LUNES Ť 22 Ť OCTUBRE Ť 2001

Walden BelloŤŤ

Cómo perder una guerraŤ

Después de más de diez días de bombardeos, parece que en la guerra entre Estados Unidos y Osama Bin Laden, el segundo va a la cabeza. Washington no ha logrado ningún resultado de valor táctico o estratégico. En cambio, los bombardeos, que han matado a muchos civiles, empeoraron la posición estratégica estadunidense en el sudoeste y en el sur de Asia, alterando la estabilidad de los regímenes pro estadunidenses en el mundo musulmán. Un régimen fundamentalista radical es ahora una posibilidad real en Islamabad, mientras Washington enfrenta la desagradable sorpresa de verse obligado a hacer de fuerza policial entre una elite saudita cada vez más aislada y una población de jóvenes recalcitrantes que consideran héroe a Bin Laden.

En el resto del mundo en vías de desarrollo, mientras tanto, el shock por el asalto del 11 de septiembre está dejando lugar a la desaprobación de los bombardeos estadunidenses y, cosa que preocupa aún más a Washington, al surgimiento de Bin Laden en la conciencia pública como un cuzco irascible que corretea hábilmente en torno de un grandulón capaz de contestar sólo de una manera: con una tremenda venganza.

Visiblemente, Washington y Londres están perdiendo la guerra de propaganda. Su esfuerzo por pintar la campaña militar como un conflicto entre la civilización y los terroristas se ha transformado en cambio en una cruzada de los hermanos anglosajones contra el mundo islámico. La campaña de relaciones públicas del primer ministro Tony Blair para que Gran Bretaña sea un partner al mismo nivel en la guerra ha sido tan estridente que incluso el ministro de Asuntos Exteriores de Bélgica, país que en este momento tiene la presidencia de la Unión Europea, se sintió en la obligación de criticar a Blair por comprometer los intereses de la UE.

Muchos han teorizado que el ataque del 11 de septiembre habría tenido como objetivo inducir a Estados Unidos a una guerra de intervención en Oriente Medio, a fin de encender al mundo musulmán. Verdadero o no, los bombardeos estadunidenses en Afganistán han creado precisamente esta situación. Líderes moderados de la comunidad musulmana tailandesa, habitualmente tranquilos, ahora manifiestan abiertamente su apoyo a Bin Laden. En Indonesia, alguna vez considerada un modelo de islamismo tolerante, un reciente sondeo reveló que la mitad de los entrevistados piensa que Bin Laden es alguien que lucha por la justicia, y menos de 35 por ciento lo considera un terrorista.

El apoyo mundial que el presidente estadunidense George W. Bush ha recabado es ilusorio. Es cierto que muchos gobiernos dieron su apoyo al llamado del Consejo de Seguridad de la ONU para una campaña global contra el terrorismo, pero cuando llega el criterio decisivo de ofrecer tropas y armas para combatir al lado de los británicos y los estadunidenses, se vuelve a la obstinada alianza occidental de la guerra fría.

Los ataques del 11 de septiembre fueron horripilantes y atroces, pero, desde cierto punto de vista, Ƒqué se podría decir si hubieran sido una simple variante de la teoría del "foco" del Che Guevara? Para Guevara, el objetivo de una arriesgada acción de la guerrilla es doble: desmoralizar al enemigo y reforzar la propia base popular, llevándola a participar en una acción para demostrar que el poder del gobierno es realmente vulnerable. El enemigo, en ese punto, es provocado a una respuesta militar que posteriormente debilitará su credibilidad, en una batalla que es esencialmente política e ideológica.

Para Bin Laden, el terrorismo no es un fin, sino un medio para conseguir cierto fin. Y ese fin es algo con lo cual ninguna retórica de Bush sobre la defensa de la civilización por medio de los bombardeos de represalia puede competir: una visión de una Asia musulmana sin economía estadunidense, poder militar o elite de poder impuestos, y devuelta a la justicia y a la santidad islámicas.

Sin embargo, Washington no estaba precisamente desarmado para una guerra ideológica. Hubiera podido responder a los ataques del 11 de septiembre de una manera que habría atenuado el appeal político e ideológico de Bin Laden, y abierto una nueva era en las relaciones entre Estados Unidos y el mundo árabe. Antes que nada, hubiera podido prometer una acción militar unilateral y anunciar al mundo que elegía la vía legal para hacer justicia, sumando pacientes investigaciones a escala multinacional y diplomacia, con la utilización de mecanismos aceptados internacionalmentecomo la Corte Internacional de Justicia. Estos métodos pueden tomar mucho tiempo, pero funcionan.

Luego Estados Unidos hubiera podido anunciar un gran cambio en su política para Oriente Medio: el retiro de sus tropas de Arabia Saudita; el fin de las sanciones y de las acciones militares contra Irak; apoyo decisivo para la creación inmediata de un Estado palestino, y llamados a Israel para terminar inmediatamente con los ataques contra la comunidad palestina.

Si Estados Uindos hubiera tomando ese camino, en lugar de apoderarse de las leyes, como es su costumbre, habría emergido como ejemplo de gran potencia que muestra moderación, y habría abierto camino a una nueva era de relaciones entre pueblos y naciones.

El instinto de un pasado imperialista y unilateral, en cambio, ha prevalecido al punto, que el derecho al disenso y el derecho a la diversidad democrática -que fueron fuertes atractivos ideológicos de la sociedad estadunidense- se ven amenazados de manera fundamental por personajes "ley y orden", como el secretario de Justicia John Ashcroft, quien aprovecha la crisis actual para sacar adelante su propia agenda autoritaria, precedente al 11 de septiembre.

Washington se ha colocado en una situación sin posibilidad de victoria. Si mata a Bin Laden, lo hará un mártir. En caso de capturarlo vivo, lo convertirá en centro de la resistencia musulmana, mientras que la pena de muerte sería de hecho obstaculizada por la probabilidad de las revueltas masivas que estallarían en el mundo musulmán. Si no consigue capturarlo o matarlo, le asegurará un aura de invencibilidad, como un favorito de Dios cuya causa es entonces justa. Con todo lo irónico y perverso que pueda parecer, el conflicto Washington-Bin Laden se está convirtiendo en una batalla del espíritu contra la materia, la virtud y la fuerza.

 

Ť Texto publicado el 19 de octubre en Il Manifesto.

ŤŤ Walden Bello, una de las figuras más importantes del movimiento antiglobalizador, es profesor de sociología y administración pública en la Universidad de Filipinas y director ejecutivo de Focus on the Global South, programa del instituto de investigaciones sociales de la Universidad de Chulalongkorn, de Bangkok.

Traducción: Alejandra Dupuy