DOMINGO Ť 28 Ť OCTUBRE Ť 2001

Jenaro Villamil

Fox-Digna: lo efímero y lo sustancial

Hace poco más de una semana la agenda informativa nacional, opacada por los bombardeos duraderos a Afganistán y la sicosis generalizada en Estados Unidos, estaba reducida al imperio de lo efímero: las botas de charol presidenciales; la audiencia en dupla o individual con el papa Juan Pablo II; los dislates y deslices del mandatario, agudizados por la encargada de las instituciones de cultura y del buen decir; las constantes declaraciones que se desmienten o se contraponen de acuerdo con los interlocutores y a las circunstancias, aun cuando generen severos problemas diplomáticos, como con el caso de la lucha contra el terrorismo; las historias rosas del matrimonio Fox-Sahagún en las revistas internacionales dedicadas a la vanidad, al culto a la personalidad, a las modas, y el oropel de un concierto en el Castillo de Chapultepec entre ricos para ayudar a los pobres. Bienvenidos al mundo de la beneficiencia pública.

En medio de este ruido se comete un crimen que ya domina la agenda informativa nacional y es muy probable que se expanda a la agenda política de una transición incompleta y sin hechos sustanciales. El asesinato de Digna Ochoa y Plácido ocurrió en medio de una declaración desafortunada del Presidente en Asia: justo cuando éste presumía entre sus homólogos que en México se ha producido un avance sustancial en materia de derechos humanos y que el tema de Chiapas "ya no importa" en la agenda con los europeos, en la ciudad de México ajusticiaban a una abogada que desde dos años atrás había recibido amenazas de muerte por defender los casos más polémicos de tortura y violaciones a los derechos humanos que dañaban la imagen de poderosas instituciones estatales.

Los proyectiles que mataron a Digna también le asestaron el peor golpe de imagen al gobierno de Vicente Fox. Por si fuera poco, durante esta semana los medios impresos han informado de severas contradicciones entre la Procuraduría General de la República y la Secretaría de Relaciones Exteriores, dependencias que, al parecer, por una cuestión "de imagen" solicitaron en la víspera de la visita presidencial a Estados Unidos, en mayo de este año, que se suspendieran las medidas precautorias y la vigilancia especial que tenía Digna Ochoa a solicitud del Centro Miguel Agustín Pro y de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.

El crimen ha revelado el otro rostro de una transición que tiene poco que ver con el marketing y con los discursos triunfalistas, y más con una realidad que no se ha modificado: la persistencia de grupos que operan con alto grado de impunidad y que intimidan a todos aquellos activistas o defensores de los derechos humanos que defiendan a quienes no tienen cabida en el spot interminable de la democracia "hoy", "ya", en el paraíso efímero de un país que ingresa a las "grandes ligas" de la comunidad internacional, pero que no ha salido de sus propios sótanos de miseria, autoritarismo y represión.

Por si fuera poco, el clima de violencia en entidades como Guerrero y Chiapas se incrementa, sin que el gobierno federal tome cartas en el asunto por cuestión "de imagen" o de intereses innombrables.

El asesinato de Digna también representa un crudo impacto para los propios medios de comunicación e información mexicanos. Los grandes medios masivos -la televisión, especialmente- se concentraron durante casi dos semanas en las versiones de un brote de ántrax en México y en el mundo entero, sin guardar una distancia mínima entre la saturación y la sicosis de los medios y agencias estadunidenses y la agenda nacional. Ahora los principales noticiarios y programas de debate han tomado el caso de Digna Ochoa, redescubriendo que en nuestro propio territorio se libra desde hace años una guerra sorda, implacable entre grupos de ecologistas y campesinos sin recursos y los aparatos de seguridad, militares y paramilitares.

La red nacional Todos los Derechos para Todos informa que como en el caso de Digna Ochoa existen otras 23 amenazas de muerte contra sus dirigentes, cuatro secuestros -incluido el de la propia Digna en 1999-, dos intentos de homicidio y ocho allanamientos a oficinas y domicilios (La Jornada, 27 de octubre de 2001). Hace una semana la visitadora de Amnistía Internacional en México, Alejandra Sarré, informó que en los últimos cinco años se tienen registrados más de 240 crímenes por homofobia, y tan sólo en este año se han contabilizado más de seis. En Chiapas el clima de violencia y hostigamiento contra los comunidades se incrementa, y los reportes de desplazamientos de comunidades enteras se ocultan para no afectar la promoción de un conflicto que alguien prometió resolver en "15 minutos".

Estos casos revelan lo sustancial de un cambio político que no se ha dado, y de una agenda informativa que crece en la medida que la propaganda y los spots presidenciales se desvanecen a casi un año de falta de resultados y de hechos.

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