capacidad y dimensión del aeropuerto actual no son suficientes. Tiene una antigüedad de 52 años y, para este momento, el espacio aéreo y las pistas padecen de congestionamiento, ya que lleva a cabo cerca de 800 operaciones al día y tiene en promedio un crecimiento de 6 por ciento. El director de Aeronáutica Civil ha considerado que, bajo las condiciones actuales, no podrá operar más allá de 2005.
El problema tiene que enfrentarse: podría restructurarse y/o ampliarse el actual aeropuerto (los costosos proyectos elaborados con este fin se han evaporado), o bien podría pensarse en construir la terminal en otra región para favorecer un nuevo polo que equilibre la deformante urbanización de la cuenca. Los expertos afirman que un aeropuerto sirve más para determinar el crecimiento de las ciudades que para subir y bajar aviones.
El gobierno, al elegir Texcoco y eliminar el actual aeropuerto, ha despertado una tremenda resistencia. El Gobierno de la ciudad, el Poder Legislativo, todos los partidos políticos ?incluso el PAN?, innumerables grupos, los campesinos afectados directamente y una mayoría creciente de capitalinos nos oponemos.
¿Por qué nos oponemos? 1) Nos oponemos porque distorsiona el crecimiento de la ciudad al oriente, ya que constituye un detonador de nuevos asentamientos, los que por cercanía con el área metropolitana, dependerían de la limitada infraestructura con la que cuenta hoy la metrópoli. Por ejemplo, el déficit de agua potable se calcula en 3 mil litros por segundo en el Distrito Federal y entre 6 mil y 8 mil litros en el área conurbada. Las vialidades se verían muy afectadas y costaría miles de millones su reorganización.
2) Nos oponemos porque pone fin a la vocación lacustre de la zona y atenta contra el medio ambiente. Allí se localizan diferentes cuerpos de agua en los que abundan especies de gran importancia biológica y es una zona que permite la recarga de mantos acuíferos.
Desde 1971 se emprendieron obras de regeneración del ex vaso con una gran inversión como plantas de tratamiento, presas de control de azolve, recuperación del lago Nabor Carrillo, regeneración de pastizales, siembra de árboles para evitar tolvaneras y recuperación de especies animales. Hoy, es una zona de alta productividad agrícola y piscícola. La Comisión Metropolitana de Asentamientos Humanos en el Programa de Ordenación de la Zona Metropolitana del Valle de México la señaló, en 1998, como una zona no urbanizable.
3) Nos oponemos porque allí existe una infraestructura hidráulica que evita las inundaciones del valle. Los vasos reguladores y los ríos La Compañía y Churubusco sirven para ello y la obra anularía la capacidad para regular los escurrimientos generados por las intensas lluvias del valle de México que, con frecuencia, saturan la capacidad del desalojo del Gran Canal del Desagüe, del interceptor-emisor del poniente y del Sistema de Drenaje Profundo
4) Nos oponemos porque se pierden 3 mil millones de dólares al desmantelar el actual aeropuerto y porque su principal argumento, la cercanía y la comodidad de los usuarios, no es suficiente. El servicio de la terminal aérea se brinda a un sector minoritario, posiblemente entre 2 y 3 por ciento de la población, mientras que el proyecto de Texcoco dañaría gravemente la calidad de vida de nueve millones de capitalinos y otros 12 millones de mexicanos que viven en la cuenca.
En la época prehispánica el agua era aliada de la civilización asentada en la cuenca y más tarde, en la época de la Colonia, se luchó contra ella, pero varias inundaciones, especialmente la de 1629 (que mantuvo bajo las aguas a la capital durante seis años), mostró la vocación de esta región lacustre. Ha sido un sueño reconciliarnos con el agua y recuperarla como aliada. Restaurar los lagos y ensamblarlos con las estructuras urbanas no es imposible, pero lo será si el aeropuerto la bloquea.
Existen otras 14 razones para que las autoridades y la comunidad se opongan al proyecto. La brevedad de este espacio impide extenderme.
Para terminar vale la pena destacar que este episodio demuestra dramáticamente cómo, en cuestión de meses, ha cambiado la cultura política. Ya no hay la desesperación silenciosa. La gente resiste, reclama, se organiza y las autoridades hoy se legitiman defendiendo a la ciudad. El Poder Judicial empieza a jugar el papel que le correspondía según la letra de la ley, papel que la práctica traicionaba sistemáticamente. Lo más notable es que los políticos en litigio confían hoy en las leyes y en los jueces de modo sorprendentemente moderno.