lunes Ť 22 Ť octubre Ť 2001
Iván Restrepo
La salud y la contaminación del aire
Devra Lee Davis es una distinguida profesora estadunidense dedicada a estudiar la contaminación atmosférica. Se le comenzó a conocer en otros países en agosto pasado, al divulgar la revista Science los principales frutos de una investigación que desarrolló junto con otros colegas en cuatro metrópolis de América: Santiago, México, Sao Paulo y Nueva York. La principal conclusión a que llegaron es que la contaminación atmosférica causada por el humo emanado de los vehículos automotores y las fábricas causa cada año miles de muertes en el mundo. Estiman que fallece más gente por esa causa que por accidentes de tránsito. Agregan que el ozono, el dióxido de carbono y otros gases provenientes de combustible fósil pueden afectar el clima en las próximas décadas, y en la actualidad ya son una amenaza para la salud pública.
Lee Davis confirma lo que algunos especialistas mexicanos, como el doctor Fernando Cano Valle, Eduardo Palazuelos y Humberto Bravo, establecieron oportunamente: que el consumo de gasolina por el parque vehicular y el uso de carbón en diversas actividades industriales origina numerosas muertes prematuras por asma, enfermedades cardiacas y desórdenes en los pulmones. Por ello, señala Lee Davis, la importancia de que quienes legislan en materia de energía y tecnología entiendan que cada paso que den en esos rubros tiene efecto directo en la salud de la gente: a mayor ablandamiento de las medidas para regular el uso de energéticos y de sistemas tecnológicos sucios desde el punto de vista ambiental, más muertes y enfermedades. No se trata, como quieren hacer creer con simpleza los defensores de las grandes trasnacionales que manejan el mercado de los hidrocarburos, el carbón y la tecnología, de garantizar el libre mercado por sobre todas las cosas: éste tiene efectos indeseables en la población e incide en los sistemas de salud de los gobiernos, financiados básicamente con los impuestos que pagan los ciudadanos.
Hay suficientes pruebas de que si se adoptan nuevas tecnologías que limiten el uso de hidrocarburos y la emanación de diversos gases que alteran la calidad del aire, se salvarían miles de vidas en Sao Paulo, Nueva York, México y Santiago. Miles también no tendrían los problemas que ocasiona la bronquitis crónica. Mientras la administración Bush da manga ancha a las grandes corporaciones, los especialistas advierten que, por ejemplo, las políticas para mitigar los efectos de los gases de invernadero, causantes del cambio climático, pueden traer sustanciales e inmediatos beneficios a más de tres mil millones de personas que residen en las zonas urbanas. El solo hecho de reducir el consumo irracional de combustibles derivados del petróleo genera beneficios apreciables en la salud de la población expuesta.
En este campo, comienza a tener mayor importancia el estudio de las partículas más pequeñas que se encuentran en el aire. El doctor Jonathan Samet, de la Escuela de Salud Pública de la Universidad Johns Hopkins, reconoce que las partículas muy finas, como los nitratos de los escapes de los automóviles y los sulfatos provenientes de la combustión de carbón, pueden penetrar las vías respiratorias y lesionar el tejido pulmonar. Todos los estudios elaborados en Estados Unidos, México y otros países con ciudades densamente pobladas apuntan en el mismo sentido y advierten cómo en las áreas metropolitanas donde las autoridades no controlan las fuentes de emisión de dichos contaminantes hay un aumento en las enfermedades cardiovasculares y respiratorias que llegan a causar la muerte. Por ejemplo, por cada aumento de 10 microgramos por metro cúbico en la concentración diaria de las partículas finas (las que miden menos de 10 microgramos, y un microgramo es la millonésima parte de un gramo) se incrementa el riesgo de muerte por todas las causas en casi la mitad. Los expertos de Estados Unidos y Francia han logrado aproximaciones sobre ese incremento en el caso de las enfermedades del corazón y los pulmones.
En México el problema que causa en la salud la contaminación ambiental no se refleja plenamente en las estadísticas epidemiológicas, deficientes todavía. También son pocos los estudios puntuales sobre el tema. Mientras, brillan por su ausencia las medidas que vayan al origen del problema: un modelo de crecimiento, que no de desarrollo, depredador de recursos naturales y de la salud pública.