LA POLICIA, ¿EDUCADORA?
De
acuerdo con información publicada hoy en estas páginas, la
Secretaría de Seguridad Pública capitalina (SSP) desarrolla
un proyecto para dar instrucción en defensa personal, acondicionamiento
físico y prevención del delito y de las adicciones, entre
otras cosas, a niños y adolescentes del Distrito Federal. Por ahora
el programa está limitado a una veintena de niños y adolescentes
en una instalación policial del suroriente de la ciudad, entre quienes
se busca desvanecer "la mala imagen que hay de los uniformados", según
dijo Faustino Gómez Lira, director de la Fuerza de Tarea, popularmente
conocida como zorros. La trabajadora social del agrupamiento, Iris Cantú
Olvera, informó que a los participantes se les pide una copia de
su boleta de calificaciones con el propósito de "asesorarlos en
caso de que fueran mal en algunas materias".
La actividad referida podría parecer, en principio
y en abstracto, positiva y digna de encomio. Sin embargo, si se analiza
a fondo, surgen diversas aristas filosas. Para empezar, el problema de
imagen de las corporaciones policiales del país --las federales
y las locales-- no es un mero error de percepción de la ciudadanía;
la mala imagen obedece a los altos niveles de corrupción, autoritarismo,
prepotencia e impunidad que caracterizan, por desgracia, a tales instituciones.
En ese contexto resulta ineludible formularse las preguntas
siguientes: ¿Es correcto y adecuado que las corporaciones policiales
desempeñen, con todo y sus lacras actuales, el papel de educadoras?
¿Cómo garantizar que las actividades de formación
de adolescentes no caigan en manos de los elementos corrompidos e inmorales
--que son muchos-- de los cuerpos encargados de preservar la paz pública
y prevenir el delito? ¿Cómo evitar que los conocidos vasos
comunicantes entre las policías y la delincuencia organizada infieran
en programas como el Grupo de Participación Juvenil?
Con esos interrogantes en mente, resulta claro que el
actual no es el momento apropiado para implantar una idea que podría
ser positiva y edificante en el marco institucional de la policía
suiza, pero que en nuestro país resulta peligrosa y puede ser, a
la postre, gravemente contraproducente. En tanto no se cuente con una policía
preventiva realmente saneada, profesionalizada y depurada de sus malos
elementos, las actividades educativas de la institución orientadas
a niños y jóvenes pueden ser una espada de dos filos.
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