El proceso de globalización mercantil y privatización de lo colectivo abre paso al capitalismo más salvaje que se ha conocido; avanza en nombre de abstractas divinidades e inalienables derechos de venganza, eufemismos al fin de conquista y enajenación del mundo a costa de lo que sea. En sus planes, el capitalismo realmente existente considera, oh, la eventual desaparición de naciones enteras ("daños colaterales", en la jerga pentagónica; que pregunten a los que quedan en Somalia, Irak, Ruanda, Bosnia, Sri Lanka, Afganistán, Chechenia: de la "limpieza étnica" a la "limpieza" a secas).
Las guerras imperiales de Estados Unidos, Inglaterra, Rusia (¿qué, no hay nada nuevo bajo el sol?) encuentran aliados formidables en sus enemigos favoritos, los saddames, binladenes, miloséviques, en las mafias y dictaduras: sus grandes socios en esta feria de sangre y negocios. Las motivaciones religiosas de la violencia se emplean para disfrazar las verdaderas causas del sometimiento y el exterminio: recursos preciosos, industria bélica, rutas del narcotráfico, especulación financiera.
Grandes días para la propaganda
vil, la manipulación del terror, el reciclaje de todo racismo posible.
Larga vida a la censura, la discriminación, la mentira "estratégica",
la obediencia debida. A menos que.
En los entresijos del planeta atónito se construyen resistencias, se tejen acuerdos y consensos, se piensa en la pluralidad como parte de las liberaciones nacionales. Los manifestantes paneuropeos en Génova; los Sem Terra brasileños; los shuar, mapuches y mayas que conmueven la geografía política y moral de América; las diásporas palestina, argelina, hindú, que están dando al mundo grandes pensadores, escritores, músicos.
Mientras lo oficialmente "universal" se basa en la exclusión, la explotación en sweat shops de Indonesia, Filipinas, Bangladesh, Malasia, México, y hasta las epidemias se globalizan, hay quienes construyen una alternativa. Del primer al tercer mundos, los indígenas, los migrantes, los proletarios, la intelectualidad despierta, las autoasumidas "minorías" sexuales, las juventudes, las mujeres, en incontables organizaciones civiles de nuevo tipo, mantienen vivo en lo particular el verdadero universalismo. La posibilidad de una globalización con rostro humano.
El tiempo apremia. Las vías alternativas deben conservar su vigencia.
Ante el desquiciamiento apocalíptico
de tirios y troyanos (que entre sí se reparten el sagrado monopolio
de la destrucción y sus herramientas), son la única salida
digna en el atroz encallejonamiento del siglo, y lo serán a pesar
del servilismo de capitales y gobiernos "nacionales" que son sucursales,
marionetas, pobres franquicias.
En octubre de 1989 apareció el primer número de México Indígena como mensuario independiente, que en otro octubre, el de 1991, se convertiría en Ojarasca, y a partir de 1997, en suplemento mensual de La Jornada. Doce años ininterrumpidos (o casi) de acompañar y documentar los mundos indígenas, las resistencias civiles, la civilización popular.