martes Ť 23 Ť octubre Ť 2001

Marco Rascón

El pacto de los sapos

La mejor alternativa para el PRD es disolverse. Una última responsabilidad autocrítica reclama impedir que esas siglas, que representaron el ideal de millones de mexicanos, caigan en manos de quienes liquidaron y traicionaron los principios de todos los movimientos progresistas que formaron la voluntad colectiva por la democracia en México; el PRD debe disolverse para reconstruir la credibilidad en los partidos como instrumentos de la ciudadanía por el cambio y ganar el poder para transformar ordenada y pacíficamente al país desde los gobiernos.

El PRD debe disolverse, porque ya no existen los partidos políticos en México y lo que vemos es una clase política cerrada con los mismos intereses, mediocre, inepta e incapaz, que usa el lenguaje y el viejo oficio para intentar dar credibilidad a sus pactos chabacanos y de utilería.

Los gobiernos y sus presupuestos se han convertido en instancias para la convivencia de esa clase política que constituye el problema fundamental y más grave de México, que simultáneamente genera todo tipo de crisis, paraliza al país y lo somete a los ritmos de su propia mediocridad e ineptitud. Ahí se refugian las estructuras de poder del PRI, PAN, PRD, PT, PVEM, y todas las siglas presentes y futuras que viven de las prerrogativas del Estado, es dedir, como la clase parasitaria de un sistema político caduco.

Quienes fundaron el PRD siguiendo una vocación de lucha por la democracia y un proyecto nacional sustentado en grandes ideas y decisiones deben demandar la disolución de lo que queda de ese partido y reivindicar los propósitos de la revolución democrática como principio programático. El PRD debe disolverse luego de que su dirección decidió sumarse al "pacto de los sapos", el único disfraz que le quedaba a esa clase política que hundió al país en el estreno del siglo.

La unidad de la clase política en su charca nace de la incapacidad del grupo de amigos empresarios de Vicente Fox para llenar los vacíos que dejó el PRI. Se inicia desde tiempo atrás, pero se va consolidando a principios de este año, cuando Fox tiene que reconocer la función del charrismo sindical, porque no tiene ideas ni programa para construir fuerzas sociales de recambio al viejo sistema corporativo. Lo que quedó del PRI, por oficio percibió esa debilidad y lo hizo el punto central de la negociación demandando el reparto del poder; exigió la devolución de espacios, lo cual fue presentado a nombre de todos los perdedores el pasado primero de septiembre en San Lázaro. Ahí los sapos, incluyendo a los del PAN, le exigieron a Fox la entrega del control de las decisiones, amparados cínicamente en la división de poderes.

Es por ello que al Presidente de la República sólo le queda el extranjero como sede, no Los Pinos, para disimular que gobierna; pues en el fondo está solo y será víctima, como Francisco I. Madero, de un gabinete contradictorio, incapaz de conducir al país en estos momentos de definiciones históricas y guerras económicas originadas por las crisis del capitalismo como formación económica-política, pues los empresarios no tienen atributos de estadistas.

Es evidente que desde el primero de septiembre hasta la firma del Acuerdo Político Nacional de Desarrollo de los sapos hubo una negociación para compartir el poder, desaparecer los partidos como opciones distintas y crear una unidad nacional basada en el contubernio de intereses económicos con esa misma clase política que exigió, aplaudió la traición de los verdes y gritó en San Lázaro que el poder era suyo.

Por eso el PRD debe disolverse, porque no supo ganar el espacio histórico que se ganaba en el momento en que caía del poder la estructura de setenta años de autoritarismo, entreguismo y contubernio oligárquico que frenaron el desarrollo de México desde 1968. El PRD debe disolverse, porque desapareció como referencia democrática y se sumó al coro de los sapos. Debe disolverse, porque sus últimas direcciones negociaron las elecciones en Guerrero y el estado de México y dejaron solos a los tabasqueños y ahora a los michoacanos, según marcó el pacto con los sapos. El PRD debe disolverse porque no sólo sus dirigentes se volvieron sapos, sino que han comido sapos y fueron a Yucatán para apoyar al PAN, tras todo lo que dijeron de ese partido en la elección de 2000. Debe disolverse, porque su dirección fue usurpada, resultado de la elección fraudulenta del 14 de marzo de 1999.

Para que México sobreviva como nación debe deponer a esa clase política sin principios que ha hecho una unidad de hierro contra todo viento de cambio. Los partidos deben ser reconstruidos, no desde los partidos ya existentes, sino desde la generación de nuevos movimientos políticos y sociales que organicen a la sociedad, para que ésta les dé fuerza y condiciones para renovar las formas y ejercicios del poder en México.

Para eso, quienes fundaron la revolución democrática deben, como principio, disolver ese PRD y romper con los sapos. Ť

 

[email protected]