JUEVES Ť 11 Ť OCTUBRE Ť 2001

JAZZ

Antonio Malacara

Jazz al desnudo III

MARTES 9. ES la segunda fecha del ciclo Jazz al Desnudo. El cuarteto de Alejandro Campos aparece en escena y nos extraña inmediatamente la ausencia de Aarón Cruz en el contrabajo. En su lugar está Jorge Luri Molina. Nos extraña porque a pesar de que en este ambiente los cambios de elementos se dan cotidianamente, Aarón forma parte del cuarteto desde que éste se integró en mayo de 2000, junto con Hernán Hecht en la batería y Nicolás Santella en el piano.

HERNAN Y NICOLAS sí estaban ahí, al igual que lo hicieran un día antes como parte de la banda de Eduardo Piastro. Se trata de dos jóvenes músicos argentinos totalmente integrados a la realidad jazzística mexicana, tocando por todos lados y ganándose a pulso un lugar de privilegio en estas tierras. A Luri Molina, que actualmente milita en el sexteto de Omar Arán, lo habíamos escuchado ya en el vanguardista concepto del grupo Tritonía.

EL CONCIERTO SE inició tal cual. Alejandro Campos pulsaba el sax tenor y daba las primeras notas de Piedra alta, pieza de Alberto Medina con la que también abre Caminata nocturna, su primer disco como solista. Aunque el sonido de la sala no está bien ecualizado, el contrabajo suena demasiado al fondo, las manos sobre las cuerdas están tensas y esta sensación de decaimiento se mantiene a través de la segunda pieza: Puentes, de Nicolás Santella, ejercicio de sensualidad muy logrado. De hecho, la composición es la mayor virtud del pianista.

IMAGENES Y ATMOSFERAS empiezan a cambiar con la llegada de Kokoró, otra estupenda composición de Nicolás. Aquí, Alejandro Campos hace uso del sax soprano y los sonidos se adelgazan, saltan, por momentos parecen ser tragados por torrentes de ansiedad, pero modalmente regresan al reposo inicial y tres compases después insisten en contrastar con cambios de ritmo. Campos parece un poco nervioso, pero las múltiples voces que logra sacar de los saxofones marcan el infinito de sus posibilidades expresivas.

EL PIANO ESTA mucho más suelto y propositivo que ayer. El contrabajo se arriesga con un solo que, a pesar de su sencillez, resulta bien ejecutado; la gente aplaude complacida. Por su parte, Hernán Hecht vuelve a sorprendernos con algo muy cercano al virtuosismo; toca la batería hasta con los ojos abiertos, flota entre los tambores y los platillos, golpea el aire y materializa el silencio; más que a los solos, recurre a los grooves personales y micrométricos que emergen con tremenda intensidad.

CON EL ULTIMO tema, Escher, se logró la comunión del grupo. Esta es la obra maestra de Alejandro como compositor. A diferencia del disco, en esta ocasión inician con un intro de flauta y contrabajo con arco (aunque la flauta casi no se escucha); inmediatamente se integran los arroyos del piano y los trazos de la batería. Es una improvisación efectista que nos envuelve en densísimas atmósferas de free jazz. La flauta es cambiada por el sax tenor y éste cede su aire al sax soprano poco después. El contrabajo sigue gimiendo con elegancia. Hernán se suelta con un primer solo en forma; potente, inmenso sólo para dar pie al tema de Escher que por fin se presenta como el tema más arriesgado de la noche.