MELON
Cosas del maestro
Ť Luis Angel Silva
EL COMPOSITOR VERACRUZANO Mario Ruiz Armengol recibirá un homenaje el domingo 14 a las 12 horas en el Auditorio Blas Galindo del Centro Nacional de las Artes. Allí varias de sus obras serán interpretadas por el Dúo Tarásova-Rivero Weber, Luz María Puente, Antonio Tornero, Mariana Alvarez y Evaristo Enríquez.
MAS ALLA DEL homenaje, no tomaré el atajo del elogio fácil y empalagoso que tanto le molesta a esta gloria musical de México. Un genio que ha sido llamado Mr. Harmony (señor armonía) y que aquí en su patria no ha sido reconocido como se merece.
EMPEZABA A SER parte del grupo que me vio nacer como sonero. Al celebrarse el día de Santa Cecilia, patrona de los músicos, los Guajiros del Caribe me obligaron a asistir a un concierto que se celebró en el Teatro Metropólitan, donde Mario Ruíz Armengol presentaría, en compañía de una gran orquesta conformada por los mejores músicos de aquella época, obras que había escrito especialmente para tan significativa ocasión.
LO RECUERDO COMO si fuera hoy, tocando con su boina y dirigiendo con la prestancia, clase y categoría que lo han caracterizado, por lo menos en cuanta ocasión he podido admirarlo, y, con el paso del tiempo, también formar parte de sus grupos en grabaciones o tenerlo como director artístico.
EN ESE DIA inolvidable, sin darme cuenta la emoción me envolvió y durante gran parte de su actuación me convertí en una Zarzamora, solo que no lloré por los rincones, sino sentado en mi butaca. No recuerdo si fue Suite jarocha o Mosaico veracruzano, pero algo lleno de calidad. Esa fue la primera vez que lo vi y el impacto fue tremendo.
PASARON VARIOS AÑOS y este su acere se había convertido en un elemento familiar en la RCA Víctor, tocando maracas para los tríos, güiro para grupos y orquestas, o haciendo coro para las figuras exclusivas de esa marca, esperando una oportunidad que tardó lo que me pareció un siglo, pero afortunadamente llegó. Al mismo tiempo Lobo (en paz espante) y un servidor empezábamos a tocar juntos en el H-8 (Humboldt 8), en compañía de Andresito, Gallina y Cholito, el quinteto original más tarde convertido en lo que usted ya sabe. Una grabación con la orquesta del maestro que acompañaba a Miguelito Valdés sirvió para hacernos notar ante músicos que no nos consideraban de su altura, pero gracias a tres de nosotros no suspendieron esa grabación.
LA SESION HABIA empezado a las diez de la mañana y se desarrolló sobre ruedas hasta que llegó a la interpretación del folclor venezolano en su modalidad de merengue, distinto al dominicano. Los percusionistas no conocían el ritmo y la grabación se paró. Esto era un gran contratiempo, pues era necesario terminarla, ya que Miguelito tenía por delante compromisos ineludibles.
ME LOCALIZARON, BUSQUE a Lobo y Cholito -en otra ocasión le relataré cómo sacamos a flote el barco-. Pero a lo que voy es a pintarle un cuadro que me permite relatar la clase de oído que posee don Mario. Llevábamos no más de 20 compases en el ensayo previo a la primera toma cuando el maestro paró la orquesta, que llenaba el estudio de grabación con cuerdas, maderas, metales, etcétera. Dirigiéndose a un violinista le dijo: ''me estás dando una nota equivocada; debe ser esta otra'', a lo cual el violinista le respondió: ''efectivamente, estoy dando otra, pero es la que tengo escrita''. El maestro bajó del podio y mirando el papel dijo: ''debe de ser un error del copista. Por favor, corrígela y toca la que te dije''. De regreso al podio la ovación fue de pronóstico.
Y OTRA MAS: hay un voceador atleta que usa una campanita muy pequeña colgada en la cintura, y recorre una ruta, ya que tiene clientes cautivos, que va desde Bucareli hasta el Eje Central, con paradas en diferentes sitios, entre éstos el Café San José. Este su enkobio tiene la costumbre de coleccionar lo que escribe desde que Freddy Secundino, por recomendación de Ernesto Márquez, me dio oportunidad de escribir en El Gráfico. Durante algunas tardes esperé con ansia que apareciera mi columna tomando un café en el San José. El maestro al verme ahí con tanta frecuencia me preguntó a qué se debía mi presencia. Le hice saber la razón y así me dí cuenta nuevamente de su oído tan fino.
DURANTE VARIAS TARDES un amigo que ya emprendió el viaje sin retorno, y otros más asiduos al café, así como este servidor, nos asombramos al oír al maestro avisarnos de la llegada de nuestro voceador favorito con varios minutos de anticipación. Creemos que escuchaba la campanita desde Enrico Martínez; el San José se ubica en Luis Moya. Si usted no lo cree, váyase a tomar un café a partir de las cuatro de la tarde y lo comprobará.