Matar es siempre asesinar
György Konrad
1. ¿Matar o no matar? Esta es la auténtica cuestión, y no la fe o el ateísmo, Occidente u Oriente, el Norte o el Sur. No se trata de enfrentamientos entre religiones, razas, naciones, clases y Estados. El problema fundamental de la humanidad es el siguiente: ¿tiene alguien derecho a matar a un ser humano?
2. Un héroe es un hombre que ha matado con frecuencia. Un hombre que se prepara para matar se considera héroe. El heroísmo es el culto al asesinato. El que mata es un asesino. El hombre que hubiera matado a Hitler habría salvado millones de vidas humanas, y lo habríamos venerado como un santo. El tabú y la paradoja son inseparables.
3. La prohibición absoluta de matar a un ser humano debe ser el axioma de cualquier ética coherente. Tal tabú es la base de cualquier moral, es el único principio sólido. Los conceptos como defiende la patria, por ejemplo, están hechos de arcilla y pueden valer para murallas, pero no son adecuados como cimientos.
4. Los hombres astutos andan siempre en busca de pretextos morales para buscarle vueltas a la prohibición de matar. La justificación moral del asesinato del déspota no modifica en absoluto el axioma "nadie tiene derecho a matar a nadie, ni siquiera al tirano".
5. Hasta el momento, he conseguido no matar. Con un poco de suerte seguiré evitándolo. Si, por desgracia, llegara a matar a un hombre, estaría actuando en mi calidad de asesino, no como escritor. Cada uno de nosotros lleva en sí tal posibilidad en forma de tentación, lo cual no cambia en nada el convencimiento de que el que mata a un hombre es un asesino y comete el más grave de los crímenes. Al igual que la muerte, también el asesinato puede ser accidental.
6. La mayor parte de las palabras que se imprimen en nuestros días son insultos, amenazas, sucedáneos de asesinatos perpetrados con palabras. El lenguaje de la política exterior es pobre y abstracto, pero está impregnado de sangre; sirve de apoyo a los asesinatos de ambos lados.
7. Sentimos miedo, recurrimos a la inflación del armamento; sienten miedo, se arman hasta los dientes; la guerra es en exceso humana. De la naturaleza de nuestra raza se desprende el hecho de que la muerte del hombre por el hombre nos emociona más que cualquier otro acontecimiento. Junto a la prohibición de matar, aparecen el deseo y el ansia solapada de infringir el tabú. Moisés trajo del Sinaí el mandamiento de no matar, pero cuando vio que el pueblo adoraba al becerro de oro, mandó exterminar a los idólatras.
8. Pensemos en los hombres maduros de terno gris que ordenan que se recurra a las armas. Tienen ideales, son personas serias y dispuestas al sacrificio; sin duda, son capaces de sacrificar a millones de sus contemporáneos por sus ideas. Son realistas, su axioma es que, en determinados casos, hay que matar. Ellos serán quienes digan cuándo hay que hacerlo.
9. En los tiempos afortunados, la pluma pesa más que el arma. En realidad, nunca hemos conocido tiempos afortunados.
10. Te tragas la píldora de la causa justa que te brota de los poros de la piel como una lepra. La enfermedad se desarrolla así: utilizas muchos adjetivos cargados de odio y te vas embruteciendo gradualmente. Se te saltan las lágrimas por lo noble que es la muchedumbre de tus semejantes, sientes la gélida repugnancia por la ignominia de la muchedumbre diferente a ti.
11. Los jefes alzan cada vez más la voz; son cada vez más olímpicos en su noble indignación patriótica. Luego se cansan y se desploman, tras el orgasmo moral. Para las vociferaciones colectivas son necesarias las retóricas nacionalistas (o de otro tipo). Para poder ser perversos, tenemos que ser guerreros patrióticos (o algo semejante).
12. Hay que comprender la relación entre el orgullo humano colectivo y el suicidio colectivo. Cuanto más poderosa es una nación, más peligrosos resultan su orgullo nacional y la seguridad que tiene en sí misma. En las ideologías oficiales se pueden descubrir los medios intelectuales para el suicidio de la raza humana.
13. La utopía debe surgir de nuestra imaginación. Soy utópico porque el horror se ha vuelto trivial. A los burócratas del apocalipsis les da miedo hasta el olor de la utopía; esa palabra se torna irrisoria cuando la pronuncian ellos.
14. Junto con el principio de violencia, el principio de no violencia posee también su razón de ser. La guerrilla intelectual renuncia de buen grado a la violencia. Concentra todas sus fuerzas en emprender iniciativas de la mente. La resistencia intelectual no violenta precisa una gran disciplina de uno mismo y, por tanto, la ejerce una minoría; pero no carece de poder. Jesús debilitó más al imperio romano muriendo en la cruz que si hubiera matado a un centurión.
15. Es posible debilitar la fuerza moral de nuestros semejantes. Es más fácil convertir a un hombre en cerdo que un cerdo en hombre. El eterno consuelo de los canallas es que pueden conseguir que los demás hombres se conviertan en unos degenerados.
16. En los sitios en que los hombres piensan por sí mismos, me siento seguro. Cuanto más libre es la gente, más afable es. Nunca he tenido miedo en compañía de hombres libres.
Traducción: María Teresa Gallego e Isabel Reverte
György Konrad es un importante escritor húngaro, actual presidente del Pen Club. En noviembre de 1993, Ojarasca publicó los 134 aforismos que concentran su reflexión en torno a un tema que crece en pertinencia ante la guerra abierta. Esta es una selección de aquel texto extenso.