JUEVES Ť 11 Ť OCTUBRE Ť 2001
Orlando Delgado
Mercado accionario estadunidense y guerras
Hong Kong. Cuando ocurrió lo que todos esperábamos, los mercados financieros de las principales capitales del mundo se estremecieron. La respuesta de Estados Unidos a los ataques del 11 de septiembre no fue sorpresiva: los ministros de finanzas del G-7, reunidos en Washington el 6 de octubre, anunciaron que si bien se proponían acordar medidas para estimular la economía mundial, lo central era discutir la manera más eficiente de congelar los recursos de los grupos terroristas invertidos en los bancos. Dejaban claro que la cuestión inmediata era reducir la capacidad de respuesta de los fundamentalistas musulmanes ante el inminente ataque a Afganistán.
Mientras el mundo se enteraba de los bombardeos a través de todos los medios posibles, los inversionistas se sintieron en un territorio con "incertidumbres desacostumbradas". En las calles del distrito financiero de esta ciudad, los principales diarios escritos en chino publicaron ediciones especiales que se regalaban a los transeúntes, informándoles en chino que los estadunidenses habían regresado el golpe; en otras ciudades habrá ocurrido lo mismo. Lo relevante, sin embargo, no es que esto ha empezado, sino el examen de los probables escenarios en las próximas semanas y meses.
Un elemento importante para tener una imagen de los principales impactos puede ser el desempeño del Dow Jones. El diario South China Morning Post publicó un artículo titulado: "Las olas de la guerra marcan el paso del comercio", que muestra la evolución del indicador bursátil más importante durante los conflictos bélicos en los que han estado involucrados los estadunidenses en los últimos 90 años: la primera y segunda guerra mundiales (1914-18; 1939-45), la de Vietnam (1964-75), la del Golfo Pérsico (1990-91) y el conflicto actual. Lo central del examen es que el impacto de la acción militar sobre los mercados financieros y la economía, particularmente la estadunidense, depende de qué tan bien les vaya en la batalla.
En 1914 el promedio industrial del Dow Jones cayó 9.7 por ciento en dos días, después del 28 de julio, cuando estalló la Primera Guerra, ubicándose en 51; la Bolsa de Nueva York fue cerrada más de cuatro meses. Para 1915 el Dow había llegado a 81.5. Cuando Hitler invadió Polonia, el primero de septiembre de 1939 provocando que Francia y Reino Unido le declararan la guerra a Alemania, los inversionistas estadunidenses esperaban beneficios del conflicto en Europa, de modo que el mercado accionario creció fuerte: en una semana subió 11.6 por ciento. El avance nazi sobre Europa durante 1940 y 1941 fue incrementando la preocupación de los inversionistas estadunidenses y para noviembre de 1941 el Dow cayó 25 por ciento en relación con su nivel más alto en 1939.
El ataque a Pearl Harbor lo hizo caer aún más y para abril de 1942, en el momento en que las tropas alemanas penetraban en la Unión Soviética, el Dow perdió 40 por ciento. Tan pronto la marea de la guerra cambió, el indicador bursátil reaccionó y en los siguientes tres años se duplicó. Los últimos años de Vietnam vieron caer el Dow Jones al nivel que tenía a fines de los años cincuenta; pero en los diez años de intervención estadunidense, el mercado bursátil presenta un comportamiento claramente inestable. La maquinaria bélica y el impresionante gasto público generaron inflación, al tiempo que la resistencia interna contra la guerra empeoró el estancamiento económico. La década que terminó en diciembre de 1974 fue la peor para los mercados accionarios desde la Gran Depresión, con una caída de 36.4 para el Dow.
La Guerra del Golfo hizo que durante 1991 se produjesen ganancias permanentes, en una tendencia alcista continua que elevó el indicador 20.3 por ciento; el índice de las 500 grandes de Standard & Poor's subió 26.3 por ciento; el conflicto actual es diferente de los que se han librado hasta ahora: si Estados Unidos y sus aliados terminan rápidamente con el régimen talibán y capturan a Bin Laden, el riesgo de una depresión aguda se reduciría significativamente, ya que la confianza de los consumidores y de los inversionistas mejoraría. Esto significa que habría mayor disposición a invertir y mayor propensión a consumir. La industria turística y el transporte aéreo se beneficiarían de inmediato.
Por el contrario, si lo que vimos el domingo es el inicio de una guerra prolongada, la recuperación económica se postergará. Si a ello se agregan ataques en respuesta al contrataque estadunidense, que anunció el propio Bin Laden, se desplomará la confianza de los inversionistas y la economía caerá en fuerte recesión. A estas alturas del conflicto, es evidente que su derrotero es incierto, de modo que la recuperación de las pérdidas provocadas por el ataque al World Trade Center y al Pentágono pueden revertirse rápidamente. Además, es sabido que buena parte de las acciones del mercado estadunidense están sobrevaluadas, lo que haría que la caída pudiese ser pronunciada.
Así las cosas, la incapacidad de los ministros de finanzas de los gobiernos de las siete mayores economías para proponer medidas que estimulen la economía mundial en un momento decisivo para el mundo entero, confirma que el futuro de la humanidad no puede depender de quienes sólo se preocupan por los mercados. Hacen falta gobiernos que de verdad se propongan resolver los problemas humanos, independientemente de lo que le ocurra a los mercados.