SABADO Ť 13 Ť OCTUBRE Ť 2001
Ť En La Piedad los asistentes protestaron por "el engaño"
Con tardeadas y conferencias buscan atraer a jóvenes a la campaña de Anaya
Ť Aclaran organizadores que no es obligatorio ser priísta o siquiera simpatizar con el tricolor
MIREYA CUELLAR ENVIADA
Puruanduro, Mich., 12 de octubre. Hasta el balneario Los Arcos fueron traídos voluntariamente 300 jóvenes de los poblados cercanos con la oferta de participar en una serie de conferencias -una de ellas a cargo del candidato del PRI a la gubernatura, Alfredo Anaya-, bañarse en las albercas, comer y disfrutar una tardeada bailando.
No es obligatorio ser priísta o siquiera simpatizar con el tricolor para tener acceso. Por eso, cuando llega el aspirante a la gubernatura, algunos abandonan sus asientos y salen del salón, llevando en las manos la camiseta con los colores del PRI que les entregaron a la entrada. No se la quieren poner. No importa, dicen los organizadores; "estamos experimentando", es el mecanismo utilizado para reunir al candidato con los jóvenes.
El desayuno es una torta y un refresco de naranja que pueden degustar mientras escuchan a dos jóvenes periodistas contratados como motivadores. Los conminan a dejar la televisión y los videojuegos, acercarse a los libros, y los preparan para que cuando llegue el candidato le hagan propuestas concretas. Como parte de la dinámica de grupo, los conductores del encuentro levantan una pequeña encuesta; 90 por ciento levanta la mano cuando se les pregunta quién tiene familiares o conocidos cercanos trabajando en Estados Unidos y sólo seis del amplio grupo lo hacen para responder a la pregunta de cuántos en el grupo gustan de la lectura.
Algunos de los participantes conocen el esquema y pasan al frente para decir que expresarán su apoyo al priísta, pero Mónica, una chica de 18 años, dice que ella no vota por el PRI; está ahí para conocer al candidato y después decidir.
La situación no se sale de control como ayer en La Piedad, donde un grupo de muchachos de una universidad privada llegaron al evento esperando escuchar algunas conferencias y al ver al candidato del PRI entraron al salón haciendo la "V" popularizada por el foxismo y protestando por "el engaño".
En este Bajío michoacano la tendencia mayoritaria es votar por el PRD y quienes están aquí sólo por "la pachanga" abandonan el salón en silencio y se van a sentar en los columpios cuando llega el aspirante del PRI, quien ha sido instruido para no "echarles rollo" y menos rebasar los 15 o 20 minutos sin soltar el micrófono.
Les dice que quiere ser gobernador pero "no a cualquier costo, no al precio de destruir... el voto tampoco será forzado el día de la elección". Recuerda que su mamá era priísta pero que su papá "siempre votó por el PAN". Escucha a quienes le hacen peticiones; computadoras, aulas, canchas deportivas... y al final, cuando presenta a sus hijas adolescentes y les da la palabra, el público exige "šVuelta! šVuelta! šVuelta!" antes de dejarlas hablar. Su papá las anima, las dos giran una por una sobre sus pies sin moverse demasiado y los chiflidos expresando satisfacción llueven sobre ellas. "Así es la muchachada", dice uno de los coordinadores de la campaña.
Algunos miembros de la vieja estructura priísta están inconformes con los nuevos métodos para atraer a los jóvenes al PRI. Incluso el sector juvenil del partido quisiera controlar este tipo de eventos pero el equipo de campaña los ha relegado porque se enojan cuando los invitados expresan sus diferencias con el partido anfitrión. Los más viejos "quieren que se les adoctrine, hablarles del nacionalismo revolucionario, pero les digo que nos van a mandar por un tubo", comenta uno de los defensores de la idea, que ve la estrategia como un intento por remar contra sí mismos, contra los viejos métodos.
Pero en el siguiente acto de campaña el PRI recobra su fidelidad. En el municipio de José Sixto Verduzco hay cientos de campesinos en un acto que sirve al candidato para presumir que él consiguió que sus amigos de la empresa Jumex compraran a los productores de pera 500 toneladas del producto que no habían podido comercializar.
Ahí están otra vez las bandas de música, las matracas, las mantas, las porras al PRI, el alcalde priísta dando la bienvenida y el maestro de ceremonias remarcando que las hijas de Alfredo Anaya son de papá y mamá michoacanos. Y luego no quieren que se le achaque al tricolor "la guerra sucia" contra la esposa de origen cubano de Lázaro Cárdenas.