jueves Ť 25 Ť octubre Ť 2001

Soledad Loaeza

El partido del Presidente

El Partido Accion Nacional se prepara para las elecciones federales de 2003. El primer paso será la renovación de su presidencia. En el pasado este proceso ha sido el catalizador de conflictos internos que se exacerban en la lucha por el poder. Ahora que el PAN está en el gobierno lo que se juega lo trasciende con mucho, por esa razón la competencia puede ser muy fiera.

Luis Felipe Bravo Mena ha anunciado que buscará la relección. Todavía no se sabe quiénes serán sus competidores; sin embargo, es esperable que uno de ellos sea el hoy senador Carlos Medina Plascencia. Se habla también del diputado Ricardo García Cervantes, y del viejo militante y antiguo líder del PAN en el Distrito Federal, Gonzalo Altamirano Dimas. De estas candidaturas, la de Medina Plascencia puede ser la más desafiante para Bravo Mena, también la más agresiva.

Para nadie es un secreto que las relaciones entre el presidente Fox y su predecesor en el gobierno de Guanajuato no son buenas. El primero resintió como una traición la disponibilidad de Medina para prestarse a la concertacesión de 1991, que lo hizo gobernador. El segundo no ha podido ocultar su frustración porque no fue invitado a ocupar un cargo en el gabinete y tampoco fue elegido líder de los senadores de su partido. Dados estos antecedentes es previsible que Medina vea la presidencia del partido como justa compensacion de aquellas omisiones y, en el peor de los casos, como un ajuste de cuentas con su sucesor en el gobierno guanajuatense.

Más allá de las rivalidades personales, las circunstancias en las que tendrá lugar la renovación de la presidencia panista pueden agravar las tensiones en el seno del partido y agriar la competencia.

A menos de un año de iniciado el gobierno, Acción Nacional tiene que lidiar con los efectos negativos del aprendizaje de Vicente Fox y de la mayoría de los miembros de su gabinete, con el agravante de que es responsable de las pifias de algunos altos funcionarios que ni siquiera son militantes panistas. La relección de Bravo Mena carga con esta hipoteca que puede aumentar en los meses que vienen, si acaso no se corrige la pendiente negativa en la que parece haberse encarrerado el gobierno. Si la desilusión en torno a Fox aumenta, la posibilidad de que el reto de Medina adquiera proporciones amenazantes también crece, porque podría capitalizar el descontento antifoxista que se ha instalado sigilosamente en las filas de la militancia panista. Esta candidatura también podría beneficiarse del apoyo de las redes católicas que han penetrado con mucha eficacia los niveles medios de la administración pública, a cuyos ojos se ha desvanecido el liderazgo moral y religioso que pudo haber encarnado el presidente Fox por efecto de las decisiones que ha tomado en relación con su vida personal.

Si Medina Plascencia se lanza a la lucha por la presidencia del PAN, su contrincante sería Vicente Fox antes que Luis Felipe Bravo Mena. Este ultimo pasaría a un segundo plano y le tocaría la amarga tarea de defender al Presidente de la República antes que promover su propio proyecto. Peor aun, la competencia sería entre personalidades y no más entre propuestas porque entre Fox y Medina, en este respecto, hay menos diferencias que entre ambos y el actual presidente panista.

Curiosamente los tres -Bravo Mena, Fox y Medina Plascencia- provienen de León, Guanajuato, donde la Unión Nacional Sinarquista (UNS) -cuyas relaciones con el PAN fueron siempre incómodas- nació y predominó hasta principios de los años ochenta; Acción Nacional ganó votos en esa ciudad cuando desapareció la UNS. Sin embargo, la afiliacion religiosa no ha sido para Bravo Mena motivo de ostentación ni rasgo de identidad política, como lo ha sido para Medina y para Fox. Esta discreción y muchas de sus declaraciones sobre las relaciones entre religión y política revelan que el dirigente del partido tiene una mentalidad más secularizada que Medina y que el propio Presidente de la República. Los tres pertenecen al panismo empresarial que inauguró Manuel J. Clouthier; sin embargo, en la actualidad el estilo de Vicente Fox evoca esa tradición de "frescura" con más fuerza que el líder o el senador, cuyo comportamiento se ha adecuado con más claridad a las normas de la responsabilidad institucional, tal vez porque ha estado más íntimamente involucrado en la lógica de la vida partidista y parlamentaria que en la búsqueda de amigos o de inversionistas.

En la próxima renovación de la presidencia del PAN veremos nuevamente la representación del dilema existencial que ha agobiado al partido desde el primero de diciembre pasado: entre ser y no ser el partido del Presidente. No se trata, pues, de un asunto menor.