JUEVES Ť 11 Ť OCTUBRE Ť 2001
Olga Harmony
Palabras-Homenaje a Xavier Villaurrutia
Xavier Villaurrutia pertenece a una generación que acabó de torcerle el cuello al modernismo. No sólo eso, sino que el grupo de los Contemporáneos introdujo un ambiente cosmopolita al México posrevolucionario hasta entonces excesivamente encerrado en sí mismo. La disputa entre ellos, 'que acogían todas las vertientes de Europa y de un Estados Unidos que empezaba a atraer las miradas quietas de los intelectuales del mundo', acérrimos nacionalistas marcó un capítulo de la historia de nuestra intelectualidad. Ingeniosos, curiosos de todas las artes, incluido el naciente cinematógrafo, del que fueron críticos y participantes, Villaurrutia y su grupo fundaron las revistas Ulises y Contemporáneos, de la que tomaron su nombre genérico, incursionado en todas las manifestaciones del espíritu, lo que los asemejó a pesar de sus obvias diferencias.
Si bien quienes conocieron al atildado poeta y dramaturgo lo retratan como una persona de fácil sonrisa alegre, aunque renuente a la intimidad, Alí Chumacero, basándose en el conocimiento de su poesía, que antologa, nos habla del ''tono crepuscular de su espíritu". Mezcla de talento vivaz y de curiosidad insaciable con esa especie de nostalgia por la muerte que recorre su producción poética, Xavier Villaurrutia incursionó también en el cine como argumentista, con lo que aplicó lo aprendido de teatro en la Universidad de Yale tras abandonar la carrera de Derecho. Poesía, teatro y cine resultan tres de las mayores vertientes de su obra, que ahora vemos reunidas en el homenaje que Germán Castillo le hace a nombre de la Coordinación de Teatro del INBA.
Programada para una corta temporada en el Teatro de la Capilla que fundó Salvador Novo, a cuya vida intelectual y emotiva estuvo tan estrechamente ligada la suya, Palabras-Homenaje a Xavier Villaurrutia ofreció dos funciones preliminares dentro del Festival 2001 del ahora Centro Cultural del Bosque precisamente en la Sala Villaurrutia, con lo que la simbología queda cerrada (y también la de la Compañía Nacional de Teatro, cuyo nombre no desaparece). En un espacio escenográfico diseñado por Gabriel Pascal, con unos cuantos elegantes muebles, Castillo rinde un homenaje muy poco convencional a quien en vida fue también muy poco convencional. Un homenaje, pues, del que el propio Xavier Villaurrutia estaría satisfecho.
Tras un estrado al fondo, el propio autor dicta una conferencia acerca del teatro y el cine. Antes, tres mujeres regiamente vestidas -en diseño de Carlos Roces- a la usanza de la segunda década del pasado siglo, se han sentado en las tres únicas sillas de espaldas al público y de frente al conferencista, no sin pequeñas maneras de reconocimiento. Juan Carlos Barreto encarna al escritor y son los suyos medidos, aun dentro de los énfasis, gestos y tonos del elocuente conferencista. Las tres bellas semejan un coro de movimientos semejantes, entre los que destaca fumar casi al mismo tiempo que lo hace Villaurrutia.
Termina la conferencia. El espacio se ilumina (antes el acento lumínico estuvo en el conferencista) y las tres mujeres se vuelven, escuchan música, beben champaña con los gestos sinuosos, por momentos lascivos, de quienes en esos años estrenaban las posibilidades de ser ellas. Por eso también fuman mucho, porque apenas ahora se les permite hacerlo en público. Y las excelentes Pilar Boliver, Angeles Cruz y Bárbara Eibenschutz dicen, como si en ese momento les naciera de dentro, la poesía de Xavier Villaurrutia. El amor homosexual del poeta pega un brinco y juega en los modos de las mujeres que se agrupan, se acarician y se retan. La muerte, esperada y temida, también las hiere como el amor, aunque éste no siempre sepa a doloroso recuerdo.
El poeta, mientras, las contempla complacido de que ''alguien, en la angustia de una noche vacía,/ sin saberlo él, ni yo, alguien que no ha nacido/ dirá con mis palabras su nocturna agonía". La entrega que les hace, al final, de tres objetos de que se despoja, refuerza esta idea de permanencia de su poesía.