EL ECO Y LA SOMBRA
Ricardo Yáñez
Sobregirado
TRES AMIGOS MIOS presentaron disco en días pasados. Uno de ellos es Yahir Durán, con quien he trabajado durante años (pero años a veces, nomás que con cierta coherencia), el otro es Efraín Inclán, a quien conocí en Toluca, luego vi en Puebla y con el que no he trabajado mucho, aunque sí bien, y el tercero Alfonso Maya, de Cuernavaca, con quien cuento cinco encuentros, la mayoría breves, cuando no carrereados: en Puebla, el DF y su ciudad.
EL DISCO QUE a la mano tengo es el de Maya (los demás, y con ellos una primera versión del que diré ?más íntima, más apartada, más cargada de nostalgia?, también los tengo pero no ahorita mismo aquí conmigo), Giros y giros, acaso todavía no en su versión definitiva ?mas de haber modificación atendería entiendo exclusivamente al orden de las piezas?. Me aboco pues a éste, pero no sin antes congratularme de haber encontrado, en los festejos de aniversario de Pentagrama, el CD Mírame, de Guajiro y Evelyn, oaxaqueños que hará 15 años no veía y quienes cantan allí unos versos míos, titulados Danza y lamento por el compositor, Víctor Martínez.
NO SOY MELOMANO, no soy músico, tengo oído y afición y nada más. Desde esa perspectiva, y si se quiere también (disculparán) desde la amistad, es que me atrevo a meterme en camisa de once varas, donde no me llaman, en lo que importándome a otros ojos parecerá que no me importa. Amo a los músicos que no son encimosos. Amo por ello alguna anotación creo de Revueltas a alguna de sus obras: ''música para conversar". Amo la música que se deja oír, no la que se hace oír, menos aún la que se impone, la que nos imponen.
CON CIERTO TEMORCILLO le dije a Alfonso que su disco, en la primera, casera, versión, que era la que entonces tenía, me gustaba mucho porque dejaba, permitía platicar. Los artistas, se sabe, gustan de los elogios, pero hay elogios (lo por mí dicho, más que dicho advertido, pretendía serlo, aunque más pretendía ser argumento para el elogio que precisamente elogio) que uno no sabe cómo serán recibidos, porque pueden muy bien no parecerlo (y no es indispensable conocer el Rey Lear para estar de acuerdo conmigo al respecto).
ENTRE CALLADO Y tímido, pero sobre todo sonriente, Maya, compositor e intérprete de sus propias canciones, pareció divertirse con esa no sé si infrecuente forma de valoración. La música, pienso yo, no sólo es para ser escuchada, es, también, para, siendo escuchada, permitir que te escuches, y esta otra escucha no es nada más del sujeto consigo mismo, sino del grupo con el grupo, y puede invitar al silencio o a la danza o a la conversación o a la acción... Si la música hace que te escuches es propiamente música, quería yo decirle a Alfonso Maya, y él sonreía, supongo que pensando qué enredados son algunos, eso si no: cómo por explicarse alguna gente como que se encima en sí misma y de ese modo puede terminar por ser del tipo encimoso. Y nada más.