Ť Riad niega su apoyo abierto a Washington por temor a enfurecer al pueblo
Aumenta en Arabia Saudita la simpatía por Bin Laden y su organización Al Qaeda
Ť La población crece 3% anual, aumenta la pobreza y el petróleo ya no beneficia a todos
AP
Medina, Arabia Saudita, 19 de octubre. La monarquía saudita se niega a colaborar abiertamente con Estados Unidos en su guerra contra el terrorismo por temor a enfurecer a un sector de su población que recela, cuando no odia, a Occidente y ve con gran simpatía el integrismo de visionarios reformadores co-mo Osama Bin Laden.
En esta ciudad el peregrinaje y la plegaria son su principal industria, aunque abundan también las camisetas con el nombre de las motocicletas estadunidenses Harley-Davidson, los discos para recepción de televisión vía satélite y los comercios electrónicos en los que radios y otras mercancías electrónicas repiten los versículos del Corán a corta distancia de la Mezquita del Profeta, flanqueada por 10 minaretes y desde la cual el muecín llama a los fieles a postrarse en oración cinco veces al día.
Esta mezcla de austeridad religiosa y consumismo occidental en la ciudad que alberga la tumba de Mahoma, asaltada ya en el siglo XIX por otros integristas que consideraban sus riquezas y minaretes una frívola ostentación, sintetiza el mundo conflictivo de Arabia Saudita, agudizado desde los ataques del 11 de septiembre contra el World Trade Center, en Nueva York, y el Pentágono, en Washington.
Un país que es uno de los mejores aliados de Estados Unidos en el mundo árabe es a la vez uno de los que más apoyaron al régimen talibán afgano que abrió sus brazos a Bin Laden, hijo de una acaudalada familia de origen yemení y que odia despectivamente a la familia real de cuyo linaje tomó el país su nombre.
El reino despojó a cambio a Bin Laden de su nacionalidad y ha descubierto, consternado, que muchos ciudadanos respaldan el quehacer y lo que Bin Laden significa.
El príncipe Nayef, quien es también mi-nistro del Interior saudita, reconoció el problema en unos comentarios difundidos el jueves por la agencia noticiosa oficial del reino, cuando tras referirse a los terroristas que viven en "sus cuevas y túneles", agregó que "desgraciadamente, hemos constatado que en nuestra nación hay quienes simpatizan con ellos".
Para los gobernantes sauditas fue un duro golpe admitir las afirmaciones estadunidenses de que eran sauditas por lo menos nueve de los 19 sospechosos de haber asaltado los aviones utilizados en los ataques que causaron más de 5 mil muertos, hecho que es im-posible, mantiene oficialmente la autoridad del reino, y se apresura a proclamar que no hay pruebas de ello.
Ahora, mientras muchos de sus ciudadanos fustigan a Estados Unidos por el tratamiento que en su opinión dispensa Israel a los palestinos, Washington pide al monarca de Riad que se sume a la coalición internacional contra el terrorismo.
La monarquía saudita, aunque condenó los ataques del 11 de septiembre, se niega a que sea utilizado su territorio para atacar a Bin Laden y el régimen talibán afgano, para no enfurecer a muchos de sus ciudadanos y los creyentes de otros países.
Esa dicotomía quedó nuevamente ilustrada cuando el príncipe saudita Alwaleed Bin Talal dio a Nueva York un cheque por 10 millones de dólares y el alcalde de la ciudad Rudolph Giuliani lo devolvió porque el donante ligó los ataques terroristas con "nuestros hermanos palestinos... degollados a manos de los israelíes".
Pero al parecer los gobernantes sauditas tienen incluso un problema mayor con su propia opinión pública.
Ante la falta de sondeos de opinión en este reino autocrático, es difícil calibrar la popularidad de Bin Laden. Sin embargo, Ali al Ahmed, director del Instituto Saudita con sede en McLean, Virginia, Estados Unidos, cree que el integrismo islámico del multimillonario atrae incluso a ciertos miembros de la realeza saudita.
Más alarmante es, agregó, que la juventud, cada vez más desencantada, es atraída a la causa extremista.
De los 15 millones de sauditas, 43 por ciento tiene menos de 14 años y la población crece más de 3 por ciento anual. La riqueza petrolera no es ya suficiente para beneficiar a todos y el desempleo es calculado en 14 por ciento.
"Ahora carecen del dinero para comprar al pueblo ?dijo Al Ahmed, detractor de larga data de la realeza saudita?. Así que tienen que hacer algo diferente. Tienen que dar al pueblo una mayor voz en el gobierno o tienen que recurrir a la fuerza".