LUNES Ť 8 Ť OCTUBRE Ť 2001
TOROS
Ť Penúltima de la temporada más chica en la Monumental Plaza Muerta
Se llevaron la tarde los banderilleros Beto Preciado y Sergio González
Ť Bien presentado y zonzo encierro de Lebrija Ť Los novilleros, intragables
LUMBRERA CHICO
"Si quieres voy, si quieres voy", gritaba el viejo subalterno Beto Preciado desde el burladero de matadores, mientras el joven sevillano Antonio Saavedra se hacía bolas en los medios, tratando de fijar en su capote al cárdeno Mantarraya, de 424 kilos, que acababa de saltar a la arena.
"Si quieres voy", repitió el veterano, y al ver que el figurín se alejaba del novillo, salió corriendo del escondite, llamó al astado, le echó el percal a los belfos y bajándole las manos por aquí y por acá se lo llevó hasta el otro lado de la plaza, no sólo toreado sino muy bien toreado, entre los oles y las palmas de la escasísima concurrencia.
Ese fue uno de los dos momento artísticos de la treceava y penúltima función de la temporada más chica de este año. El otro se había producido antes, cuando al cubrir el segundo tercio del segundo de la tarde, Sergio González se colocó en los medios, citó de largo y se dejó llegar a Cabriolet, de 410, templándole la embestida, cuarteándolo con regocijo, alzando a tiempo los brazos y asomándose al balcón para igualarle un parazo en todo lo alto. Con esos dos lances, ambos subalternos se llevaron la tarde.
Las reses de Lebrija, que salieron pareadas como los versos de una décima de Pepín Menéndez --dos castaños, dos cárdenos, dos castaños--, alegraron la pupila del respetable, pelearon sin exceso de casta contra los caballos, y llegaron débiles a la muleta, planteando problemas que otros aspirantes, con más afición, habrían resuelto con gracia.
Pero afición y gracia son virtudes con las que no han nacido los figurines del elenco presentado ayer por la empresa de la Monumental Plaza Muerta.
Esta prefirió sacar una tercia del baratillo -Ricardo González El Arriero, Víctor Martínez y el hispano Saavedra-, en lugar de reunir a los triunfadores de este verano -Mauro Lizardo, Israel Téllez y Christian Ortega-, que era lo que se acostumbraba en la antigüedad.
Si Rafael Herrerías los tapó es porque no son sus hechuras sino de los headhunters de Telmex, de quienes la afición espera con impaciencia que desplacen al cacique de Mixcoac.
El Arriero tiene más de 60 novilladas y disposición y juventud para sumar 600. Sin embargo, nunca llegará a nada en esto, como lo demostró tanto con Triatero, el primer castaño, de 420, que le pegó una maroma sin conmover a nadie, y después con Mascotero, el último cárdeno, de 455, ante el cual se rajó simplemente. Olvidarse de esto y comprar el Aviso Oportuno para tratar de conseguir una chamba sería el mejor consejo que sus amigos podrían darle.
La crítica, desguarnecida
Lo mismo deberían hacer los que estiman a Víctor Martínez, a quien la falta de ideas y propósitos le hizo perder los colores ante Cabriolet, el segundo castaño, y Rebujito, castaño penúltimo, de 400, que dada la impotencia de su lidiador terminó convertido en un humanista al que nada de lo humano le era ajeno, pues se interesaba en todo lo que sucedía en el callejón y se iba de él como molesto, no porque no tuviera la bravura sino porque el buen Víctor era lo más aburrido que hubiese conocido jamás. En venganza, éste lo mató de un golletazo terrorista.
Hijo de un picador de Enrique Ponce, Antonio Saavedra pasó inédito ante el citado Mantarraya y el cerrador Marco Polo, de 424, al que mandó a hacer picadillo en el tercio de varas y que por lo tanto llegó hecho una escultura de Peraza a la franela. Si algo enseñó este muchacho es que ha entrenado con el valenciano y que ya sabe hacer la cuclillina. Según el programa, tiene apenas 6 novilladas en su haber. Lo que no se entiende -bueno, sí-, es por qué lo trajeron tan verde a una plaza como la de Mixcoac. Una explicación puede ser que a Herrerías le preocupa más quedar bien con sus amigos peninsulares, y que se jodan el público, la tradición y la fiesta.
Si Herrerías fuera un campesino y la México su milpa, su cosecha de este verano -un puñado de elotitos tiernos e intragables como los tres de ayer- sólo confirmaría su inepcia. Pero como las últimas novedades proclaman que la crítica taurina ha quedado desguarnecida, pues total qué más le da, si a partir del 28 de los corrientes importará grano ibérico a manos llenas. Y cuidado con el inevitable aumento de precios, que no llamará la atención de Andrés Manuel López Obrador, ni mucho menos de su conciliadora Omisión Taurina del Distrito Federal. ƑApostamos?