martes Ť 9 Ť octubre Ť 2001

Alberto Aziz Nassif

La política y la guerra

Como una suerte de paradoja transcurrió el domingo 7 de octubre: mientras en México se firmaba el Acuerdo Político para el Desarrollo Nacional (APDN), Estados Unidos daba inicio a los ataques en Afganistán. La política exterior de nuestro país ha cambiado, las prioridades de una agenda bilateral con nuestros vecinos del norte se han pospuesto para cuando regresen los tiempos de paz. El gobierno federal y los partidos políticos han llegado por fin a una negociación, que no podemos llamar propiamente un pacto. La política y la guerra aparecen contrastadas en el escenario.

A la incertidumbre interna que se había generado en estos meses sobre el rumbo de una economía que dejó de crecer y una vida política que no da señales de hacer acuerdos, ahora hay que sumar una guerra extraña que no tiene plazos cortos y que ha afectado la economía internacional y el estado de ánimo de la globalización.

De forma directa la política interna mexicana ha quedado afectada por las implicaciones que la guerra ha desencadenado. El APND incorpora acciones de política exterior entre las cuales destaca una política en contra del terrorismo; de igual manera establece una serie de medidas inmediatas para paliar los efectos más negativos de la actual crisis económica, la cual profundizará sus efectos negativos en México en los próximos meses.

El APND debería haber sido casi una fiesta, por fin había acuerdos, pero más bien expresaba la pesadumbre de un mundo en guerra; el estado de ánimo era de evidente preocupación y la autonomía de la política interna quedó acotada por las acciones bélicas. Ni siquiera en el futbol hubo posibilidad de celebrar, porque la selección empató a cero con Costa Rica. Así, mientras las imágenes de la televisión presentaban el discurso del presidente Bush que anunciaba el ataque a Afganistán, y el mundo conocía también las declaraciones de Osama Bin Laden, que por primera vez daba una especie de conferencia de prensa y asumía de forma ambigua su participación en los atentados del 11 de septiembre, el acuerdo mexicano perdía importancia y se desdibujaba en la amplitud de sus largos 47 postulados.

De cualquier manera es importante saber con exactitud de qué se trata el documento que se firmó en Palacio Nacional. Más que un pacto, el APND es una amplia agenda de los temas nacionales. En él están contenidos planteamientos suficientemente generales como para ser firmados por todos los partidos. El secretario de Gobernación apuntó que se trata de un compromiso que ordena y jerarquiza los temas y que es producto de cinco meses de trabajo. Para decirlo de otro modo: ese texto expresa las posibilidades y limitaciones de la política nacional. Posibilita contar con una dirección que identifica los temas prioritarios, pero es muy limitada porque no hay ningún compromiso sustantivo, así que la dirección es tan amplia que cabe prácticamente cualquier solución, incluso la parálisis por no llegar a un acuerdo. Ninguna fuerza política puede estar en desacuerdo con el combate a la pobreza, la creación de empleos, el aumento al poder adquisitivo del salario, el federalismo hacendario, la rectoría energética del Estado, la fortaleza de la hacienda pública, la soberanía nacional, la transparencia del gobierno, el respeto a los derechos humanos, el combate al terrorismo, mayor seguridad pública, o el perfeccionamiento de los sistemas de representación política. Pero lo que nos preguntamos es cómo se van a lograr los cambios, cuáles son las prioridades legislativas, qué políticas públicas se van a instrumentar, es decir, cómo será la reforma fiscal, Ƒhabrá reforma eléctrica, se podrá concretar la reforma del Estado, llegará algún día la reforma laboral?, y también nos preguntamos cuándo sucederá.

Por otra parte, hay que reconocer que a diferencia de los anteriores acuerdos, los viejos pactos económicos que se inauguran en 1987 para bajar el salario por decreto, en donde los sectores productivos firmaban después de una negociación entre el Presidente y algunos grandes empresarios, ahora no hay ese corporativismo. Lo que hay es una expresión de la nueva partidocracia, el gobierno y los partidos firman e invitan al Congreso de la Unión a que suscriba el acuerdo. Puede ser que el APND cambie un poco el clima político entre los actores, lo cual puede ser positivo, pero no hay ninguna garantía de que los proyectos legislativos atorados vayan a fluir. La prueba de fuego del acuerdo serán las próximas semanas en el Congreso, ahí se podrá saber si el acuerdo tiene sustancia real y futuro o es un mero formulario de buenos deseos.

Con un mundo convulsionado por una nueva guerra de consecuencias inciertas, México hace esfuerzos para fortalecer la política, pero el contexto internacional anticlimático domina también el escenario interno. La guerra debilita la política.