JUEVES Ť 25 Ť OCTUBRE Ť 2001
Ť El singular pianista actuará mañana y el sábado en el teatro-bar El Habito
Arropado por la música clásica, Leo Maslíah narra sus historias de humor
Ť Asegura haber memorizado las obras de los grandes maestros para no cargar las partituras
Ť Comenzó a improvisar chistes finos para no aburrir a la concurrencia mientras tocaba
JAIME AVILES
Con una maleta cargada de cuadernos rebosantes de historias de humor, anoche llegó a la ciudad de México, procedente de Guatemala, el extraordinario pianista y comediante uruguayo Leo Maslíah, que mañana y pasado mañana actuará en El Hábito de Jesusa Rodríguez y Liliana Felipe.
Al cruzar la frontera por la oficina de Migración de la terminal aérea, los agentes de turno lo miraron con inquietud al ver que en su equipaje no traía ninguna partitura, pese a que sus documentos oficiales lo anuncian como uno de los más dotados y virtuosos ejecutantes del piano en Latinoamérica.
Sin perder el tono afable que lo caracteriza, Maslíah explicó a sus inquisidores que, para no pagar sobrepeso, había memorizado las fugas de Bach, las sonatas de Chopin y Beethoven, los valses de Juventino Rosas, la gavota de Ponce y las obras completas de Lizt, Schubert, Rachmaninof, Mussorgsky, Rossini, Puccini y Wagner, entre otros. "Si ustedes gustan se las tarareo", ofreció a los uniformados.
Uno de ellos, el más desconfiado, le preguntó por qué no contaba entre sus pertenencias mentales con La Flauta Mágica, de Mozart, y subrayó, altivo: "el gran Wolfgang Amadeus Mozart".
-La única razón por la que no traigo La Flauta Mágica obedece, cabasheros, a que soy pianista -y agregó-: A diferencia de otros músicos, a los pianistas se nos reconoce desde lejos porque nunca viajamos con el instrumento de nuestra especialidad, una ventaja que resulta envidiable para los chelistas o para los que se dedican a tocar el arpa...
Quitándose el kepí a efecto de rascarse la aureolada zona del cráneo donde una temprana calvicie le practicó una tonsura, el hombre que había hecho la pregunta solicitó un instante para comunicarse con la Aduana y preguntar a los celosos representantes de la Secretaría de Hacienda si existía algún machote para que el señor Maslíah pudiese declarar el contenido de su equipaje mental.
Mientras la respuesta (inaudible) transitaba por el cable del teléfono, el pianista se inquietó razonablemente porque la palabra "machote" había logrado evocar en él toda la violencia de las películas mexicanas. Para su tranquilidad y alivio, una vez colgada la bocina, el agente de Migración le informó que el trámite estaba resuelto y le deseó la mejor de las suertes durante su estancia.
Del torno a HBO
Nacido en Montevideo hace 47 años, Leo Maslíah aprendió desde pequeño el delicado oficio de hacer llaves, desarmar cerraduras, aceitar pestillos y descifrar combinaciones de puertas cerradas por olvido o por error. Esta inusual habilidad de sus dedos, unida a un acendrado gusto por la música, lo impulsaron a tomar lecciones de piano para hacerle comprender que el del teclado era el camino por el que estaba destinado a recorrer las etapas de la vida.
Reconocido con un importante premio del ayuntamiento de Montevideo, obtuvo una beca para cursar estudios superiores en el conservatorio de su ciudad natal y más tarde en Buenos Aires. Esto le permitió adquirir un vastísimo repertorio. Pero lo que asombró a sus maestros fue su inusitada memoria, misma que lo reveló como un privilegiado ejecutante de oído.
Durante una velada con los amigos del barrio -a quienes la música clásica se les antojaba "un poco más aburrida que chupar un clavo"-, empezó a improvisar historias absurdas y desternillantes al tiempo que atacaba los arpegios, práctica que lo volvió célebre entre quienes entonces lo querían. Fue por consejo de un anónimo buscador de talentos que decidió presentarse en un café cantante, donde encantó a los parroquianos.
Con el doble estímulo de tocar y hacer reír simultáneamente, Leo Maslíah divide su tiempo desde entonces entre los ejercicios musicales y la composición de cuentos de humor desenfrenado, y gracias a este doble talento se ha convertido en un ídolo del Cono Sur, donde sus recitales, de unos años para acá, provocan tumultos en el Luna Park de Buenos Aires y en los más prestigiados teatros de Santiago de Chile, Valparaíso y Viña del Mar.
El año pasado, en el curso de un festival internacional en Venezuela, donde triunfó en forma apoteósica, la cadena transnacional de televisión HBO lo grabó a fin de producir un show de una hora que ha sido visto en el mundo entero y gracias al cual ahora le llueven los contratos. Jesusa Rodríguez y Liliana Felipe, que lo habían conocido antes en Argentina, coincidieron con él en Caracas, el día en que ellas mismas eran filmadas por los de HBO -para un programa que está en circulación por estas fechas--, y sin pensarlo nada lo invitaron a trabajar en El Hábito.
Ahora, el sueño está a punto de cumplirse. Leo Maslíah debuta mañana a las 22:30 en El Hábito (Madrid 13, Coyoacán) y se despide el sábado a la misma hora. Sería imperdonable no ir a verlo, deleitarse con su música y botarse de risa con sus chistes.