DOMINGO Ť 28 Ť OCTUBRE Ť 2001

Antonio Gershenson

Electricidad, gas y planeación

Uno de los puntos a discusión en materia de industria eléctrica es la apertura a un mercado supuestamente libre. Hemos dicho que los mecanismos de mercado en este sector deben aprovecharse, pero en el marco de una planeación a largo plazo, necesaria en una industria que requiere inversiones de este tipo. En países y regiones que han dejado que el mercado determine precios e inversiones, el resultado ha sido un comportamiento cíclico que incluye la temporada de la escasez y de los apagones.

Ahora nos ocupamos de otro aspecto: la necesaria diversificación de las fuentes de energía, sólo alcanzable programando, por lo menos, una parte de las nuevas plantas a ser construidas conforme a criterios válidos en el largo plazo. Hemos visto claramente que el abuso del gas natural -que no nos alcanza- en las plantas eléctricas aumenta seriamente la dependencia del exterior, en un producto estratégico y vital para la economía del país. Hace unas semanas el secretario de Energía, Ernesto Martens, dijo que ya importamos 30 por ciento del gas natural que consumimos. Hace unos años éramos autosuficientes.

El gas natural tiene ventajas: es menos contaminante que los combustibles líquidos que sustituye. Generalmente ha sido más barato que varios de éstos, y es más eficiente el aprovechamiento de su energía. Pero si abusamos de él, cuando el problema ambiental que produce se puede resolver con equipo anticontaminante en las salidas de las plantas convencionales y cuando tenemos recursos, esos sí limpios, desaprovechados de energía renovable (agua, viento, calor del subsuelo), eso ya es otra cosa.

Además de las consideraciones generales, por el hecho de estar en América del norte, donde están sólo 5 por ciento de las reservas mundiales pero debido al gran consumo en Estados Unidos, tenemos 25 por ciento de la demanda mundial. Así, es claro que tenemos una desventaja adicional. No sólo nos estamos convirtiendo sin necesidad en importadores, sino que debemos comprar de un mercado relativamente débil como el de América del norte.

En contraste, Europa tiene acceso -por gasoducto- a las regiones en las que se encuentran 80 por ciento de las reservas mundiales de gas: Siberia y el mar Caspio, en la ex URSS; Golfo Pérsico; norte de Africa y, en Europa, Mar del Norte. Esta diferencia se reflejó en la evolución de los precios en los últimos años. El punto máximo del ciclo de precios en América del norte -en la década pasada se registró en 92-93 y 96-97- fue en 2000 y principios de 2001, siendo el año anterior el periodo de gas más caro, por coincidir con un ciclo de precios relativamente altos del petróleo.

Podemos comparar los precios promedio de cada año en dólares por millón de kilocalorías en México, Estados Unidos y Reino Unido, que abarca Inglaterra e Irlanda del Norte, y al que abreviadamente nos referiremos como RU. Normalmente el precio más alto estaba en el RU y, en general, en Europa. Pero mientras el precio en América del norte subía, en Europa bajaba a medida que iban entrando en operación los gasoductos provenientes de las regiones con gas más barato y abundante.

En 1995 el precio promedio en México era de 6.16 dólares, en Estados Unidos de 7.68 y en el RU de 11.80 dólares. Luego de algunas fluctuaciones en 1998 estos precios, en el mismo orden, eran de 8.14, 9.43 y 12.63 dólares, pero en 1999 el precio en Inglaterra y Norirlanda bajó a 11.54, mientras en México subía a 8.83 y en EU a 10.08. En 2000 ya es menor el precio en el RU: 10.40 dólares. Mientras tanto, en América del norte se disparaba. En México alcanzó los 15 dólares y en Estados Unidos llegó a 16.87.

Tomando el conjunto de los países europeos miembros de la OCDE, el precio promedio del gas natural suministrado a toda la industria subió desde 1995 hasta 2000 en 10.3 por ciento. En cambio, en Estados Unidos el aumento fue de 56.3 por ciento.

No hay, al menos por ahora, una fuente de energía única. Cada una tiene ventajas y desventajas, y debe usarse donde más ventajas proporcione. Esta diversificación, que choca con los concursos que se siguen haciendo para puras plantas de gas natural, es uno de los elementos importantes de la política energética, que entre sus objetivos debe incluir la autosuficiencia energética de nuestro país.