JUEVES Ť 25 Ť OCTUBRE Ť 2001

Ť Esperado montaje de Daniele Finzi en el Cervantino

En el Teatro Principal hubo parodia y juego de espejos

Ť Ofrece referencia mediática y un final conmovedor

RENATO RAVELO ENVIADO

Guanajuato, Gto., 24 de octubre. Visitatio, coproducción esperada en el Cervantino, puso en escena, como en un juego de espejos el papel, las limitaciones y los alcances de la vocación de bailarín, de actor y de músico, en una propuesta que cumplió con las expectativas de Daniele Finzi, su director, pero dejó sensación de ausencia a quienes esperaban más influencia de Carbone 14.

En los años ochenta, a iniciativa de Gilles Mathieu, surge el grupo en la vanguardista Canadá. La exploración de Mathieu sobre la escena ha roto los cánones, los modelos de resolución, ya que en contraposición a muchas búsquedas que intentan competir con la influencia de lo audiovisual, el grupo canadiense lo ha digerido y potenciado.

El escenario del Teatro Principal se ha disminuido a favor del manejo de varios planos y eso implica que se cancelen las butacas laterales de la sala.

Se abre el telón, que era un cielo, y comienzan a intervenir los actores. Dialoga Katia Gagné con Hugo Gargiulo sobre los perfiles del bailarín y de la actriz. El bailarín es lo abstracto, el simbolismo, el actor lo concreto, la pasión: ''nadie los entiende", ''nadie les cree", se dicen respectivamente.

La música de María Bozanigo alude al universo sonoro italiano, con algunas paradas en lo argentino. Dolores Heredia representa de manera intensa y definitoria lo mexicano, porque el abanico entre el inglés, lo italiano, lo francés y lo uruguayo, se extiende con cierta soberbia de un público con nociones. Esa es una coincidencia entre Finzi y Carbone 14: les da por escoger a sus públicos. De ahí que se complete el reparto con Yves Simard y Lin Snelling.

Ana Heredia como hilo conductor es un poco trampa, con su síndrome de Down, pero lo que sucede en escena es el vericueto del atajo, la parodia, el se ''vale todo" para contar una historia, para impactar. Incluso hay un momento en el que Antonio Vergamini afirma: ''Sí, muy bonitas imágenes, pero de trama, Ƒqué?"

Se agradece esa capacidad de parodia, porque los cuadros son bellos, con sus giros acrobáticos, su media luz, su resolución plástica mezclada con música que refiere a la nostalgia, pero es un gesto de inteligencia revelar el truco que de todos modos la lógica efímera del escenario develará: lo que se representa no existe.

Aun así en la convención de esa parodia se abusa del recurso y se extrañan esas soluciones radicales que propone Mathieu en sus obras: en El dormitorio, por ejemplo, empotró camas en la pared para dar al espectador la sensación de que estaba asistiendo a las evoluciones escénicas desde el techo y generar un vértigo; en El bosque apostó por el movimiento lento, por la invasión taimada de la oscuridad.

En Visitatio, en cambio, se nota la mano de Sunil, vía Finzi, a quien le funciona el efecto clown, como lo ha demostrado la exitosa obra Icaro. En Visitatio hay complicación, referencia mediática, cuadros que se desmoronan y un final conmovedor.