miercoles Ť 24 Ť octubre Ť 2001

Luis Linares Zapata

Frivolidad y poder

El presidente Fox, su esposa Martha Sahagún y, en especial, la pareja de recién casados que han formado, tienen la habilidad para alebrestar cuerdas íntimas de amplios sectores de la población que se sienten, de manera creciente, no sólo irritados por sus frívolos desplantes sino preocupados por el efecto que causan sobre los asuntos públicos del país. Y, lo que es peor, ni ellos, o su equipo de auxilio, parecen darse por enterados y continúan retozando por el ancho mundo que se les abre gracias a una Presidencia que dispone de amplios recursos para financiar sus devaneos. Dan pruebas fehacientes de haber perdido el piso que debía conectarlos con sus mandantes y, también, con la oposición que los observa con rigor y hasta de mala gana.

Los gobernantes, que ningunean los efectos negativos de sus decisiones y sobre todo de su accionar, empiezan a flotar en la inconciencia que distingue a los autócratas y que los distancia del pueblo, que por lo general es de mirar sencillo y comedido. Ante este sombrío panorama, en una sociedad abierta y consciente, se impone la urgencia de levantar la voz de alerta y llamar a la cordura, a la seriedad que debe ser norma en la conducción de la República, a refinar la sensibilidad para oír a la crítica que ya se apeñusca por kilos, o kilómetros, delante de la puerta del reciente matrimonio.

El Presidente es quien debe aguzar sus sentidos y otear a su alrededor para ver de dónde vienen las llamadas de atención, los gritos de alarma, las razones de Estado, las exigencias de muchos, de muchísimos mexicanos que lo pusieron donde está, para que, una vez situado en esta nueva perspectiva, ponga orden y bien oriente a su entorno, empezando por su propia casa y uno que otro allegado. Fox tiene por delante dos años de penurias económicas que harán un disolvente trabajo sobre su habilidad para gobernar y, por consiguiente, en la apreciación de su trabajo y persona. Crecer, en los tres primeros años de un mandato sexenal, entre 2 o 4 por ciento (PIB), como se pronostica, erosiona cualquier administración, no importa qué tanta legitimidad inicial logró, y sí, en cambio, pesarán en contra los errores cometidos, sobre todo los innecesarios.

No bien desembarcaron de la rumbosa gira europea que tantos tropiezos le facilitó al Presidente, él y su esposa asistieron a una fiesta que el más infantil de los pudores nunca debió permitir o, al menos, cancelar una vez pulsadas las respuestas. No se puede justificar, casi por ningún motivo, la desmedida ambición de la señora Sahagún que la llevó a nombrarse presidenta de una asociación civil que mediará entre la sociedad y la administración federal (Ƒsólo?) en materia de salud y educación como predica su creación: Vamos México. Pedirle a la sociedad mexicana, a través de cualquiera de sus representaciones y medios, que le canalice de 60 a 80 millones de pesos para que inicie sus actividades de promoción personal con el pretexto de la pobreza del país es, no sólo deshonesto, en cuanto lo hace desde la cumbre del Poder Ejecutivo, sino una ineficaz manera de participar en la formación y definiciones de la actividad filantrópica. Nada se diga de su incidencia torpe por caer muy lejos de las entregas desinteresadas y, a la vez, redundante en cuanto duplica y hasta obstaculiza otras organizaciones con similares objetivos. Si lo que busca es participar, aunque sea de manera lateral, en la política social y, también, como ella misma declara, para ayudar a su esposo en el proyecto de gobierno que éste quiere impulsar o darle prisa y contenido al cambio que Fox ha prometido, la ruta escogida es por completo equivocada. Los virus que ya ha generado en el cuerpo social están aniquilando tales pretensiones para mal de su partido, el PAN, de la alternancia y de su figura histórica.

La señora Sahagún no tiene credencial alguna que la distinga, de forma específica, ni experiencia previa que le acredite el uso de los haberes de que se hizo, con tan sableador como elitista recurso. Saltar a la palestra de la lucha contra la pobreza, las exclusiones y a favor de los grupos marginados, solicitando enormes recursos para ello, no puede concebirse como sana inauguración de su papel de compañera del Presidente y los reclamos no se han hecho esperar, sobre todo si esto corre en paralelo con su afán de aparecer, con la frecuencia, costo y deleite que lo hace, en las revistas dedicadas al cultivo de las más facilonas facetas de una mujer actual (šHola! y demás) o que lleve a su marido a tomarse la foto frente a San Pedro y mueva circo y medio para entrevistarse con el Papa sin dar pormenorizada cuenta de ello, aduciendo trato de "asuntos privados", cuando tal evento ocurre en medio de una gira pagada con el dinero del pueblo.

El Senado debe poner atención a las giras por venir del Presidente. Sobre todo la de Argentina. No vaya a ser que se quiera visitar la tumba de Evita, ese personaje que en vida extorsionaba con saña a los ricos de su país y mal usaba los del erario para su promoción con el pretexto de ayudar a Perón en su desastroso empleo del poder.