DOMINGO Ť 21 Ť OCTUBRE Ť 2001

Ť Kabul retiró de la frontera a 6 mil milicianos para utilizarlos en Mazar-e-Sharif

Alivia la ofensiva de la Alianza del Norte el temor en Uzbekistán a una agresión talibán

Ť El régimen islámico afgano le declaró la jihad a Tashkent por su apoyo a Washington

JUAN PABLO DUCH ENVIADO

Tashkent, 20 de octubre. La ofensiva de la opositora Alianza del Norte sobre la estratégica ciudad de Mazar-e-Sharif, en la parte nor-occidental de Afganistán y a tan sólo 60 kilómetros de la frontera con Uzbekistán, ha tenido ya un efecto positivo para este país, amenazado por la jihad que le declaró el régimen talibán por su apoyo logístico a Estados Unidos.

La milicia talibán, según comentó a La Jornada una fuente del Ministerio de De-fensa uzbeko, se vio obligada a retirar de la divisoria con Uzbekistán a cerca de 6 mil hombres para utilizarlos en el frente de guerra de Mazar-e-Sharif, que intentan tomar las tropas del general Rashid Dostum, de origen uzbeko.

Esta reubicación de los combatientes talibanes, cuya punta de lanza en la región son los militantes del proscrito Movimiento Islámico de Uzbekistán, se interpreta aquí como un respiro.

Se mantiene, no obstante, la tensión en la franja fronteriza, de 137 kilómetros de ex-tensión. Podría incluso aumentar en caso de que la milicia talibán, al ser expulsada de Mazar-e-Sharif, logre replegarse a la ciudad de Jairaton, separada de suelo uzbeko tan sólo por algunos escasos kilómetros y el río Amudari.

afghanistan_attacksTodo dependerá de cómo evolucionen los combates en los próximos días, así como de los esfuerzos para fracturar la resistencia talibán, mediante el ofrecimiento de fuertes sumas de dinero a los jefes milicianos.

Aunque la embajada de Estados Unidos declinó confirmar el hecho, en medios af-ganos de Tashkent se comenta que la mi-sión de provocar deserciones en talibanes está a cargo de un grupo de asesores estadunidenses, en su mayoría expertos en operaciones encubiertas de la CIA, que se instaló en el punto de mando de Dostum.

Las inyecciones de dinero buscan hacer cambiar de bando a los responsables de grupos pequeños, pues los comandantes de mayor rango, que muchas veces son los propios jefes tribales, durante años se han beneficiado de la "tolerancia" del gobierno talibán respecto del fabuloso negocio que han hecho del tráfico de drogas.

Extenuados por 22 años de guerra civil, los campesinos afganos, como única forma de subsistencia para un millón y medio de ellos, abandonaron los cultivos tradicionales ?el trigo, el maíz y otros? en favor de una planta que les representaba ingresos ligeramente superiores, aunque apenas suficientes para dar de comer a sus numerosas familias: la adormidera verde o cardosanto, la planta que sirve de base para elaborar el opio y la heroÌna.

Los jefes tribales, al fijar el precio, no dejaban opción a los campesinos y se quedaban con casi toda la ganancia, tras vender la cosecha a los narcotraficantes. Estos, a su vez, pagaban un peculiar "impuesto" a Kabul, que le representaba ingresos cercanos a los 200 millones de dólares anuales.

El opio y la heroína, cuyos precios se han disparado por la guerra, siguen siendo transportados incluso ahora por las fronteras de Turkmenistán y, en menor medida, de Tadjikistán, hacia Rusia y, de ahí, al resto del mundo.

Por ello, en la parte norte de Afganistán los comandantes de mayor rango de la milicia talibán tienen razones para seguir lu-chando contra tropas de Dostum, a menos que sean traicionados por sus subalternos. Si ello no sucede y tampoco sufren una derrota demoledora, la posibilidad del repliegue hacia la frontera con Uzbekistán es muy factible.

En el Ministerio de Defensa local se asegura que Uzbekistán está preparado para repeler una eventual guerra santa de su vecino país. Se argumenta que la frontera se reforzó desde mediados de septiembre con tres cinturones de seguridad, y que aviones de combate y helicópteros están listos para entrar en acción desde la cercana base militar de Karchi.

Fuerzas armadas bien equipadas

El ejército de Uzbekistán, de acuerdo con la información que pudo recabar este sábado La Jornada, cuenta con cerca de 70 mil efectivos, una cifra reducida para los 25 mi-llones de habitantes que tiene y que podría elevarse en cualquier momento de ser necesario movilizar a civiles.

Potencialmente, conforme a estimaciones de julio pasado, hay 6 millones 550 mil hombres entre los 15 y los 49 años de edad.

En cuestión de armamento, está bien equipado: dispone de 370 tanques, 270 unidades de artillería, 300 carros blindados, 26 bombarderos SU-17 y 23 SU-24, un número similar de bombarderos SU-25 y aviones de combate Mig-29, así como 40 helicópteros de combate MI-24 y poco menos de medio centenar de helicópteros de transporte MI-8.

Prácticamente la totalidad del armamento es de fabricación rusa y, se afirma con orgullo, ninguna pieza fue regalada por Moscú: todo se adquirió mediante riguroso pago.

El país está dividido en cuatro distritos militares y, contrariamente a lo que podría pensarse, la frontera con Afganistán no es la única zona que recibe tratamiento prioritario en este momento.

La capacidad de respuesta del ejército uzbeko, sumada a dos factores adicionales a su favor (toda la insfraestructura de guardafronteras heredada de los tiempos soviéticos, que se mantiene intacta), incluido el alambre de púas, y la barrera natural que significa el río Amudari, serían suficientes para rechazar una primera incursión de los efectivos talibanes.

Todo ello, con la confianza de que, en caso de sufrir un descalabro, se podría recurrir a las fuerzas de despliegue rápido estacionadas en la base de Hanabad y a la aviación estadunidenses, sabedores los uzbekos que Moscú también ofrecería enviar tropas, como oportunidad para contrarrestar el creciente acercamiento entre los gobiernos de Tashkent y Washington.

Resulta muy significativo que el estado mayor, con sede en esta capital, haya reforzado también las fronteras con Turkmenistán,Tadjikistán y Kirguistán, por donde se teme pudieran realizarse incursiones de grupos armados de radicales islámicos uzbekos, que tuvieron que refugiarse en Afganistán.

Uzbekistán tiene con Turkmenistán mil 621 kilómetros de frontera virtualmente transparente, y con Tadjikistán son mil 161, en algunos sectores minados, pero en mu-chos otros desprotegidos por las facilidades que da la orografía.

Y con Kirguistán la divisoria llega a mil 99 kilómetros, y si bien este último país no tiene frontera con Afganistán, sí la tiene con Tadjikistán, y por ahí ya han entrado combatientes islámicos en años pasados.

Esto hace que Tashkent esté muy atento a cuanto sucede en el valle Fergan, principal base de apoyo de los integristas uzbekos.