domingo Ť 28 Ť octubre Ť 2001

Guillermo Almeyra

La golondrinota pacifista

Es cierto que "una golondrina no hace verano", pero en este caso se trata nada menos que de 250 mil "golondrinas" pacifistas que, al marchar de Perusa a Asís (Italia) por decenas de kilómetros, constituyen una "golondrinota" que no se puede ignorar y que parece presagiar, en pleno invierno belicista y fundamentalista, tiempos mejores.

Lo más importante de la marcha pacifista Perusa-Asís (cerca de 20 kilómetros de zona colinosa) no fue tanto su carácter masivo, que la convirtió en la manifestación pacifista europea más numerosa desde la Segunda Guerra Mundial. Fue, sobre todo, su carácter plural, ya que en ella participaron desde los franciscanos, sus organizadores -que así se diferenciaron de los cruzados de Bush, del Opus Dei o no, que están en el Vaticano y en el obispado estadunidense-, hasta musulmanes emigrados, militantes de Refundación Comunista, simpatizantes y cuadros locales de los Verdes y del Partido de los Demócratas de Izquierda o del Partido Comunista de Italia (los tres últimos de centroizquierda) y millares de miembros de organizaciones civiles y grupos cristianos progresistas.

En realidad, el peso numérico y cultural del asociacionismo católico progresista fue enorme, lo cual demuestra que el fundamentalismo de los cruzados modernos choca contra los dos grandes filones de la cultura histórica italiana: el humanismo cristiano y el laico y socialista, la solidaridad y el espíritu de comunidad humana presente en la interpretación popular del catolicismo, y el internacionalismo solidario de anarquistas, socialistas, comunistas.

La cruzada de Bush y de la extrema derecha fundamentalista estadunidense, con su visión del combate entre el bien y el mal, pisotea hoy no sólo la razón, las conquistas del Siglo de las Luces, la visión de la política como negociación y diálogo, el concepto de ciudadanía unido al de Estado, sino que también se opone violentamente a la religiosidad cristiana que defiende la paz, combate la injusticia, justifica la rebelión contra la misma, se opone al hedonismo y al egoísmo, practica la caridad.

Esta mezcla de liberalismo sincero, de socialismo humanitario, de cristianismo social no es una característica sólo italiana, aunque en Italia, por razones históricas, sea muy fuerte. Existe también en la historia de Estados Unidos, en la democracia popular que cimentó el país, en la cultura religiosa sincera de las iglesias de los oprimidos y de los discriminados (sean éstos negros, latinos o de origen europeo, incluyendo a los judíos antisionistas, ortodoxos o liberales). Eso lo comprobarán Bush y su camarilla ilegítima que gobiernan un país que, transitoriamente, ha naufragado en el chauvinismo, la xenofobia, el patrioterismo histérico y el belicismo engendrado por el gran miedo pero que tiene recursos culturales y humanos muy ricos, que el voto contra la guerra de la diputada Barbara Lee, mujer, negra y representante de Berkeley y Oakland, refleja muy claramente.

La marcha Perusa-Asís es la continuación de la gigantesca marcha en Génova de 300 mil personas contra la política del capital financiero y el G-8 y contra las medidas fascistas de la policía y del gobierno italiano para reprimir esa protesta. El Global Social Forum tiene la misma composición cultural y política de la marcha hacia las basílicas franciscanas, promotoras de paz y de justicia social cristiana en plena Zona Roja (Umbria tiene mayoría comunista).

Entre Génova y esa marcha hubo manifestaciones de decenas de miles de personas en Nápoles, en Roma, en Turín y de miles en muchas otras ciudades menores. En todas ellas desfilaron contingentes sindicales numerosos y combativos, que unieron la batalla contra la guerra del capital contra el trabajo al combate contra la guerra imperialista apoyada incondicionalmente por el gobierno de los ultraconservadores fundamentalistas cristianos dirigidos por Silvio Berlusconi y los fascistas de Gianfranco Fini, el "nacionalista" xenófobo que pone a Italia como felpudo estadunidense y, al mismo tiempo, propone acabar con los contratos colectivos de trabajo.

La lucha contra la guerra del fundamentalismo y el terrorismo de Estado contra el fundamentalismo y el terrorismo de "iniciativa privada" fomentado por los primeros se convertirá así en un elemento fundamental en la politización y la organización de la protesta social, a escala nacional, y en poderoso factor de unión entre movimientos mundiales dispersos y, por consiguiente, de internacionalismo. El pluralismo potenciará la unidad, sin aplastar las diferencias religiosas o culturales; al mismo tiempo, contra los antidemocráticos (ambos fundamentalismos lo son), ese pluralismo legitima la lucha contra el poder y su violencia y educará a vastos sectores en la democracia. Apostar a su desarrollo por eso no es sólo realista: es también un acto indispensable de voluntad y de dignidad, porque sin lucha no se podrá frenar la barbarie.

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