ojarasca 54  octubre de 2001

Beisbol en la calle
 
 

"Yo misma

busqué mi marido"
 

Pocos productores de café han podido sortear la crisis provocada por la caída de los precios internacionales como los mames que participan en las cooperativas agroecológicas que conforman el ISMAM (Indígenas de la Sierra Madre de Motozintla). Su perseverancia en el cultivo de un excelente café orgánico les ha permitido abrirse nichos en el mercado internacional y conservar susniveles de precios.

Ojarasca publica el testimonio de una de las impulsoras del ISMAM, Doña Luz, recogido en entrevistas y pláticas informales por Rosalva Aída Hernándeze incluido en su libro La otra frontera. Identidades múltiples en el Chiapas poscolonial, (CIESAS-M.A. Porrúa, 2001).

Rosalva Aída Hernández conoció a Doña Luz en uno de los multitudinarios festivales de aniversario de ISMAM: "Una mujer con un niño de unos dos años se sentó a mi lado. Era difícil calcular su edad, podría tener veinte o treinta años, la piel ajada por el sol la hacía parecer mucho mayor, pero su voz, sus movimientos y el brillo de sus ojos delataban su juventud. Su nombre era Luz.
"Por Luz pude conocer el trabajo de la Pastoral de la Mujer y la maneraen que las mujeres campesinas, mames y mestizas, han logrado que se
incluya en la plataforma programática de las cooperativas orgánicasla revaloración del trabajo de la mujer."



Mira, la verdad es que no sé la fecha exacta en que nací, mi mamá no sabía leer y no me registró, eso me ha dado problemas, porque no tengo acta y como vivo en la frontera luego nos detienen de migración y nos quieren mandar para Guatemala. Por eso ahora saqué la credencial de elector, por si me detienen poder mostrar algo, ahí le pusieron que tengo treinta años, algo así he de tener.

Mis papás también son nacidos acá, en la pura línea nacimos, los abuelos llegaron del otro lado, pero entonces era lo mismo. Si ahora apenas se ve en la montaña donde empieza un Guatemala y donde termina México, en aquellos tiempos imagínate, ni casetas de migración había. Mis abuelos hablaban el mame, pero mi mamá ya no lo aprendió, le tocó la prohibición y ya pura castilla habló, así que yo tampoco lo aprendí. A mi abuela, que todavía vive por allá por Niquivil, le entiendo un su poquito, ella habla revueltito un su poquito de español y un su poquito de mame. Para las representaciones del Festival tuve que aprender mis palabras en tokiol, algunitas ya las sabía, pero otras no. Cuando yo fui a la escuela ya todos mis compañeros hablaban puro español, sólo algunos papás o abuelos eran idiomistas. Sólo estudie tres años, apenas aprendí a leer un mi poquito, me sacaron porque tenía que ayudarle a mi mamá en la casa, tengo siete hermanos y había que echar tortilla y cuidar borregos. También me tocó bajar a las fincas como tres años seguidos, le ayudaba a mis papás, apenas tenía nueve años cuando bajé la primera vez. No me gustó, se vivía mal en las galleras y la comida estaba mala. Cuando cumplí trece años ya no quise bajar, me quisieron obligar pero no me dejé, que bajaran mis hermanos si querían, yo me iba a quedar a cuidar los borregos. Me pegaron duro esa vez, por contestona. De ahí endelante puro golpe fue, aprendí a decir que no y a aguantar a que me pegaran. Después me quisieron casar a la fuerza, como le hicieron con mi mamá, pero nada que me dejé. Me fueron a pedir los papás de un muchacho que vivía en una colonia cerca, llevaron su aguardiente, su pan, su galleta de animalito... y llevaron a un padrino que hablaba bien para que me pidiera, yo le dije a mi mamá "ni los recibas porque no me voy a casar". Pero los recibieron y aceptaron regalo y les hice pasar vergüenza porque en medio de todos dije que no me iba a casar, que no quería al muchacho y que apenas amarrada me iban a llevar. Esa noche me pegaron con chicote, duro me dio mi padre y mi mamá nomás silencia en un rincón. Ella me entendía porque a ella la casaron a la fuerza, así se usaba antes.

Yo misma busqué mi marido, él era catequista y yo también, los dos estábamos estudiando la palabra de Dios y analizando nuestra situación, ya teníamos conciencia y discutíamos sobre la pobreza de la Sierra y las injusticias de los ricos. De novios a él le gustaba mucho que yo participara y aprendiera, me ayudaba a entender las cosas. Así que me casé contenta pensando que ahora si había encontrado mi compañía. Después las cosas cambiaron, a él no muy le gusta que yo viaje, voy a talleres a Motozintla y ahora con el conflicto he estado yendo a San Cristóbal a los encuentros de mujeres, ya no le gusta tanto que yo participe.

Ese es el problema que tenemos en las cooperativas, hemos aprendido mucho: a cultivar respetando a la Madre Tierra, sin químicos que la dañen, a buscar salida a la pobreza en el trabajo colectivo, a estar orgullosos de nuestra cultura, a que no nos dé vergüenza decir que somos mames, que somos los indígenas de esta Sierra y se habla mucho de la dignidad de la mujer, pero a los compañeros todavía les cuesta apoyar a sus mujeres a que participen.

Necesitamos concientizarlos, hablar más con ellos, hacer talleres, para que entiendan que también nosotras somos personas, que juntos podemos avanzar más. Pero ya ves esa señora de aquí de Tonicanaque, su marido le pegó porque se quiso ir a la fuerza a un taller que hubo en Motozintla.

Por eso nosotras queremos que en Nan Choch se organicen talleres para que pensemos juntos cómo hacerle, cómo cambiar. Yo por eso a mis niños desde chiquitos los pongo a ayudarme, nada de que eso no es para hombrecitos, todos parejitos.... Hay muchas cosas de los antiguos que es bueno rescatar, pero también hay que cambiar las malas costumbres, a las mujeres de antes les iba muy mal, a la fuerza las casaban. Era la costumbre que en la pedida el papá chicoteaba a la mamá delante de los invitados por no haber cuidado bien a la hija, pues si el muchacho la había enamorado es porque la mamá no la había cuidado, era pura costumbre, aunque el papá estuviera de acuerdo en que la hija se casara, había que chicotear a la mamá para que la gente viera que el hombre se daba a respetar... imagínate.

La vida está muy difícil acá en la Sierra, sobre todo en estas colonias donde no se da el café, las verduritas que sembramos no nos duran mucho así que no le podemos hacer como los de ismam que venden su café fuera, sólo aquí abajo en Motozintla las podemos llevar. Ya abrimos un puesto en el mercado, los jueves, pero la gente no muy entiende lo orgánico, si ven que una verdura está más grande en otro lado, pues allá la compran aunque tenga pesticida. Por eso es que Nan Choch no muy crece como ISMAM, para nosotros es más difícil. Por eso es que yo creo que si las mujeres también nos organizamos y empezamos a trabajar la lana a lo mejor ayuda, ya no muy sabemos cómo cardarla y cómo tejerla, ese conocimiento se perdió, pero podemos aprender de las hermanas tzotziles de los Altos. Entre nosotras nos podemos ayudar, nosotras les enseñamos a criar sus borregos más sanos y a hacer su composta y ellas nos enseñan a tejer... se ve difícil, pero yo creo que sí se puede ¿no crees?

Entrevista: Rosalva Aída Hernández

 

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