Ť Teresa del Conde
MAM: 4a2g /I
En estricto sentido, la exposición Cuatro artistas, dos generaciones inaugura el programa de muestras temporales correspondiente a la nueva etapa del Museo de Arte Moderno. Es una buena exposición y va acompañada de un catálogo impecablemente editado, lástima de lo siguiente: en su loable celo institucional la presidenta del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CNCA) cree y así lo deja saber por escrito en la introducción al mismo, que el MAM ha sido objeto de una reapertura. Que yo sepa (felizmente) nunca ha estado cerrado durante el año que corre, ni tampoco, de momento, es objeto de una renovación a menos que consideremos que ésta vio sus prolegómenos a mediados de 1990, época en que el recinto había caído en su nivel más bajo desde 1964 en que abrió sus puertas.
Por tanto, hay una falta absoluta de memoria histórica reciente en la siguiente observación de la guapa y fotogénica funcionaria de los no felices discursos, que hace pocos días se refirió a ''la estética de la belleza''. Anotó: (el museo) ''busca recuperar su capacidad de convocatoria plural e interdisciplinaria''. Exposiciones como Retrospectiva de Vicente Rojo, la de los ocho escultores mexicanos a fin del milenio, la de Naturaleza y paisaje, la de pintura figurativa de Londres, la del acervo del MoMA neoyorquino de pintura latinoamericana, la de los museos de Ohio, la de la Colección Marte R. Gómez, la de arte objeto Diálogos insólitos, las fotográficas de Cartier Bresson, Sebastião Salgado y Héctor García, etcétera, dieron cuenta no sólo de pluralidad, sino de amplia capacidad de convocatoria, puesta de relieve incluso a través de una muestra tan importante como lo fue Diego Rivera, Arte y Revolución, cuyo curador fue el actual director del recinto, Luis Martín Lozano.
Este está en lo justo al señalar en su estudio introductorio, que tanto el pintor García Correa, como Teresa Velázquez y Víctor Guadalajara, habían tenido incursiones en las propias colectivas del museo, además de que Franco Manterola estuvo a un tris de tenerla. Tampoco estuvo afortunado Ignacio Toscano al anotar que la propuesta de la actual exposición (o toda propuesta contemporánea) ''implica un riesgo y una osadía'', pues la verdad es que la exposición a la que me refiero, siendo de muy buen nivel, no conlleva más osadía -y está bien- que la implícita en el dicho evangélico ''muchos son los llamados y pocos los escogidos''.
Es acertado que la muestra sea escueta en cuanto a participantes. Todavía recuerdo con beneplácito la exposición Tres voces, tres ámbitos en la que ofrecieron convergencia Irma Palacios, Ilse Gradwhol y Victoria Compañ durante los años ochenta, aunque la museografía dejó qué desear, cosa que ahora no sucede. De ellas las dos primeras tuvieron posteriormente muestra individual en el MAM, la tercera no, debido a su consuetudinaria renuencia a entablar diálogo.
Una objeción más: si fuera cierto que una de las preocupaciones actuales del INBA está referida a la promoción del arte contemporáneo, la muestra a la que me refiero gozaría de mejor propaganda. La visité por primera vez el pasado jueves 4 y aparte de que tuve la fortuna de encontrarme con Teresa Velázquez, que se mostró contentísima de verme allí, apenas había en la sala un espectador más, aparte de los custodios, que en ese lapso padecían casi status de inventario, ya que parecían estatuas vivientes, dada la solemnidad y quietud con la que cumplían su deber.
Tengo una objeción a la selección de pintores: Teresa Velázquez, cuyas obras me parecen de primer nivel, y ya me referiré a ellas en una posterior colaboración, no encaja del todo con sus tres compañeros. Imagino que se presentó la necesidad de incluir a una mujer y que -dados sus indudables méritos- se pensó en ella. Pero creo que hubiera convenido esperar a conjuntarla con quienes cultivan la no figuración bajo aspectos filosóficos o bien con abstractos que hasta el momento no han incursionado sino esporádicamente en las colectivas.