martes Ť 23 Ť octubre Ť 2001

José blanco

La contrahechura

Hace diez años un estudio nacional sobre la escuela elemental, realizado por Gilberto Guevara Niebla, mostró a México como un país de reprobados. Hubo entonces alguna agitación en las mentes y en los corazones de algunos intelectuales y de algunos funcionarios públicos, pero la cosa no pasó a mayores en términos de decisiones de políticas públicas.

Ahora el diario Reforma pudo hacerse de los resultados de una evaluación de 1995 promovida por la Asociación Internacional para la Evaluación del Logro Educativo (IEA, por sus siglas en inglés). De acuerdo con esta evaluación México quedó reprobado: cuatro últimos lugares y dos penúltimos, en el ranking mundial en matemáticas y en ciencias en los niveles de primaria y secundaria. Frente a esos resultados la decisión del gobierno de Ernesto Zedillo fue ocultarlos bajo el tapete.

Zedillo había sido el secretario de Educación Pública durante buena parte del gobierno de Salinas, y desde esa secretaría, como todos saben, pasó a Los Pinos. Ese reportaje tendría que haber sido un escándalo nacional mayor que cualquiera otro, porque estamos frente a un agujero social nacional muchas veces mayor y mucho más grave que el Fobaproa, por ejemplo, pero el asunto apenas si ha conmovido a unos cuantos.

Sin duda, el paupérrimo efecto de esta noticia sobre la sociedad es parte de la gravedad inconmensurable del problema. Los resultados escondidos vergonzantemente por el gobierno mexicano, provienen del Tercer Estudio Internacional de Matemáticas y Ciencias (TIMSS, por sus siglas en inglés), trabajo con un amplio reconocimiento internacional. En términos sucintos -registró el diario referido utilizando como fuente a The Economist- lo ocurrido entonces provocó que algunos países participantes de esa evaluación internacional aprovecharan los resultados para reformar sus programas educativos. Alemania abrió un debate sobre la calidad educativa y la televisión presentó el reporte Emergencia educativa en Alemania. En Francia el presidente Chirac reprendió a su secretario de Educación por los pobres resultados. En Estados Unidos Clinton creó un programa y estableció estándares nacionales en los exámenes escolares. Y en Suecia el TIMSS reflejó los buenos resultados logrados por un esfuerzo educativo de diez años, generado después de que el país salió mal en otra evaluación internacional a mediados de los años ochenta. La respuesta de estos países no extraña, dado que los resultados altos fueron alcanzados por los niños de Singapur, Corea, Japón y otros países asiáticos.

Esconder los resultados es por supuesto una vergüenza intolerable, pero lo más grave es, desde luego, el estado de la educación del país. Obviamente no son los niños los responsables de los pobres resultados, sino el sistema educativo; el obstáculo formidable que para su renovación representa, en primer lugar, el SNTE y su aberrante contubernio histórico con los gobiernos priístas, reflejado en parte en el hecho grotesco de que se hayan concedido siempre algunas subsecretarías, sexenalmente, a dicha organización "sindical", entre otras prebendas.

De acuerdo con cifras de la OCDE, si se considera como referente la productividad social media de Estados Unidos (medida como el producto por hora de trabajo), y se le toma como 100 para los años 1950 y 1999, Corea pasó de 12 a 40 entre esos años, Japón de 16 a 74, Italia de 39 a 106, Holanda de 52 a 109 (sobrepasando ambos países a Estados Unidos en los índices de productividad), Francia de 39 a 97, Inglaterra de 59 a 87, Portugal de 21 a 53. En tanto México pasó de 30 a 31. Si se considera el producto per cápita de Estados Unidos, y se le toma como 100 para esos mismos años, México pasó de 27 a 25. Mientras esos países -y muchos más- ganaron terreno en relación con Estados Unidos en la segunda mitad del siglo pasado, México quedó estancado o retrocedió. Ello es un efecto directo de lo que ocurrió en esos mismos años en la educación en esos países y en el nuestro.

Nadie ignora que a mediados del siglo pasado la educación pública comenzó a ser abandonada en términos del cuidado de la calidad de la enseñanza, y que se deterioró permanentemente. Se le aisló de la sociedad, y gobierno y sindicato produjeron el desastre que es hoy comparativamente, en términos internacionales. Uno de los indicadores más dramáticos de ello consiste en los altos índices de fracaso escolar en el nivel superior. En tanto, prosperaron los colegios particulares. La educación básica de cierta calidad, en una palabra, fue convirtiéndose en un privilegio más de los privilegiados de este país. El sistema educativo público -con su actor fundamental, el magisterio- fue visto como un campo de la "política" (el tamaño del sindicato), no como una vía civilizatoria y de desarrollo, no como la parte central del proyecto nacional.

Los resultados del TIMSS tendrían que haber sido una plataforma de movilización nacional para corregir de una vez por todas la infame contrahechura que es hoy la educación nacional.