MIERCOLES Ť 24 Ť OCTUBRE Ť 2001
Alejandro Nadal
Doha: la cumbre frágil
Ya es oficial: siempre sí se celebrará en Doha, capital del emirato de Qatar, la cumbre ministerial de la Organización Mundial de Comercio (OMC). Claro, si es que no se desbordan las acciones militares en Afganistán.
Y ya se tiene el borrador de lo que será la Declaración ministerial. Es un texto deficiente con tres grandes problemas. Primero, busca iniciar una nueva ronda de negociaciones multilaterales. Segundo, no incluye las principales preocupaciones del mundo subdesarrollado. Tercero, busca introducir nuevos temas en las negociaciones sobre compras de gobierno, inversiones, propiedad intelectual, servicios y medio ambiente.
El preámbulo elogia las bondades del sistema de comercio internacional. Se dice que ha generado crecimiento, empleo y también que ha contribuido a reducir la pobreza. Pero no se mencionan los aspectos más negativos de la apertura comercial, como la intensificación de la desigualdad, el deterioro de los términos de intercambio en detrimento de las economías más pobres, los daños a los pequeños productores agrícolas e industriales y el impacto ambiental.
En el capítulo sobre agricultura, se ignora el problema central de los astronómicos subsidios agrícolas de las naciones ricas (mil millones de dólares diarios en los países de la OCDE). Estos subsidios permiten inundar con productos artificialmente baratos el mercado mundial, destruyendo las economías de productores pobres y generando desempleo. Tampoco se reconoce la exigencia de mayor flexibilidad por parte de muchos países subdesarrollados en la aplicación de los acuerdos existentes.
El borrador propone arrancar un ambicioso proceso de negociaciones para reducir o eliminar aranceles y barreras no arancelarias para productos industriales. Pero los problemas derivados de aranceles pico y escalada arancelaria (aranceles en países ricos para productos de mayor valor agregado), que son un dolor de cabeza para el mundo subdesarrollado, ni siquiera se mencionan.
No se espera reciprocidad plena de los países subdesarrollados, pero eso no es salvaguarda suficiente. Muchos de éstos han expresado preocupaciones porque la apertura comercial indiscriminada ha conducido a un proceso de "desindustrialización". El desmantelamiento de cadenas productivas y el debilitamiento del tejido industrial han tenido un efecto perturbador en la estructura económica de muchas naciones que la OMC sigue ignorando.
En materia de propiedad intelectual, el borrador incluye una retórica engañosa que aparenta atender los problemas urgentes, como el de los derechos del conocimiento tradicional o las relaciones con la Convención sobre Biodiversidad. Pero esa referencia es insuficiente. El tema de las patentes sobre productos farmacéuticos está ausente y los problemas de salud pública que entraña (medicinas a precios más caros) tampoco se mencionan. Ni siquiera se alude a la revisión prevista en el texto del artículo 27.3(b) del TRIP sobre patentabilidad de formas de vida.
El borrador contiene un texto sobre relaciones entre comercio, deuda y financiamiento del desarrollo. Se busca fortalecer los vínculos entre política comercial y las políticas financiera y monetaria para garantizar la estabilidad del sistema de comercio multilateral en casos de turbulencia financiera. El peligro es que se pierde el significado de la noción de financiamiento para el desarrollo y se fortalece el vínculo entre FMI, Banco Mundial y la OMC, reduciéndose el margen de maniobra de los países subdesarrollados.
Doha debiera ser la ocasión para reflexionar sobre el proceso de liberalización comercial. A partir de la apertura comercial, alcanzar un nivel adecuado de exportaciones ha sido difícil para muchos países. El déficit comercial promedio de los subdesarrollados (excluyendo China) es más alto ahora que hace treinta años por tres puntos porcentuales del PIB. Y la tasa de crecimiento es inferior a la de los setenta por dos puntos porcentuales. Esos datos exigen recapacitar sobre el proceso de liberalización comercial.
En lugar de corregir los desequilibrios existentes en el régimen mundial de comercio y repensar la cadencia de la apertura comercial, la OMC propone arrancar a partir de Doha una nueva ronda de negociaciones (la Ronda del Milenio). No es el mejor momento para ello. La economía mundial está ingresando en una recesión generalizada y lo más importante es buscar sincronizar la política macroeconómica para reactivarla. Una nueva ronda no reanimaría la decaída economía mundial. Hoy, más que nunca, la agenda de la OMC y sus corporaciones no es la de la economía mundial.
Quizá lograr una reducción general de los aranceles fue un objetivo importante hace décadas. Hoy la economía mundial es más abierta y eso no es lo primordial. La OMC ha recorrido su camino y en Doha debería replantear sus prioridades. En lugar de nuevas negociaciones, la prioridad es el desarrollo y la erradicación de la pobreza