MIERCOLES Ť 24 Ť OCTUBRE Ť 2001

Ť Plaza de San Fernando

Strange Fruit ofreció en el FIC su ''vuelo pendular''

CARLOS PAUL ENVIADO

Guanajuato, Gto., 23 de octubre. Siete capullos blancos, astrales y terrenales que se balancean como si permanecieran anclados en algún lugar del cosmos. Son siete esferas de las que nace igual número de historias-personajes que giran, vuelan y caminan alrededor unas de otras.

Capullos transparentes que palpitan al ritmo del azul, el verde, el amarillo. Mundos con distinto rostro y temperamento, siete seres en el acto de descubrir su entorno en busca de su propia libertad, es una de cautivadoras imágenes que produce la compañía australiana Strange Fruit, que trabaja al aire libre mediante la fusión de la mímica, las habilidades acrobáticas, coreográficas y la técnica de zancos flexibles de más de cuatro metros, que llegan a alcanzar ángulos de 45 grados doblándose hacia delante o hacia atrás, y que se presentó la noche del lunes en la Plaza de San Fernando con The field flight Swoon, uno de los más seductores espectáculos en la programación concerniente a la segunda semana de actividades de la versión 29 del Festival Internacional Cervantino (FIC).

Con su ''vuelo pendular" la compañía desconecta al espectador de la vida cotidiana para transportarlo a un extraño jardín cósmico, donde se cultivan sutiles capullos transparentes en los que germinan mujeres y hombres que representan ''la fragilidad que existe en el universo, en la naturaleza que nos rodea, para luego hacer una celebración de la vida".

Apertura de la cueva del tiempo

El espectáculo -que se ha presentado en 150 festivales- evoca, al comienzo, pequeñas y oscuras partículas flotando en el espacio sideral que de manera paulatina se desprenden de su corteza para transformarse en una especie de capullos en cuyo interior se aprecia el crecimiento de la vida, la respiración convertida en burbujas.

El hipnótico movimiento pendular abrigado por siderales atmósferas sonoras permea el equilibrio de los espectadores, quienes también parecen moverse al ritmo de las esferas que, como en un parto, se estremecen, se abren para dejar emerger una mano, los brazos, la mitad de un cuerpo.

El cascarón no termina de desprenderse y sin interrumpir su vaivén comienza la historia de estos seres que miran su entorno con asombro, miedo, esperanza, con crueldad.

El viento cósmico continúa meciéndolos, sus miradas se alejan con el horizonte, con imaginados asteroides y meteoritos.

Los siete personajes giran alrededor uno de otro, se conocen, gesticulan, se tocan; por su parte, otro no termina todavía de despertar.

Una pareja se besa, otros con el ceño se odian, mientras a sus pies se mueven las cabezas de extraños mundos.

La cueva del tiempo se abre y emergen por completo los cuerpos. Como el Principito sobre su asteroide, de Antoine de Saint-Exupéry, estos personajes recorren su mundo, descubren el amor y la esperanza, emprenden el vuelo, para festejar la alegría de vivir.