sabado Ť 13 Ť octubre Ť 2001

Luis González Souza

Un mundo DIGNO

Ya tienen su nueva guerra los halcones de Estados Unidos. Lo malo es que se trata de la peor de las guerras, con el peor de los terrorismos en su entraña misma. Es decir, una guerra que al violar todas las normas, de por sí pocas y viejas, del mal llamado "derecho internacional humanitario", coloca a la humanidad toda al borde del precipicio donde confluyen todos los terrorismos habidos y por haber: militar, psicológico, mediático, económico, político y hasta el terrorismo espiritual, el de tantas vidas sin amor ni sentido alguno. Una guerra que, por lo mismo, ya cobra el mayor número de víctimas inocentes en el mundo. Y es que, como ya lo dijo Bush Jr., el nuevo halcón mayor, esta guerra no tiene plazo, al menos "durará lo mismo que su mandato presidencial": cuatro u ocho años, si se relige. Tan terrible es la nueva guerra de Bush que ni siquiera fue declarada formalmente. Tampoco tiene un enemigo tangible ni probadamente "culpable".

Así, la guerra de Bush II se perfila como el negocio más redondo. En primer lugar, será un negocio "infinito" para los fabricantes de armas, hoy más hermanados que nunca con los fabricantes de noticias, lo mismo que de películas, héroes y villanos, así como de encomiendas mesiánicas y de los consiguientes realineamientos de la sociedad y reoxigenamientos de patrioterismos y orgullos civilizatorios ("destinos manifiestos" por delante). En segundo e inmediato lugar, Bush gana de un solo golpe -y golpe del gran elector, que sigue siendo el complejo militar-industrial-mediático- toda la popularidad y legitimidad que no pudo ganar en las urnas, en virtud de las irregularidades sin precedentes que empañaron su toma de la Casa Blanca.

En una relación estricta e inversamente proporcional, pierde la humanidad toda, y en particular la sociedad estadunidense. Esta es regresada a los tiempos del macartismo, pero "copeteados" ahora con la advertencia expresa de que las mentiras serán el primer combustible de la nueva aventura de Bush Jr., de por sí más agresiva e irresponsable que la aventura de su padre en el Golfo Pérsico, a principios de los noventa del siglo pasado. Caída la verdad como la primera víctima de la nueva guerra, la muerte de las demás libertades es pan comido y cosa de poco tiempo. Ello incluye a la más primera, que es la libertad de vivir. Mejor que nadie lo saben, porque lo han sufrido bastante, los innumerables jóvenes estadunidenses caídos en ya incontables e inaceptables guerras. Sólo que ahora irán a una guerra inasible, del todo abstracta -"contra el terrorismo"- y en la que ni siquiera los medios podrán informar acerca de sus muertes. Primer epílogo propositivo: toda la solidaridad para el pueblo de Estados Unidos; nada para sus halcones.

Pero es tan terrible la nueva guerra ultraterrorista de esos halcones, que urgen muchos otros epílogos. Por fortuna, ya se percibe un creciente acuerdo en la necesidad de un orden mundial en verdad nuevo -no como el anunciado por Bush I tras su masacre contra Irak-, porque el viejo ya no da más que para terrores cada vez más insoportables. La nueva guerra ultraterrorista en curso bien podría pasar a la historia como la gota que derramó el vaso. Amacizado ese acuerdo, la siguiente tarea es la de debatir y acordar los contenidos y las formas del nuevo orden mundial ya ineludible.

Obligados todos a trabajar en ello, ahora mismo ofrecemos la propuesta, en exceso abreviada, de algunos pilares para el mundo nuevo. De hecho, los pilares ya los sintetizamos en otra ocasión, acreditando su factura indígena zapatista, con la propuesta de un mundo IAMO, es decir, permeado por el amor del bueno, el que se nutre de la interculturalidad, las autonomías de todo tipo y el mandar obedeciendo en todos lados. Ratificados aquí tales pilares, la fachada correspondiente podría resumirse en un mundo DIGNO: derecho, intercultural (hay que subrayarlo), generoso, nuevo y hasta obsequioso, sobre todo con los más olvidados, así naciones como seres humanos.

Dicho breve, lo que está en profunda crisis es un mundo harto chueco. Un mundo torcido desde bien abajo y, para colmo, torcido por los de bien arriba. Como decíamos, ya no respetan ni siquiera sus pocas reglas para guerrear. En realidad, el mundo DIGNO requerirá todo un nuevo andamiaje jurídico, en el que predominen las normas democráticas, así en su procesamiento como en sus contenidos y consecuencias. Renovado y redignificado el derecho internacional, las guerras quedarán, a la vista de todos, como lo que son: el mayor fracaso de la justicia y la razón, la mayor vergüenza de la humanidad.

Mundo intercultural, sí otra vez, porque en el fondo eso es lo que está en juego con la nueva guerra de Estados Unidos: ¿cabremos o no todos en el mundo? ¿Quién y cómo lo decide? ¿No son suficientes las incontables, cotidianas y silenciosas expulsiones del "mundo del mercado"? ¿Hasta donde podrá crecer una globalización excluyente? ¿Quién es Bush para satanizar y expulsar del mundo a Bin Laden y al mundo que le tocó desarrollar? ¿Y quién es para hacerlo de la peor manera, la de la guerra y la muerte, inclusive poniendo a toda la humanidad al borde de otra guerra mundial?

Pero no sólo se trata de caber todos. Ahora se trata de caber con dignidad, en pie de igualdad universal, en tanto miembros todos del género humano. Y esto requiere no sólo de solidaridad, sino de mucha generosidad, al punto de lo obsequioso. En particular, para quienes han sido las peores víctimas, físicas o morales, del viejo mundo.

Se puede y se quiere un mundo DIGNO. Pero éste nada tiene que ver con los "apoyos incondicionales, totales y hasta el final" (Fox-Castañeda). Mucho menos, si son apoyos para guerras ultraterroristas, nacidas de los peores terrorismos y volcadas a inflamarlos. Los halcones de Estados Unidos no necesitan halconcitos sureños. En México y en Estados Unidos la sociedad debe y puede comenzar a construir, ahora mismo y en todos los ámbitos, el nuevo mundo IAMO y DIGNO. Todavía hay certezas que parecen dogmas. Perdón por ello.