MIERCOLES Ť 24 Ť OCTUBRE Ť 2001

Ť El pintor saltillense expone su quinta muestra individual en Monterrey

Geroca levanta la barraca del deseo en los suburbios de la capital de Nuevo León

Ť Sus cuadros vociferan, aman el escándalo y arrebolan las mejillas y la genitalia

GUADALUPE ELOSEGUI ESPECIAL

Italo Calvino trazó en sus ciudades invisibles el asentamiento de la imaginación, Marco Polo describió urbes fabulosas perdidas en el horizonte milenario y Geroca ha levantado la endeble barraca del deseo en los barrios bajos de una ciudad a la que llaman pomposamente la Sultana del Norte, que se debate furiosa entre los incontables table dance y la falda corrida hasta el huesito de sus temporadas zarzueleras.

Geroca, singular artista que vive en Monterrey, pinta de cuerpo entero su parquedad:

''Gerardo Rodríguez Canales. Nacido en Saltillo (1955). Estudios con los lasallistas hasta la prepa (ni modo). Arquitectura en el Tec de Monterrey 73-79 (ni modo otra vez). Primera exposición, en 1975, en Café y Arte de Saltillo, Coahuila (dibujos a tinta china). Hobbie: tomar cerveza en diferentes cantinas y dibujar dibujar dibujar (puro garabato).''

Geroca es un hombre pequeñito, 48 kilos de humanidad metidos en una guayabera, vegetariano. Nada se sabe de su vida amorosa. Medio sordo, medio mudo, medio miope, podría pasar por autista si no fuera porque ya entrado en las mieles de lúpulo y cebada se descose y despotrica en voz bajita contra una u otra cosa. Dos frases a lo sumo. Y ya.

Lo demás está en sus cuadros, que vociferan, gritan, arman el escándalo, arrebolan las mejillas y la genitalia, según sea la pulsión espectadora.

Un buen día decidió que era tiempo de salir de su caparazón. Tantito. Y hace cinco años que nos regala sus prostitutas, sus locas, sus mayates, sus gatos neoliberales, sus callejones globalifóbicos, los círculos del infierno regiomontano, esa ciudad invisible.

Reacio a las entrevistas

Geroca no ha estado presente en la inauguración de sus cinco exposiciones: Estoy en la acera de los que vemos (1996), Table dance (tintas), de 1997; Paisajes de Monterrey, óleos, (1999); Las locas, óleos (2000) y la actual, de veras sin nombre, de acrílicos (2001). Además, se rehúsa terminantemente dar entrevistas.

El desamparo es la casa que habita este arquitecto, que sobrevive de lechuga, cerveza y sus monos políticos en el periodicote del pueblo (que a pocos les gustan porque ''parecen garabatos'').

Pero su fama se extiende y ahora ya se acercan los grandes coleccionistas de Monterrey, procurando mantener el anonimato (comme il faut) a comprar las obras.

El Café Nuevo Brasil, ubicado en el centro de la polémica, exhibe permanentemente en sus muros el rostro de Monterrey y sus habitantes más conspicuos.

Cada año, desde hace cinco, esas fotografías son sustituidas por los cuadros de Geroca, tan universales por entrañables y cercanos.

Es difícil imaginar otro sitio mejor para cobijar esta obra, pues el espacio y sus personajes también son parte de la ''curaduría'' (''jeje, están curados esos monos'', como dice un inusitado crítico, habitué de los bajos antros, chela en mano).

Moany Compeán, mecenas y dueño del café, procura que los cuadros no se vean demasiado chuecos en los clavitos, que el local esté trapeado, que haya suficientes caguamas en la hielera y en las manos de los invitados y que la extraordinaria voz de Moisés Luis y sus sones cubanos inunden la noche en la que se dan cita periodistas, teatreros, políticos, la cofradía de moneros, escritores, despistados.

La fauna nocturna convertida en un cuerpo de baile es, por momentos, una copia light de los cuadros de Geroca.

Es el festejo de la altísima moral ciudadana contra la doble o nada de las autoridades municipales.

El programa

En la inauguración de esta nueva muestra, que concluirá en diciembre, los moneros Sergio Flores, Rubi Juárez y Chava González hacen el elogio de la locura de Geroca. Comparten el recuento de sus correrías noctámbulas al lado del festejado, de sus aventuras que siempre terminan en tragicomedia; le declaran su adhesión existencial al anacoreta, se diluyen sin medias tintas en el afecto.

Compeán solicita que alguien haga un breviario cultural por la historia del arte para definir las cualidades estéticas de la obra de Geroca. Eso sería demasiado. Olvídense, el expresionismo se puede calentar, igual que las caguamas. šSalud, Geroca!