viernes Ť 26 Ť octubre Ť 2001
Jorge Camil
ƑChoque de civilizaciones?
Al cumplirse el primer mes de la tragedia la ciudad dejó de buscar a sus muertos: imposible encontrarlos evaporados por el fuego infernal o pulverizados bajo hierros retorcidos y toneladas de cemento. 7 mil "desaparecidos" y sólo 300 "identificados" revelan la medida de la tragedia. Para Rudi Giuliani, el alcalde de la ciudad devastada, el World Trade Center es quizá la fosa común más grande de la historia.
En medio del terror provocado por la proliferación de ataques bacteriológicos el país celebró decenas de memoriales para los caídos: policías, voluntarios, bomberos: todos convertidos en héroes populares. El patriotismo, henchido como nunca desde la Segunda Guerra Mundial, está a punto de reventar las costuras de la fibra social (los colores patrios ondean por doquier y una importante cadena de tintorerías devuelve la ropa en bolsas de plástico estampadas con la enorme bandera de las barras y las estrellas). Muchas de las víctimas documentaron el dramatismo de las últimas horas utilizando teléfonos celulares para dejar recados en contestadoras automáticas: "amor, nuestro piso está lleno de humo negro, no podemos respirar. Sé que voy a morir en unos minutos. Te quiero". Nadie se imaginaba aún el derrumbe de los dos rascacielos de 110 pisos de altura.) Barbara Olson, conocida penalista y esposa del procurador general de Estados Unidos, informó a su marido con singular sangre fría desde uno de los aviones secuestrados: "han degollado a miembros de la tripulación con exactos para cortar cajas de cartón: amenazan con estrellarnos contra un edificio conocido" (el Pentágono).
En medio de un conflicto desconcertante, el polémico ensayo de Samuel Huntington: The clash of civilizatious? vuelve a ser objeto de análisis para quienes estudian las causas del inusitado ataque a las Torres Gemelas. Ahora es Edward Said (La Jornada, 10/10/01), el distinguido intelectual palestino, profesor de la Universidad de Columbia, quien arremete contra Huntington por la simplificación de las conclusiones expresadas en el ensayo publicado en el verano de 1993, Foreign Affairs. Sin embargo, cómo negar la puntual predicción del politólogo harvardiano, para quien el mundo moderno se fue forjando entre discordias cada vez más complicadas: los codiciosos príncipes feudales, en busca de nuevos territorios, dieron paso a conflictos armados provocados por la ali-neación geopolítica de los stados nacionales. Después habrían de venir las luchas ideológicas (comunismo vs capitalismo) que dominaron el mundo durante la guerra fría. Ahora, concluyó Huntington con la seguridad de quienes po-seen la proverbial bola de cristal, vendrá el "choque de civilizaciones", especialmente entre el Islam y el mundo occidental. A sus predicciones se suman ahora las conclusiones de los politólogos de café: el conflicto es consecuencia de la postura de Estados Unidos y provocado por la tragedia del destierro palestino; es culpa de la globalización, del militarismo de Ariel Sharon o de la ignorancia de George W. Bush...
Pero todas esas interpretaciones se desmoronan frente al fundamentalismo que pretende regresar al régimen inhumano de la ley sharia (la más inflexible expresión de la ley islámica que es como volver al "estado natural" descrito por Thomas Hobbes, donde el hombre, convertido en "lobo del hombre", destruye los valores que permiten la vida en sociedad).
Es necesario reconocer que más allá del odio gratuito a Estados Unidos, ganado a base de largos años de ejercer una política exterior selectiva, y más allá de la condena inmediata a las perversidades de la globalización y de la economía de mercado, el mundo no puede permitir la destrucción de obras de arte milenarias, el ataque diabólico contra edificios que albergan a miles de civiles y el terror de la guerra bacteriológica, a manos de una partida de lunáticos protegidos por el régimen talibán y financiados por el capital inextinguible de Irak y Arabia Saudita (este último para sostener una monarquía tambaleante y sumida en la corrupción).
El mullah Mohamed Omar, envuelto en la capa del profeta y esgrimiendo una falsa bandera del Islam, tomó posesión del incipiente movimiento talibán en 1996 frente a una multitud delirante que lo proclamó "comandante de los fieles", y acto seguido prohibió a las mujeres estudiar o trabajar fuera de casa y eliminó la televisión, el cine, la música y la práctica de casi todos los deportes. Con increíble hipocresía, su régimen castiga con la muerte el homosexualismo y el adulterio, mientras fomenta el tráfico de drogas y el terrorismo internacional.
Frente al arte exquisito que dejó la dominación árabe en el sur de España, la conservación de las obras maestras de los filósofos griegos y el desarrollo de las matemáticas avanzadas, Ƒquién podría decir que Osama Bin Laden y su banda de asesinos representan la refinada cultura del Islam? Así que, Ƒchoque de "civilizaciones", profesor Huntington?