Lunes en la Ciencia, 22 de octubre del 2001



 

Historia natural del ántrax

Jalil Saab

Contrario a lo que muchas personas creen, una de las enfermedades más ampliamente descritas desde la antigüedad es el carbunco, mal de los trasquiladores, pústula maldita o ántrax. Moisés ya la menciona en el Exodo (9:9) y muchos autores clásicos como Homero, Hipócrates, Ovideo, Galileo, Virgilio y Plinio también hablan de ella. Tenemos referencias que nos describen devastadores brotes epidémicos durante el medioevo y en tiempos modernos. En el sur de Europa, durante los siglos 18 y 19, fueron muchos los rebaños y no pocas las personas que murieron debido a este mal infeccioso.

La enfermedad es producida por una bacteria, el Bacillus anthracis, un microorganismo que en ciertas condiciones es capaz de producir esporas muy persistentes que conservan su virulencia durante años, agazapadas en suelos contaminados, pasturas y otros materiales. Sus víctimas son, principalmente, animales herbívoros y las personas que están en contacto con la lana, la piel, los huesos o restos de animales infectados.

Dada la importancia económica de la ganadería, el ántrax o carbunco pudo ser la primera enfermanth2edad de humanos y animales que fue definitivamente atribuida a un agente patógeno, a un microorganismo específico. El francés Casimir-Joseph Davaine así lo demostró en 1863; Robert Koch lo aisló en 1876 y Louis Pasteur creó la primera vacuna bacteriana para combatir la enfermedad, en 1881.

Con lo anterior surge la bacteriología e inmunología moderna. Antecedente inmediato fue el desarrollo de la vacuna de la viruela lograda por Edward Jenner, en 1798, quien observó que los ordeñadores de vacas eran inmunes a la terrible enfermedad. En nuestros días, afortunadamente, la viruela ha sido erradicada, aunque se conservan cepas del virus en laboratorios de Estados Unidos y Rusia.

La infección de ántrax en el humano puede ser cutánea, pulmonar o intestinal. La forma más común es la presencia de un carbunco o pústula que se desarrolla rápidamente en una vesícula alargada con centro necrótico que puede generalizarse y producir una septicemia (envenenamiento de la sangre) fatal. Sin embargo, la versión más peligrosa es la infección pulmonar (produce necrosis hemorrágica), adquirida por la inhalación de esporas. Algunos de los síntomas que presentan los infectados son altas temperaturas, espasmos, trastornos respiratorios y cardiacos, convulsiones y, a los tres o cinco días la muerte del enfermo. Si la enfermedad es diagnosticada a tiempo puede ser tratada exitosamente con sueros antiántrax, derivados arsénicos y antibióticos.

En el pasado siglo XX se registraron menos de 20 defunciones por esta enfermedad en Estados Unidos. Los riesgos de infección para las personas que laboran en rastros, talabarterías y procesos textiles relacionados puede ser minimizados mediante esterilizaciones de los materiales potencialmente contaminados, mascarillas y ropas protectoras, locales con buenas condiciones sanitarias y, sobre todo, campañas sanitarias que detecten a animales enfermos. anth1

Por desgracia, este mal que parecía haber dejado de ser una amenaza para la humanidad, como lo fue la viruela, ha vuelto a estar en las primeras planas de los diarios debido a que la bacteria y sus esporas podrían ser utilizadas como armas biológicas, aprovechando criminalmente las características de virulencia y rápida evolución de la enfermedad que provocan. No obstante, es en extremo remota la posibilidad de que el ántrax se convierta en una epidemia generalizada. El tratamiento (vacunas y antibióticos) de las personas que estuvieron en contacto con la bacteria abate significativamente los riesgos.

Además, es crucial tener en cuenta el aspecto epidemiológico: se conocen los síntomas y modos de transmisión de estos patógenos, de lo cual está plenamente consciente la comunidad médica y científica del país, que cuenta con epidemiólogos y microbiólogos de estatura internacional.

El autor es jefe de la Unidad de Docencia del Instituto de Biotecnología de la UNAM

Imágenes originales del ántrax, tomadas por Robert Koch (1843-1910)

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