viernes Ť 12 Ť octubre Ť 2001

Gilberto López y Rivas

Falsas dicotomías

Los ataques terroristas perpetrados el pasado 11 de septiembre, así como la guerra unilateral de Estados Unidos y sus aliados contra Afganistán, constituyen la expresión de una severa crisis civilizatoria de fatales consecuencias para la especie humana.

Esta grave situación, que ha venido a modificar el panorama geopolítico del mundo, sembrando el terror sobre vidas inocentes y que puede generar mayor destrucción, daños físicos, psicológicos y morales irreversibles para incontables seres humanos, hasta el momento ha sido manejada por los medios masivos de comunicación, particularmente por las grandes cadenas televisivas occidentales, desde un esquema racista y maniqueo con la manipulación como rasgo distintivo.

Las falsas dicotomías entre el "bien" y el "mal" -entre "nosotros" (Estados Unidos) y los "terroristas", reiterada por George Bush, o la jihad de los "creyentes" y los "infieles", proclamada por Bin Laden- no hacen más que intentar justificar ideológica (gobierno estadunidense) y religiosamente (fundamentalistas islámicos) la irracionalidad del conflicto.

El hecho de que, por ejemplo, los noticiarios de Tv Azteca hayan ambientado el pasado domingo los bombardeos sobre diversas ciudades de Afganistán con música del filme La guerra de las galaxias no sólo expresa la carencia de escrúpulos de dicha televisora, sino la alineación ideológica a la que se ha adherido para "desinformar" tendenciosamente en torno a los acontecimientos. Provoca indignación aquilatar la poca inteligencia que estas emisoras presuponen en sus receptores.

Asimismo, causa profunda preocupación la falta de distancia que tanto Vicente Fox como su canciller Jorge Castañeda han guardado respecto a los intereses estadunidenses. ƑCuándo se había visto, incluso en el régimen de partido de Estado, que un jefe del Ejecutivo diera su beneplácito al bombardeo unilateral contra un país independiente, sin declaración previa de guerra y violando el orden jurídico internacional, como ocurrió el pasado domingo?

Sus posiciones violentan los principios de no intervención, respeto a la soberanía de los Estados, autodeterminación de los pueblos y arreglo pacífico de las controversias, de nuestra tradicional política exterior y del marco constitucional vigente. A su vez, este posicionamiento puede provocar serios problemas de seguridad nacional. Hablar en nombre del pueblo de México en el contexto de una guerra, cuyas causas son multifactoriales y van más allá del supuesto propósito de deslindar responsabilidades sobre la autoría de los actos terroristas, resulta por demás delicado. Máxime cuando no ha existido la iniciativa de consultar a los ciudadanos en torno a la posición que debe mantener nuestra nación.

Tan condenable es la masacre provocada por los atentados del 11 de septiembre, como los bombardeos emprendidos por Estados Unidos. Este país y sus aliados han iniciado una guerra contra un país sumamente pobre y en la que son afectados civiles, que no necesariamente comparten las posturas asumidas por el gobierno talibán.

No perdamos de vista que la guerra implica la total suspensión de la ética. La única racionalidad imperante en una guerra es la destrucción y la muerte. A diferencia de la política, en la cual las diferencias se dirimen a través del diálogo, la negociación o el ejercicio legítimo del poder, la guerra niega por completo lo que caracteriza a los seres humanos: la razón. Mientras en la guerra los enemigos son absolutos y el único objetivo consiste en eliminarlos, en la política los adversarios tienen derecho a existir e incluso a mantener sus perspectivas y, en consecuencia, ser susceptibles a la persuasión con medios que presuponen argumentos y eventuales acuerdos.

El compromiso en tanto seres pensantes y críticos no debe estar con los "buenos" o los "malos", previamente definidos por los axiomas de una ideología imperial, o los de una entelequia igualmente impuesta y de contenidos también totalitarios. El compromiso debe estar con la justicia y ésta jamás se alcanza por la vía de la humillación o el sometimiento. El fundamento último de la justicia radica en la defensa de la dignidad, no en la aniquilación ni la fuerza militar.

El mundo está en crisis. El nuevo orden mundial existente a partir de la caída de los regímenes del socialismo real, lejos de generar mejor calidad de vida en las distintas naciones, ha provocado severas calamidades humanas, sociales, económicas y ecológicas.

Las consecuencias de la actual guerra aún están por definirse, pero los primeros augurios son lamentables. De cada uno de nosotros depende si legitimamos el actual estado de cosas o disputamos el destino de la humanidad a las elites políticas y económicas que pretenden secuestrarlo.