VIERNES Ť 26 Ť OCTUBRE Ť 2001

Martí Batres Guadarrama

Derechos humanos y política exterior

El primer gobierno surgido de la alternancia en México decidió enterrar la tradicional política exterior del país. Anunció una "nueva" política pero en realidad hizo suya la de Estados Unidos. Estamos ante un trance ideológico interesantísimo. Un país subdesarrollado, sin posibilidad ni voluntad guerrerista, asume la "filosofía" de una potencia intervencionista. Se trata de un fenómeno pleno de subordinación.

Históricamente Estados Unidos ha asociado su política exterior al intervencionismo. Y cuando decimos históricamente, estamos hablando de una práctica de šmás de 200 años! Esta política estadunidense se ha justificado con rostros doctrinarios diversos. Antaño era la "defensa" de América respecto de las posibles agresiones de otras naciones. En las últimas décadas, la "defensa" de los derechos humanos.

A su arbitrio, el gobierno de Estados Unidos bloquea económicamente a países, los aísla diplomáticamente, los estigmatiza mundialmente y hasta los interviene militarmente con el pretexto de que en ellos se violan los derechos humanos. Decide quién sí y quién no cumple con el respeto de tales derechos. Generalmente quienes padecen las consecuencias de sus decisiones son los Estados considerados adversarios a las políticas estadunidenses. Tal "evaluación" o "calificación" se convierte en un mecanismo de control político mundial. En Arabia Saudita, por ejemplo, se violan los derechos de las mujeres. No obstante ese es un país aliado de Estados Unidos y en consecuencia no recibe ninguna suerte de presión o recriminación por la existencia de tales prácticas.

El actual gobierno mexicano piensa que llegó la hora de abandonar la "vieja" idea de la autodeterminación y de la no intervención. En su lugar, en todos los espacios posibles, promociona las bondades de la democracia y el respeto de los derechos humanos.

La política internacional -considera el actual gobierno mexicano- ya no puede orientarse por la no intervención. México, dicen, ya es un país democrático y tiene que velar por la democracia y los derechos humanos en el mundo. Así, el gobierno mexicano busca alianzas con los "gobiernos democráticos"; quiere condenar a los "gobiernos no democráticos" y busca hacer de su modelo democrático un modelo universal.

En parte eso es lo que fue a decir el gobierno mexicano a Estados Unidos días antes del 11 de septiembre. El gobierno de Estados Unidos está encantado con la conversión de su socio comercial en su aliado internacional.

Pero no debemos olvidar que en Estados Unidos, supuesto guardián mundial de los derechos humanos, también se violan tales garantías. Minorías étnicas, minorías ideológicas y migrantes -principalmente mexicanos- ven violar sus derechos humanos en aquel territorio.

México parece caminar por la misma ruta. Su gobierno se volvió un súbito crítico, rigurosísimo crítico, del ejercicio de los derechos humanos en el mundo, especialmente en Cuba. šVaya coincidencia! Sin embargo, hoy en día con el nuevo gobierno que dice que "sí los respeta" y los predica por todo el mundo, en México se violan los derechos humanos.

Siguen los asesinatos de mujeres en Ciudad Juárez, persiste la discriminación contra los enfermos de sida en Yucatán o la persecución homofóbica en Jalisco. Hoy en día, permanecen presos el general Francisco Gallardo y los campesinos ecologistas de Guerrero. Hoy en día no sólo se violan los derechos humanos en México sino que además se asesina cobardemente a los defensores de los derechos humanos, como Digna Ochoa.

Y todo ello sin mencionar los temas pendientes, como la matanza del 68, los desaparecidos políticos y las matanzas de Acteal, Aguas Blancas, El Charco y El Bosque.

Nos parece que sería mejor que el gobierno mexicano desistiera de su "nueva" política internacional, fantasiosa y subordinada, inconsistente e hipócrita. Sería mejor que los derechos humanos, antes que pretender ser ejemplo de política exterior, se conviertan en una verdadera política interior.