SABADO Ť 13 Ť OCTUBRE Ť 2001
Ť Resistencia y dignidad, valores que predominaron en la presentación del volumen
El otro jugador, libro que hace eco al "no nos olviden" de los indígenas mexicanos
Ť Es un testimonio profundo de una herida ardiente que quema las manos y la conciencia: Bañuelos
PABLO ESPINOSA
ƑQuién es ese otro jugador que no aceptan en el tablero de juego los cultos, los poderosos, los civilizados, los globalizadores, los dueños del tablero?
ƑQuién es ese otro jugador al que los poderosos no le reconocen inteligencia mínima para entender en qué consiste el juego?
ƑQuién es ese otro jugador al que quieren eliminar de plano?
Las preguntas flotan en el aire tibio del salón principal de Casa Lamm el anochecer del Día de la Raza de 2001. Quien las formula, Carlos Montemayor, integra un distinguido panel. "Estamos presentando un libro estupendo, bellísimo", explica.
Integran también el panel Magdalena Gómez, Juan Bañuelos, Adolfo Gilly, Luis Hernández Navarro y Ramón Vera.
El libro que congrega a la multitud que colma la Casa Lamm se titula, precisamente, El otro jugador. En sus cerca de 400 páginas de gran formato cobija tres centenares de fotos junto a las crónicas, los artículos, los pensamientos y las pisadas que La Jornada fue documentando día con día entre el 22 de febrero y el 6 de abril de 2001, cuando 23 rebeldes mayas y un dirigente mestizo recorrieron 3 mil kilómetros en medio de incontables muestras de apoyo popular en carreteras, ciudades, aldeas y pueblos.
El otro jugador, libro de Ediciones de La Jornada, fue presentado así, en una cabalgata de pensamientos e interrogantes cuyo punto de partida trazó, como si hubiese trozado una ramita del aire, el poeta Juan Bañuelos y con ella hubiese trazado una rayita que dice: aquí comienza la caminata. Ese punto de partida lo puso Bañuelos señalando con el dedo de la memoria una página del Popol Vuh y las palabras, entonces, empezaron su danza en el aire tibio del anochecer del 12 de octubre. Azules, como los cerros. Como las flores de nomeolvides.
La Caravana de la Dignidad Indígena (subtítulo del libro), recordó Juan Bañuelos, ex integrante de la Conai, se realizó para apoyar en las cámaras legislativas la propuesta de reformas constitucionales que la Cocopa elaboró con base en los acuerdos de San Andrés "que suscribieron el gobierno y los insurgentes".
Esta marcha de la dignidad -elaboró Bañuelos bitácora de vuelo retrospectivo- culminó en la más alta tribuna de la República, el Congreso de la Unión, después de muchas vicisitudes.
Pero, recordó el de la voz, "la más alta tribuna se convirtió en la más baja plataforma de miasmas al legislar con argucias en contra de los derechos humanos que exigen los indígenas desde hace 500 años. Es la burla más cruel que han recibido los indígenas. El señor Fox se lavó las manos al enviar la propuesta de la Cocopa al Congreso sin hacer ninguna defensa de su contenido y después el Poder Legislativo realizó todas las enmiendas que quiso. La travesía de la esperanza indígena fue traicionada por senadores y diputados, y tuvieron los indígenas que volver, sin doblarse ni arrodillarse, a sus comunidades de Chiapas, a sus chozas, a los ríos contaminados por los soldados, a las aguas envenenadas por caciques. Y con su antigua manera de esperar sin doblegarse".
Las respuestas, entonces, empezaron a flotar en el ambiente
La palabra es la mejor herramienta para crear un mundo, dijo Bañuelos. "La mejor prueba la tenemos con este bello libro hecho con el lenguaje del pueblo, como parte importante de su memoria colectiva. Es un testimonio profundo de una herida ardiente que quema las manos y la conciencia".
Hizo notar que los miles de militares en Chiapas no son otra cosa que "una ocupación militar". No han retornado a sus cuarteles originales, como había prometido Fox, quien "en lugar de resolver los problemas en Chiapas acude a Washington como convidado de piedra a dar su apoyo a la venganza terrorista del señor Bush".
Hay otros terroristas que traicionaron en México, bromeó Bañuelos: "Cevallos Bindalé, Bartlett Mohamed Atet y el aprendiz Ortega So What Jid".
Culminó su alocución con una cita de Sófocles y otra del Popol Vuh, en una simbiosis del pensamiento occidental y el pensamiento indígena. Sófocles: "con una nueva injusticia no se elimina la anterior". Popol Vuh: "musitaremos nuestro origen. Musitaremos solamente la historia. Dolor nos hicieron carbonizándonos las bocas. Nosotros no hacemos más que regresar. Hemos cumplido nuestra tarea. Piensen en nosotros. No nos borren de su memoria. No nos olviden, no. No nos olviden".
Magdalena Gómez subrayó: "los poderes Ejecutivo y Legislativo ya le han dado la espalda a los pueblos indígenas, y hoy el Judicial, como nunca en la historia de este país, está emplazado con 321 controversias constitucionales impugnando la contrarreforma. La respuesta que dé el Poder Judicial tendrá una dimensión que ojalá comprendan los ministros de la Corte antes que enredarse en las estrategias leguleyas que está definiendo el Congreso con su equipo de abogados. Qué paradoja: el senador Enrique Jackson contará a sus nietos que firmó una reclamación contra las controversias indígenas alegando que no tienen personalidad jurídica, que los municipios no representan a los pueblos indígenas, alegando que no existe lo que se acordó en San Andrés".
Retomó la metáfora ajedrecística que da título al nuevo libro de Ediciones de La Jornada: "el Estado está en jaque, aunque intente evitarlo jugando fuera del tablero".
Enseguida, Adolfo Gilly ubicó: "la marcha de la dignidad indígena, o de la dignidad a secas, fue la última advertencia, con un poco de humor y bastante desesperación, que lanzó el movimiento zapatista para salvar la paz, para buscar un acuerdo, para mostrar que había caminos para la paz sin tener que bajar la cabeza, sin tener que rendir la dignidad de una parte o de la otra. La última advertencia, porque hoy estamos frente a la guerra".
Pero el presidente Fox, subrayó Gilly, "lo tomó como propaganda, dijo que eran nuestros hermanos, que la luz del porvenir asomaba, y esas cosas que él suele decir. No le da ningún valor a las palabras. Por eso no miente, porque le da lo mismo decir una cosa que la otra. No tiene conciencia de eso, porque ha sido educado como vendedor. No sabe que los indios sí hablan en serio".
En su turno, Ramón Vera, encargado de la edición de El otro jugador, leyó uno de los testimonios recogidos en esa gran crónica comunitaria. Luego de un apagón, las palabras seguían flotando la noche del 12 de octubre. Y siguieron las respuestas:
ƑQuién es ese otro jugador?, preguntaba Carlos Montemayor a propósito de la metáfora borgiana del subcomandante Marcos en su discurso de la Villa Olímpica. Un cuento (La Jornada, 11 de octubre de 2001, página 3a), donde los dueños del tablero desdeñan al indio que, dicen los civilizados, no tiene inteligencia para entender el juego. El indio, de súbito, planta una bota llena de lodo en medio del tablero y pregunta: Ƒjaque?
ƑQuién es ese otro jugador?
En Asia -responde Carlos Montemayor- ese otro jugador asciende a la respetable cifra de 200 millones de personas, que pertenecen a minorías étnicas. En Africa, ese otro jugador llega a más de 15 millones que después de masacres pueden ser identificados como los integrantes de minorías étnicas. En nuestro continente más de 65 millones de individuos pertenecen a estas minorías étnicas. Estos millones de jugadores no pueden ser vistos como una minoría de cuatro municipios chiapanecos o como un reducto asiático o del sur de Africa. Estas minorías, estos otros jugadores se encuentran por todo el planeta. Y no constituyen un conflicto ni un dilema localista. Constituyen una exigencia, una necesidad, un planteamiento social. A este otro jugador se le ha tratado de eliminar del tablero de muchas maneras. Primero, no enseñándole las reglas del juego; segundo, aplicándole todas las reglas del juego cuando él no sabe en qué consiste el juego; tercero, desapareciendolo del mapa por desnutrición, por masacre, analfabetismo, desempleo, migración y represión.
Ese otro jugador, culminó Montemayor, "es la dignidad de todos los jugadores a quienes se ha tratado de excluir y que representan por su resistencia la dignidad de la humanidad entera. Ese otro jugador sería el que legitimaría nuestra presencia, nuestros escritos, nuestro libro: El otro jugador".