SABADO Ť 6 Ť OCTUBRE Ť 2001

Ť Entre pachitas, música de viento y trovadictos se dio la primera jornada

Lleno en la Plaza de la Música por el festejo de Pentagrama

Ť Actuaron Marcial Alejandro, Oscar Chávez, Banda Tlayacapan y Mario López, entre otros

ARTURO CRUZ BARCENAS

Lo difícil será elegir dónde pasarla mañana domingo: en la clausura del Festival Musical Pentagrama -por sus 20 años de vida- o viendo el partido de futbol entre las selecciones de México y Costa Rica, bromeó Anthar López, quien fungió el jueves como maestro de ceremonias durante el primer día de conciertos de la disquera fundada por Modesto López.

bandaTodo comenzó a las 17 horas, en el Centro Nacional de las Artes (Cenart), en medio de la amenaza de lluvia -que nunca llegó- y el candor de cientos de asistentes que llenaron la Plaza de la Música. Las primeras notas fueron de la Banda Tlayacapan. Mágico fue el efecto de las notas de la música de viento. Algo auténtico penetró a través de los oídos. Quedaba atrás el artificio, el plástico de las otras músicas, las comerciales, esas que nacieron para ser aprendidas a la primera escucha. Si no se aprenden, la payola hará que entren en la conciencia, a rajatabla.

La directora del Cenart, Lucina Jiménez, señaló que la institución que encabeza abre sus puertas a la diferencia, a los artistas de Pentagrama. Emilio Ebergenyi leyó un poema sentido sobre la otra música, la que no se cansa de buscar su sitio con dignidad.

Asimismo, en el foro de la Plaza de las Artes, Nina Galindo, Rafael Catana, Roberto González, Carlos Arellano y El Mastuerzo entusiasmaron a la banda que los fue a escuchar y corearon sus rolas bien reproducidas por el excelente sonido del lugar.

Un danzón con los de la Banda de Tlayacapan permite a un pelón bailar con su novia; sigue un pasodoble, que los más viejos escucharán cerrando, a ratos, los ojos. Todo frente a la Escuela Superior de Música. Se oye Cielito lindo, que se toca hasta en la sopa. Es el lugar común para muchos turistas extranjeros. Pero en la banda se escucha real, fresca, diferente. Los maestros y sus hijos que integran la banda lucen limpios, con una camisa de manta impecable, pantalón de mezclilla negro, huarache cual debe.

Se van entre aplausos. Esperan los trovadores en backstage. Hacen team-back. Unas pachitas para calentar motores, refrescar la garganta. Veinte años de Pentagrama lo merecen. Sube Marcial Alejandro con sus canciones necias. Dice: "Un aplauso para este público tesonero que escucha este tipo de música. Veinte años después somos, si no mejores, persistentes. Voy a cantar para los amigos, para ustedes.

"¡Que me lleve la tristeza antes de sentir rencor!" Y otras frases rinconeras, límite, de esas que no pueden ser mejor dichas. "Sin pecar de cursi, sigo creyendo en el amor." Y cantó Trovadicción, que lo define.

baileSiguen en el programa Mario López y Xavizende Santamaría, y la Banda del Istmo por la Séptima. Harán un recorrido por la historia de México desde la perspectiva juchiteca, de los oaxaqueños que han luchado en defensa de sus derechos, desde la conquista española, luego contra la invasión francesa y la ambición gringa. La Zandunga es revolucionaria. Lo rebelde es lo justo. Se oye El gorrión hermoso. El pueblo juchiteco es rebelde y justo. Cantan El que montó el caballo de Duarte. La victoria es el sino del pueblo juchiteco. Pero también la injusticia del régimen, de vendepatrias de todos los siglos.

"Mi abuelo mató franceses y mi padre federales, y yo tan sólo heredé un jacal y tres nopales." Tal es parte de la letra de El abuelo, canción-síntesis de Mario López. Hace mella en el ánimo y se reafirman los valores. El desengaño de que no todo está bien. Los juchitecos tienen historia. "A mi abuelo lo enterraron en olla de barro negro, a mi padre en un petate, mas no al derecho del pueblo."

Esa música no entra en el catálogo de las trasnacionales. Es verdadera, nada de los bachis boys. A bailar con Naila, de Chuy Rasgado. Juchitán, pueblo de barro.

Sube Oscar Chávez, El caifán. Algunas jóvenes se lanzan gruecso y le piden besos. Oscar hace que la Virgen le habla. Ya no se la cree. Canta Por la banqueta de enfrente, sigue un bolero cubano, viejo pero eterno: Flores negras. No la chiflen que es cantada, con mentadas a los políticos de ayer y de siempre, Prisionero de tus brazos, Hasta siempre, Por ti, Macondo. Y a bailar.