MARTES Ť 23 Ť OCTUBRE Ť 2001

Ť Teresa del Conde

Cuatro pintores en el MAM

(Segunda y última parte)

La exposición a la que empecé a referirme en mi artículo anterior se encuentra en exhibición en la sala Tablada del Museo de Arte Moderno. Su título, abreviado cual fórmula química 4a2g probablemente surgió de los complicados títulos algebraicos con los que Fernando García Correa designa sus composiciones. La muestra abre con un esplendoroso cuadro de Víctor Guadalajara: Tres palos (1998). Esa opción no vuelve a reaparecer en otras obras del mismo artista que hace poco exhibió de manera individual en Landucci Arte de la colonia Roma. Sus demás composiciones son volumétricas y a veces parecen pinturas infladas, de gran formato, con impacto visual, pero algo reiterativas debido al procedimiento que las arma.

En Tres palos hay abultamientos, mas no son gratuitos, pues no tienen por objeto perseguir una retórica que ha resultado afortunada para el autor; están planteados para dar sentido a los ''personajes'' del cuadro, que son unas semillas. A diferencia de lo que anuncia la cédula explicativa , no comulgo con la idea de que Guadalajara tenga gusto por las superficies difíciles. Lo que tiene es inegable compulsión al volumen, a la carpintería con la que da forma a la estructura de sus obras y a su cubrimiento oficioso con la pintura a la encáustica. Además posiblemente Guadalajara recuerda que quienes realizaron las pinturas rupestres siempre aprovecharon los volúmenes naturales, y él retoma la idea desde la estricta contemporaneidad configurando escultopinturas que tienen que ver con la sexualidad y la germinación.

Entre las piezas volumétricas destaca por su belleza Escudo de hojas. Es un blasón, como lo son en su mayoría las demás obras de su autoría, excepto la mencionada al inicio.

Franco Manterola tiene una trayectoria pictórica bien establecida y yo recuerdo con beneplácito su última exposición individual en la Casa del Poeta. Hoy día está obsesionado con la botánica y la biología. También se vale de la encáustica y la composición que abre su sección es un formidable paisaje que debe sus méritos mayormente al dibujo que a la pintura. Se integra de 56 cuadrángulos de unos 16 cm por lado, obedeciendo a una coloración que se asemeja a los duotonos.

El afirma que su pasión por la flora y la fauna se debe a que ''su padre era campesino'', pero yo sé de impecable fuente que más bien era terrateniente. Creo que él se encuentra involucrado en continuos ejercicios de atención y de perfeccionamiento en cuanto a oficio. De pronto pienso que su prurito por el detalle hace que algunas obras, como Capullos 2001, se pasen de tueste. Todas sus propuestas son elegantes, pero siento en ellas una especie de falta de aventura respecto del color.

Las delicadas cuasi monocromías de Teresa Velázquez están inspiradas en la teoría de los colores de Goethe (por eso pertenecen a la Serie Fausto) y sin desdecir su individualidad, son deudoras de Ad Reinhardt y de Rothko.

En el Sin título de 1998 no se puede pedir mayor economía o sutileza en los ''fantasmas'' de los tres destellos que parecen vistos a través de un vidrio oscuro (frase bergmaniana que conviene a esta obra, emisora de luz). Eterno femenino (2001) es un tondo que podría haber sido más especular, tal vez pudo haber funcionado como un reflejo, sin reflejar algo concreto. El tríptico que termina en un pentágono, preludia de modo estremecedor los acontecimientos del 11 de septiembre que tanto nos atribulan, como atribulan asimismo las reacciones que han destado.

En El lugar de las madres la pintora utiliza como armazón cromática un color bien difícil, el verde viridian en tono ''aqua''. Y de eso se trata, hay allí un universo flotante, evocador del sitio primigenio de donde proviene la humanidad entera.

La mejor de las obras de Fernando García Correa (de quien he visto durante los últimos años no pocas exposiciones) es, para mi gusto 12181 g1.g2-g3-g4. Son claves referidas a los ritmos , intervalos y repeticiones.

Ese políptico revela al fino dibujante escondido tras las interminables series de mosaicos, uno de los cuales es tipo parquet.

En la obra titulada 11.711 (etc), el efecto mosaico, presente también en las obras de Manterola, alcanza por su tamaño proporciones insospechadas.

Preferí, con mucho, 20050T1, cuyos cantos pintados de verde, que sólo se ven al sesgo, son muy acertados.