MARTES Ť 23 Ť OCTUBRE Ť 2001

Ť Alma Rosa Alva de la Selva

Televisa Radio-Prisa: una "controvertida" alianza

El mes de octubre, con su aires fríos, ha traído también vientos lejanos, de otro continente, que pudiesen significar el inicio de importantes modificaciones en la estructura de los medios de comunicación electrónicos del país. Esta vez el impacto ha sido sobre la radio. Justo la víspera del 12 de octubre se anunció el arribo de un grupo de españoles, o más bien dicho, de sus intereses financieros, al vasto territorio radiofónico nacional: Grupo Prisa, el mayor consorcio de comunicación de España, confirmaba la compra de una participación accionaria de Radiópolis, la división radio del Grupo Televisa.

Días después, en el marco de la visita del presidente Fox a la nación ibérica, en su presencia se hizo oficial el "acuerdo estratégico" con el que Prisa adquirirá el 50 por ciento de Televisa Radio por 50 millones de dólares. En la empresa que pronto surgirá, el consorcio español -dueño en su país de la cadena radial Ser y de Unión Radio, a través de las cuales opera 388 emisoras, además de ser propietario del diario El País y la televisora Canal Plus- tendrá desde luego gran peso; por ejemplo, el nombramiento del director general será a propuesta del Grupo Prisa, mientras el director financiero será designado por Televisa.

La operación forma parte de un proyecto de los empresarios de medios del consorcio español para formar "un gran grupo de radiodifusión iberoamericano", para de ahí establecer una plataforma para el desarrollo de nuevos negocios, tanto en el mercado mexicano como en el de otros países de América, entre ellos el de la población hispanoparlante de Estados Unidos -donde, por cierto, el grupo mexicano Radio Centro ha incursionado desde hace tiempo.

El acuerdo recién sellado conlleva diversas implicaciones no sólo para la radio del país, sino también para los medios en su conjunto. En primer término, la nueva alianza marca el inicio de una etapa para la industria radiofónica mexicana, en lo que puede ser el arranque de su plena inserción al entorno de la globalización mediática -proceso en el cual la televisión le lleva amplia ventaja.

Ubicada ya en la órbita de los grandes consorcios mediáticos (encabezados a nivel nacional justamente por el Grupo Televisa), la radio del país se encontrará a partir de hoy más involucrada en las densas redes de vinculaciones de las empresas internacionales de medios, situación que seguramente repercutirá en las estructuras internas del sector, hasta ahora todavía sujetas a los esquemas empresariales de tipo familiar que durante décadas han gobernado la industria. Habrá pues, recomposiciones.

De este modo, la alianza Televisa Radio/Prisa constituye un paso importante en el proceso de globalización de la decana de los medios electrónicos. Pero también representa una toma de contacto con el poder mediático español y sus propias ramificaciones (sólo téngase presente, por ejemplo, la vinculación del BBVA con Telefónica, la gran controladora de las telecomunicaciones de ese país).

Otro aspecto interesante de la alianza empresarial entre dos de los consorcios más importantes de Iberoamérica será la relación de la radio del país con una experiencia de radiodifusión distinta.

En el caso de la radio comercial española, se trata de una radio con expresiones culturales diferentes, donde al lado de la radio de opinión y análisis -fielmente representada por las famosas "tertulias", programas de discusión con audiencias de millones, aun en los horarios "pico" para la televisión- convive la radio de los magazines y las estrellas del micrófono, una radio glamorosa, la que a su vez se topa con la radio especializada (salud, noticias, deportes), y con las radios autonómicas (de las comunidades autónomas), públicas y privadas. En este orden de cosas, la cadena Ser, de Prisa, ha tomado su lugar en el campo de una radio de entretenimiento.

Para vislumbrar la repercusión posible de la alianza citada en el contexto de la radio mexicana, habría que conocer, por un lado, cuál es su proyecto para Radiópolis -la empresa que fuese bastión originario de la dinastía Azcárraga, y que el tercero de los Emilios no ha podido levantar-, y que, de contemplar contenidos y formatos a nivel iberoamericano, con seguridad se toparía con las hondas diferencias culturales de América Latina, hecho que podría constituir un obstáculo para la buena marcha de aquél. Por otro lado, habrá que ver la propuesta organizativa y legal para el funcionamiento de la empresa en México, donde la industria radiofónica ha funcionado bajo estructuras de concentración durante largos años, con el dominio de un reducido número de empresas de considerable dimensión, que a partir de ahora se encontrará con un megaconsorcio en su camino.

Este punto es, ciertamente, uno de los más controvertidos de la alianza recién formada pues, como se sabe, Televisa realiza la transacción después de dos intentos ante la Comisión Federal de Competencia para salvar a la debilitada Radiópolis vía la fusión, primero con Radio Centro y luego con ACIR, que resultaron fallidos por los inconvenientes visos monopólicos que a juicio de la comisión presentaban ambas propuestas empresariales.

En este punto donde se presenta un aspecto, por demás delicado, de la nueva relación empresarial: de frente al rechazo de la posibilidad de la fusión, Televisa ha optado por un socio extranjero, pero con una fórmula por demás discutible, la llamada "inversión neutra", operación que nunca se había puesto en práctica en las empresas de comunicación: la transacción se está realizando para adjudicar el 50 por ciento de Televisa Radio a cada una de las partes, cuando, como se sabe, la ley permite hasta el 49 por ciento de participación extranjera.

Incluso, la propia Ley Federal de Radio y Televisión (promulgada en 1960 y cuya "vigencia" es hoy tan defendida ante la posibilidad de cambios de fondo en el marco legal de los medios electrónicos), marca en su artículo 14 que las concesiones de radio y TV "se otorgarán únicamente a ciudadanos mexicanos, o a sociedades cuyos socios sean mexicanos. Si se tratase de sociedades por acciones, éstas tendrán el carácter de nominativas y aquéllas quedarán obligadas a proporcionar anualmente a la SCT la lista general de sus socios".

Más preciso es todavía el artículo 23 de la misma ley, en cuanto a la participación extranjera en la radiodifusión, al señalar: "No se podrá ceder, ni en manera alguna gravar, dar en fideicomiso o enajenar total o parcialmente la concesión, los derechos en ella conferidos, instalaciones, auxiliares, dependencias o accesorios, a un gobierno o persona extranjeros, ni admitirlos como socios de la empresa concesionaria" (las cursivas son nuestras). Más claro, ni el agua.

Llama la atención, además, que la operación se esté realizando en momentos en que la Cámara Nacional de la Industria de la Radio y la Televisión (CIRT), tanto a través de la gestión saliente como de la que acaba de tomar las riendas -y precisamente encabezada por Bernardo Gómez, director adjunto a la presidencia de Televisa-, ha manifestado el interés de los concesionarios de radio y televisión en que en la revisión de la Ley Federal de Radio y Televisión (que ya se lleva a cabo, a nivel de mesas de discusión y presentación de propuestas con representantes de la industria, legisladores, representantes del sector académico y de grupos civiles), se acote estrictamente la inversión extranjera, en lo que viene a ser, sin duda, una contradicción difícil de explicar por el Grupo Televisa y la propia CIRT, y sobre todo, una grave transgresión legal.