Armando Bartra
...Somos víctimas del verdugo, verdugos de la víctima.José Emilio Pacheco
Las torres gemelas en llamas son un Rocharch.
Y nosotros, los de izquierda, en cuanto vemos una atrocidad echamos mano del antiimperialismo y emprendemos el recuento de nuestras propias víctimas.
Es un acto reflejo. Un reflejo fundado.
Sólo que esta vez el imperio puso los primeros muertos. Y al comienzo nos desubicamos un poco. Como que no nos hallábamos en la inusitada coyuntura.
Por fortuna para nuestros automatismos ideológicos, la Libertad Duradera de George W. Bush está poniendo las cosas en su sitio. De nuevo podemos rebelarnos contra el belicismo prepotente del gobierno gringo y su cauda de muerte.
Las etiquetas de víctima y villano regresaron a su lugar y los antiyankis de abolengo remachamos nuestras convicciones.
Pero los muertos de Manhattan siguen muriendo. Y el repudio a la perversa aritmética del imperio no sirve para exorcizarlos.
Vaya para ellos este texto, antes de que los tambores de la nueva cruzada nos impidan escuchar a nuestros propios demonios.
Las víctimas se
vengan del verdugo. Los débiles hieren al poderoso. Lo hieren en
el corazón. Han golpeado sin clemencia al villano y fueron los míos.
Los míos descarriados, pervertidos y equivocados; envilecidos quizá,
pero los míos al fin.
Y la herida fue atroz, obscena.
Por eso, más allá del dolor
por los muertos inocentes, me duele la inocencia perdida. Nuestra inocencia.
Me duele alinear en un bando dispuesto a
matar de un solo golpe a seis mil personas indefensas. A un bando capaz
de la infamia con tal de cimbrar los símbolos del imperio y vengar
a nuestros muertos.
Y para pertenecer a este bando no hace falta
secuestrar aviones, basta aprobar con impúdico alborozo --o íntimo
asentimiento-- el que esta vez hayan muerto ellos y no nosotros.
Basta soportar con indulgencia las porras y pintas por Bin Laden en la
emblemática manifestación del 68.
No creo ser fanático ni fundamentalista.
Mucho menos terrorista. Pero doliéndome las víctimas me duelen
también los asesinos. Me duele la culpa compartida.
Cuantas ganas teníamos nosotros,
los de izquierda, de que los responsables fueran neonazis, de preferencia
güeros. O mejor todavía, halcones resentidos, generales
belicistas ocultos en los recovecos del Pentágono. Con qué
énfasis subrayamos que Bin Laden es un hombre de derecha, un anticomunista
entrenado y financiado por la CIA. Qué no hubiéramos dado
por que la pesadilla de Manhattan fuera una maquiavélica puesta
en escena del imperio. (Y lo será, a la postre, sólo que
ese es otro cuento).
Pero no. De arranque la masacre es obra
de los débiles, de las víctimas. De los ofendidos y humillados
que cobran venganza con espantosas armas de flaqueza. De los nuestros.
Cuando un puño de suicidas quema, asfixia, aplasta, empuja al vacío
a miles de inocentes; cuando un palestino con la bomba en el pecho hace
estallar un camión escuela; cuando el sembrador de vientos cosecha
siniestras tempestades, se confirma --claro-- que la prepotencia imperial
incuba respuestas desesperadas e infames. Pero ratificar convicciones antiimperialistasno
nos exime de responsabilidad por los crímenes.
Porque hoy el imperio puso los primeros
seis mil muertos. Y hay que ser muy cabrón para endosarle todas
las culpas al enemigo, cuando el enemigo sangra.
Manhattan Storm
La globalización que contaminó el centro de periferia y llenó el norte de sudacas y el occidente de orientales, ha llevado a Manhattan la guerra que antes se libraba extramuros.Ahora estamos a la intemperie.José Emilio Pacheco
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Ahora que el imperio ha comenzado
una cruzada planetaria que debe ser detenida, ahora, más que nunca,
debemos ser intransigentes con las infamias de nuestro propio bando:
¡No a la guerra imperialista!
¡No al terrorismo dizque justiciero!
Rechacemos el belicismo de las grandes potencias,
pero también las atrocidades de los ofendidos y humillados, la barbarie
de los débiles.
Se lo debemos a las víctimas de Manhattan,
los primeros seis mil muertos de la nueva guerra.