SABADO Ť 13 Ť OCTUBRE Ť 2001

JAZZ

Jazz al Desnudo /IV y V

Ť Antonio Malacara

ES LA TERCERA fecha del ciclo Jazz al Desnudo. Agustín Bernal nos platicó desde la semana pasada que en esta ocasión no se presentarían como Coyoacán Jazz Quartet; en primera, porque sólo iban a asistir tres músicos, pero además porque los mismos organizadores del ciclo habían sugerido usar su nombre en el cartel para aprovechar el prestigio y la popularidad del mismo (bueno, esto último es ya de nuestra cosecha). Así que se presentaron como Agustín Bernal Trío. Miguel Villicaña en el piano, Gabriel Puentes en la batería y Agustín en el contrabajo.

EL CONCIERTO FLUYO entre las bases del jazz tradicional (que nada tiene que ver con la autocomplacencia, como el buen Alberto había malentendido) y los tratamientos de la música contemporánea. Villicaña y Bernal, que se han entregado en materia y espíritu a la música, son dos virtuosos en sus respectivos instrumentos y esto se evidenció por enésima ocasión durante la velada. Gabriel Puentes, joven baterista de Santiago de Chile, radicado en el DF desde hace algunos años, hizo bien su trabajo.

AUNQUE EL TRIO sólo interpretó cinco de los once temas anunciados en el programa, esto fue lo de menos, ya que la sustancia contenida en los números extras fue (es) de verdadera antología. Iniciaron con No hay más grande amor y Swamba, ambos de Bernal. Al principio los instrumentos se observaron entre sí con detenimiento; cuando llegaron a Swamba el baterista sacó las escobillas e insinuó una batucada con tarola y contratiempos. El ánimo general se encendió.

PROSIGUIERON CON LA elegancia de Un recuerdo de París, una de las cinco composiciones que aportó Villicaña a la noche, y con ella el pianista definió en todos los sentidos su íntima relación con el instrumento; pero Miguel hace valer las canonjías de su condición humana y es él el que define el rumbo. El piano, por supuesto, está de acuerdo y responde a la perfección.

AGUSTIN BERNAL ESTA en lo suyo. Ejecuta un solo leve y reposado con el que se muestra a plenitud. La evidente técnica instrumental pasa a segundo plano ante la manifiesta sensibilidad del maestro. Las formas se multiplican a todo lo largo del diapasón para ser sostén, plataforma, base rítmica o melodía frontal. Agustín conoce y manipula con tanta facilidad el contrabajo que por momentos parece estar pulsando una mandolina.

EL UNICO ESTANDAR en el repertorio fue Sweet Lorraine, de Parrish y Burwell; Bernal asumió la voz principal, y en el momento en que piano y batería guardaron silencio, el contrabajo llenó todos los rincones de la sala; la ovación de la gente fue contundente.

AL DIA SIGUIENTE. Cuarta fecha del ciclo. No importa la vía o el rumbo que decida tomar en el tiempo, el sax tenor de Diego Maroto aparecerá siempre con una sobredosis de pasión que te va a sacudir. Así lo esperábamos y así sucedió. Diego se presentó acompañado por el veracruzano Ray David Alexandre en el trombón, Omar Arán en la batería y Jorge Luri Molina en el contrabajo.

ABREN CON FREEWAY, un tema de Ralph Moore donde Alexandre es invitado inmediatamente a mostrar credenciales; lo hace sin dificultad alguna, el aire y la idea están a su disposición para entenderse con la dificultad del instrumento, dificultad que evidentemente se multiplica a la hora de utilizarlo como solista; de hecho, el trombón ha sido virtualmente inexistente entre los solistas del jazz nacional.

DESDE LAS PRIMERAS escalas como base rítmica se hizo patente la enorme estatura que ha alcanzado Luri Molina en el contrabajo, pero cuando llegaron los solos (ocho en ocho temas ejecutados) apareció la magia. Luri no dejaba de moverse, con la cadencia interna que alimentaba su decir y que arrancaba uno tras otro los aplausos. El punto máximo llegó con una serie de acordes que se reventó en la introducción de Conference of the birds, de Dave Holand. La gente no ocultó su entusiasmo y lo ovacionó con estrépito.

OMAR ARAN FUE en cambio un maestro de la mesura y el compás; nunca quiso quedarse solo con su batería, no intentó malabarismo alguno. Surtió en cambio un verdadero arsenal de ritmos que sostuvieron todo el tiempo el aliento y el andar de sus compañeros. Los aislados microrredobles con que iluminaba sus construcciones eran de una exactitud matemática. Cuando al final Diego volvió a mencionar su nombre, la gente demostró amplísimamente su emoción y su respeto ante tal maestría.

EL PUBLICO SE entregó al cuarteto. Era obvio que estos cuatro músicos habían trabajado fuertemente y el resultado era una integración y un entendimiento artístico asombrosos.

DESPUES DE CASI dos horas la gente seguía feliz, y aunque se habían corrido las cortinas y el sonido local sonaba con fuerza empujándonos hacia la salida, no dejaron ir a los músicos hasta que el maestro Maroto explicó que las autoridades les habían dado como límite las diez y cuarto, que ya eran las diez y veinte y que otro evento estaba a punto de iniciar.

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En la edición de ayer, en la página 25a, pretendió aparecer una nota sobre el ciclo Jazz al Desnudo, pero por error se incluyó el boletín de prensa que anuncia la presentación de Claude Bolling en la Sala Nezahualcóyotl. Además el pie de foto da crédito al músico francés, siendo que el que aparece ahí es el pianista Miguel Villicaña. Mil disculpas.