Ť Predominó el discurso belicista en las grandes cadenas televisivas de Occidente
Con la cobertura de los ataques al talibán no se produjo el shock mediático del 11 de septiembre
Ť La tv mexicana mostró otra vez su dependencia de las imágenes de las videoguerras de EU
JENARO VILLAMIL
En un instante mediático más de 50 cadenas televisivas del mundo se enlazaron a través de una imagen luminosa: era la línea de bombardeo aéreo contra Kabul, la capital de Afganistán. Era como una luz de bengala. Mostraban eso, pero ocultaban mucho. Exhibían ese poderío bélico "aséptico" que, en términos comparativos, costó más de 100 millones de dólares en menos de cuatro horas, la quinta parte de la "ayuda humanitaria" que George Bush anunció por televisión, al tiempo que ordenaba destruir "humanitariamente" las centrales eléctricas y los aeropuertos del pueblo afgano.
Los comentaristas televisivos insistieron en que se trataba de un ataque a "objetivos terroristas", al "cuartel general" del mullah Mohammad Omar, a las "defensas antiaéreas" de Al Qaeda y del régimen talibán. Las cadenas CNN, NBC y Fox titularon la teleguerra como si fuera parte de la saga cinematográfica de la Guerra de las galaxias: "América contrataca" y "América se defiende", en el caso de la CBS. En la televisión mexicana, los títulos de los reportes especiales fueron "El Ataque de EU" o "La Nueva Guerra". ¿Por qué no "Matanza en Afganistán" o "Invasión en Asia central"? ¿Por qué ocultar con imágenes y palabras lo que a todas luces constituyó una nueva escalada de muerte y destrucción?
Algo siniestro se anida culturalmente cuando se exhibe tanto el poder bélico y destructivo y se oculta el drama de la muerte de cientos, quizás miles, de pobladores de una nación que no eligió ser el motivo de la nueva ira bélica angloamericana.
El shock mediático del 11 de septiembre no se reprodujo. No se vieron las escenas dramáticas de seres humanos desesperados que se aventaron al vacío. No se cimbraron las conciencias con la pérdida de lo simbólico y culturalmente cercano (las Torres Gemelas). Era la muerte de "los otros", de "los fundamentalistas", de los seres invisibles tras la oscuridad de la madrugada en Kabul. Era el ataque en "tiempo real", pero ocultando perfectamente cualquier gesto humano que conmoviera. Era el despliegue telegénico del poderío bélico y ningún discurso a favor de la paz tuvo cabida, salvo en algunas cadenas noticiosas alternativas como PBS y NPR, de Estados Unidos.
No se repitieron al infinito las escenas de aviones secuestrados que se convirtieron en el peor instrumento de destrucción y muerte contra los habitantes de Nueva York. A cambio, CNN y las cadenas internacionales repitieron los discursos de George Bush, Tony Blair, Jacques Chirac, Shimon Peres y las palabras de Osama Bin Laden, tomadas de una cadena televisiva árabe que parecían justificar su autoría intelectual en el atentado de las Torres Gemelas.
Del shock se pasó al show tanático de una aventura llamada Libertad Duradera contra una nación empobrecida. CNN interrumpió las palabras del ministro de Defensa de Afganistán y las cadenas televisivas europeas buscaron equilibrar la unilateralidad de las versiones trasmitiendo las reacciones afganas y del mundo árabe.
La televisión mexicana demostró, una vez más, la dependencia de las imágenes de las videoguerras estadunidenses. Sólo Televisa equilibró su cobertura con la voz de sus corresponsales en Asia central y algunas imágenes propias que seguían en la misma línea de la cobertura global. Joaquín López Dóriga, después de informar que poco más de 50 misiles habían sido disparados, acotó: "Y quizá muchos afganos han muerto". Javier Solórzano intentó hacer contrapeso al belicismo de su corresponsal en Washington, mientras que la radio, en especial Monitor, trató de resarcir la falta de imágenes con análisis y reflexiones.
Sin embargo, ni el futbol ni la carrera de autos ni el telemercadeo de computadoras fueron suspendidos en los canales 2, 13 y 40, dándole así un toque más siniestro a la incursión bélica.
Las imágenes de las marchas de protesta en Islamabad y en otras ciudades de Asia central no se vieron. Mucho menos las protestas pacifistas en Estados Unidos y Europa. La televisión occidental no le dio una oportunidad a la paz.
En tanto, The Washington Post publicó una de las razones de por qué la incursión se concretó un domingo, sin actividades bursátiles y siendo de madrugada en Afganistán: el respaldo a la guerra estaba cayendo en las encuestas de la prensa estadunidense. De 54 por ciento había disminuido a 45 por ciento, en menos de una semana.