lunes Ť 22 Ť octubre Ť 2001
Samuel Schmidt
Peter y la gobernabilidad
Se están haciendo un hecho cotidiano los destapes adelantados, casi como si los políticos creyeran que se estableció un nuevo paradigma de la política conocido como foxización y que consiste en romper con los tiempos políticos.
Está uno empezando a perder la cuenta de los gobernadores que se creen aptos para la Presidencia de la República. Finalmente, como la mayoría se rodea de lacayos que se dedican a recordarles constantemente lo buenos que son, y como llegan a controlar a la prensa de sus estados que les recuerda a diario que todo lo que hacen está bien, no es difícil que lleguen a la conclusión de que el mejor solamente está destinado al puesto más elevado y que cada uno de ellos es, por supuesto, el mejor.
Y no está mal que la autoestima de los gobernantes sea elevada, así por lo menos nos ahorramos al siquiatra y a la sicóloga, pero fuera de lo estrictamente personal, este fenómeno está produciendo un serio problema.
Hace unas semanas un diputado panista destapó -tres años antes- a tres precandidatos a la gubernatura de Chihuahua: uno es subsecretario de la Contraloría, otro es uno de los empresarios más beneficiados durante la gubernatura de Francisco Barrio y el tercero fue representante de Barrio en Ciudad Juárez, fue alcalde de la ciudad y ahora está demandado por peculado y delitos electorales. Lo que se esconde detrás es que -con la venia del senador amenazante- Barrio ha enviado mensajes desde hace varios años sobre su interés en la Presidencia, y al parecer ganar la gubernatura para su grupo parece ser un escollo en el camino que se tiene que superar. Esto es lo que causó -en parte- algo del ruido sobre la anulación de las elecciones en Ciudad Juárez; para el grupo llamado "familia feliz", Ciudad Juárez es parte del ajedrez que lleva a la Presidencia.
No tiene nada de censurable la ambición de los políticos. Por el contrario, es hasta muy sana, el único problema consiste en que en las actuales condiciones del país esta carrera desenfrenada por el poder está introduciendo una turbulencia innecesaria.
Los gobernantes están cayendo en el "principio de Peter", que sostiene que cuando alguien se ocupa más por dar el salto que por cumplir eficientemente con las tareas que tiene encomendadas se pone en un cierto nivel de incompetencia. El gobernador de Zacatecas, Ricardo Monreal, está tan preocupado por ganar la Presidencia, que al parecer le presta mucha más atención a la restructuración del Partido de la Revolución Democrática, lo que parece ser una condición para ganar la candidatura. Es muy difícil bailar con dos a la vez y necesariamente con alguna quedará mal; lo grave es que quede mal con Zacatecas, porque fue electo para gobernar y no para promoverse.
Al desfasarse los tiempos políticos, las campañas se vuelven personalistas y terminan ubicándose en el terreno de la confrontación personal. El demandado alcalde de Ciudad Juárez, que empezó su campaña para gobernador seis años antes, basó su carrera en atacar al gobernador. Esto introdujo un clima de confrontación en la ciudad, que hoy lleva a mucha gente a verse en una situación de guerra que obstaculiza el desarrollo de proyectos tan sencillos como la introducción de agua y drenaje.
Parece obvio lo incómodos que están los partidos políticos frente a estos adelantamientos, porque perturban las necesidades políticas de corto y mediano plazo y obligan a orientar las energías partidistas en proyectos cuya solución puede esperar, porque, además, la maduración de los procesos políticos beneficia al partido y sus proyectos políticos. Parte de la pugna por la presidencia del PRI consiste en que a partir de ésta se están perfilando los políticos para la elección del 2006. Imagínese usted si cada nominación de candidato a gobernador tuviera que medirse con el rasero de la Presidencia de la República; los grupos locales se verían avasallados y se estarían discutiendo agendas políticas totalmente ajenas a las necesidades locales.
Es por esto que el personalismo y la ambición extrema lleva directo a serios problemas de ingobernabilidad. La sociedad reacciona frente a las acciones de los gobernantes y, cuando éstos envían los mensajes equivocados, reciben las reacciones equivocadas. Aquí está en parte la causa del bajísimo nivel de votación, porque por medio de la abstención la sociedad está expresando lo poco que representa la política para ella, ésta se ha convertido en una guerra entre políticos y le deja pocas o nulas posibilidades de influencia a la sociedad. Aún más, la situación de guerra político-económica que estamos viviendo le exige al ciudadano que se defina respecto a alguien, aunque la recompensa para él es inexistente; los valores ideológicos han sido pospuestos.
Lo más grave del asunto es que, como bien se deja ver, los grandes intereses que controlan las ciudades, los estados y el país, seguirán controlando los asuntos públicos independientemente de quién gane las elecciones; luego entonces esta guerra entre políticos es para ver quién se lleva las migajas que económicamente resultan ser muy atractivas, como lo corroboran las historias de corrupción. En Ciudad Juárez son simplemente increíbles, y le aseguro que ahí donde usted lea este artículo, seguramente habrá historias fabulosas sobre la riqueza de los gobernantes, sus hermanos, parientes y socios, y aunque éste parece ser otro tema, finalmente parece ser la savia de la política mexicana.