VIERNES Ť 26 Ť OCTUBRE Ť 2001
Franco Carlini
La patente resiste al ántrax Ť
Litigan los administradores de las Twin Towers con la compañía aseguradora Swiss Re. La macabra discusión -que dará muchas ganancias a los abogados- busca responder a la siguiente pregunta: Ƒel ataque se trató de un desastre único o de dos eventos separados? Según la respuesta, hay 3.5 mil millones de dólares en juego. Y litigan (aunque no demasiado) los gobiernos norteamericanos y las empresas farmacéuticas por el asunto del Cipro, el antibiótico contra el ántrax bajo patente exclusiva de la Bayer hasta el 2003. El gobierno canadiense, para hacer frente a la emergencia, había decidido comprar una versión genérica de otra empresa, la Apotex, pero luego se inclinó por una decisión menos "destructiva", y confirmó entonces que la Bayer le viene muy bien como proveedor; así evitó ser denunciado. También en Estados Unidos, un senador demócrata había hecho una propuesta similar a la canadiense, pero ésta fue desechada. Las razones del business farmacéutico salieron airosas en medio de la emergencia sanitaria; las acciones en la bolsa gozan de buena salud (no es una novedad) y sobre todo, la apropiación de la invención bajo forma de patente exclusiva confirma la paradójica base de la era del conocimiento (la que debería estar fundada, recuerdo, en la máxima difusión y vínculo del saber).
El asunto es particularmente terrible porque aquí no se trata de abolir los derechos de propiedad intelectual como hiciera en su época la Cuba de Fidel Castro o como sugieren algunos hacker utopistas, sino simplemente de aplicar lo que prevén las leyes de los Estados capitalistas e incluso las reglas de la Organización Mundial de Comercio (OMC). Está escrito claramente, en efecto, que en caso de una situación de emergencia es posible saltarse provisoriamente la exclusividad de la patente para hacer frente al desastre. Y fue bajo estas normas, entendámoslo, que en los meses pasados Brasil ganó una valiente batalla, al activar un programa para la fabricación local de fármacos contra el sida. Los grandes laboratorios alzaron la voz y luego retrocedieron, aunque más no fuera para evitar aparecer como inhumanos. El mismo itinerario en Sudáfrica, donde el gobierno fue denunciado por las empresas y luego obtuvo vía libre justo un minuto antes de que se iniciaran las audiencias en tribunales. Había motivos para esta retirada precipitada de la carrera: por una parte, había que sostener el valor del logo, y por el otro, lograr una cierta cuota de ganancia. Se eligió entonces proteger la marca, que de otro modo habría sido expuesta a una campaña global de crítica y boicot.
En Norteamérica, en cambio, las cosas sucedieron de manera diferente, y la patente de Bayer fue protegida hasta el fin, aun en medio de una situación de gran emotividad social. ƑCómo pudo suceder esto? Porque saltarse la exclusiva de la patente aun cuando fuera de manera temporal y bajo emergencia, habría constituido un "pésimo" ejemplo para el futuro, y la excepción se hubiera podido convertir en regla. Y lo que es más grave, siempre desde el punto de vista de los laboratorios, todo esto se habría registrado no en cualquier país pobre del Tercer Mundo, donde la gente ni siquiera puede pagarse los remedios, sino en el área más rica e importante. La resistencia de Bayer no se debió al hecho de que habría vendido algunas tabletas menos de Cipro, y esto habría repercutido negativametne en sus beneficios a corto plazo -cuando la patente está cercana al vencimiento-, sino por el alto valor simbólico (y práctico) que significaba una decisión de ese tipo, proyectada en el mercado del conocimiento del futuro.
Ť Artículo publicado en Il Manifesto el 24 de octubre
Traducción: Alejandra Dupuy