LUNES Ť 22 Ť OCTUBRE Ť 2001

ELENA PONIATOWSKA

Marta Portal, Revolución y literatura/ II

Ťvilla-y-doradosCuando conocí a Marta Portal le pregunté por qué había escogido el tema de la Revolución Mexicana. Me respondió que porque inauguraba una etapa en la novelística latinoamericana, la de la total independencia de los modos europeos. Hizo énfasis además en que la Revolución Mexicana era una fuente de inspiración no sólo en la literatura sino en los movimientos revolucionarios y libertarios de América Latina. Total, Marta pertenecía a todos estos jóvenes universitarios entusiastas que en la Complutense se habían apasionado por este fabuloso México nacionalista, pujante, capaz de levantarse en armas y lanzarse a la aventura teniendo al lado a un vecino poderosísimo e intervencionista con el que compartía una de las fronteras más largas del mundo, de casi 3 mil kilómetros. Escoger el combate revolucionario como punto de partida era una constante en los mexicanos de los veinte. El entusiasmo de los estudiantes españoles se manifestaba en una serie de ensayos sobre la Revolución. Después de todo, el mexicano Pancho Villa, quien mostró una intuición poco común para la publicidad, era el único que había logrado invadir Estados Unidos.

Por eso Marta Portal se propuso penetrar en el México de hoy para entender al México de ayer y emprendió el camino arriesgado de los villistas, que dinamitaban los trenes, y de los zapatistas, que cavaban zanjas en Morelos para que cayera el enemigo en trampas recubiertas de hojarasca. Marta habría podido extraviarse en esta jungla apretada de movimientos, lealtades y deserciones, en cambio nos dio su Proceso narrativo de la Revolución Mexicana, un libro importante e inesperado que abarca obras tan decisivas como La región más transparente y La muerte de Artemio Cruz, de Carlos Fuentes, y tan trascendentales como El llano en llamas y Pedro Páramo, de Juan Rulfo, sobre el que Marta habría de escribir más tarde un análisis semiológico.

"Me interesa sobre todo un aspecto: la actitud decepcionada y crítica en todos los novelistas de la Revolución. Quiero examinar si es una constante en la mentalidad mexicana", me dijo Marta Portal el jueves 26 de agosto de 1971. Inquirí a boca de jarro.

-Entonces, Ƒusted es contrarrevolucionaria?

-No, en lo absoluto -respondió airada.

-Entonces, Ƒpor qué quiere estudiar el aspecto más negativo? -insistí.

Ella, con sus ojos muy abiertos y el coraje que siempre le ha caracterizado, me dijo: "No creo que sea el aspecto más negativo. Precisamente con la crítica de la Revolución, el intelectual puede conseguir que la Revolución siga en marcha, que no se detenga. Si los novelistas fuesen unos señores muy satisfechos, yo diría que la Revolución es un fracaso.

"A través de sus novelistas, la veo como Revolución improvisada que se ha ido haciendo a sí misma, cuyo programa y cuyos ideales fueron dictados por la realidad y la necesidad más inmediata. La visión de los últimos años me la dan sus novelistas más recientes: Agustín Yáñez, Juan Rulfo y Carlos Fuentes, y ésta es mucho más escéptica que la de los primeros. En sus novelas expresan su desencanto en forma muy convincente. Nos comprometen más con su propio desencanto. Para mí, Rulfo es uno de los mejores novelistas contemporáneos. Una vez me preguntaron en una entrevista en España qué libro me gustaría haber escrito y dije: Pedro Páramo, y ya.''

Durante su estancia en la ciudad de México, Marta Portal completó la bibliografía iniciada en España y logró una confrontación testimonial con varios de los novelistas de la Revolución. Claro, Mariano Azuela, Francisco L. Urquizo, José Rubén Romero, Rafael F. Muñoz, Gregorio López y Fuentes y José Mancisidor ya habían muerto, pero Marta los revivió buscándolos en la prensa de la época y comprobó que la palabra revolución estaba viva, pero que muchos políticos se escudaban tras de ella para hacer sus fechorías.

Para la novelista e investigadora española que usaba camisas con iniciales, prendía sus cigarros con encendedor de oro y compraba sus carteras en Hermés, las declaraciones de un Pancho Villa íntimo debieron recordarle las de los play-boys encontrados en sus vacaciones en la Costa Azul o en Saint Tropez: "Tengo tres grandes vicios en el mundo: los buenos caballos, los gallos valientes y las mujeres bonitas". Cuando a Villa le gustaba una mujer, la raptaba. No se sabe con certeza cuántas mujeres tuvo, pero sí que se casó por la ley 75 veces. ƑNo podrían suscribir lo mismo Porfirio Rubirosa y Baby Pignatari?