SABADO Ť 6 Ť OCTUBRE Ť 2001
Ť Dio misiles a mujaidines para combatir a la Unión Soviética
Al amparo de la CIA nacieron varios grupos fundamentalistas
DE LA REDACCION
Desde hace siglos el indómito pueblo afgano ha enfrentado invasiones mongolas, británicas y soviéticas. En 1973 se instauró la república, misma que terminó con un golpe de Estado respaldado por Moscú, cuyo régimen decidió invadir Afganistán en 1978, en plena guerra fría.
Sin embargo, el ejército soviético enfrentó acciones de la oposición armada (los mujaidines), que contaba con el respaldo de Estados Unidos, Gran Bretaña y Pakistán, entre otros. En 1989 el Kremlin decidió retirar a sus tropas.
Fue en esas fechas cuando se dieron a conocer los talibán, jóvenes estudiantes del Corán provenientes de centenares de madrasas (escuelas de teología coránica) establecidas por los refugiados afganos en Pakistán.
Los talibán lucharon contra el Ejército Rojo y luego contra el régimen del presidente Najibullah, cuyo gobierno terminó en 1992 y el mandatario fue ejecutado.
Ahmed Rashid, periodista paquistaní, ha sido testigo privilegiado de los acontecimientos ocurridos en el vecino Afganistán desde hace 21 años. Ha estudiado el avance meteórico de los talibán, a partir de 1994 (cuando ocuparon la ciudad de Khandar). "Me interesaba -cuenta el periodista- abordar los problemas de su identidad, sus motivaciones, quiénes les prestaban apoyo y cómo habían llegado a su violenta y extrema interpretación del Islam."
En 1989 el Ejército Rojo acababa de retirarse de Afganistán y en abril de ese año Ahmed Rashid volvía a Islamabad desde Kabul. En la frontera presenció la salida de un grupo de mujaidines (la oposición armada que combatió al ejército soviético). "No eran afganos, sino una mezcla de árabes de piel clara, centroasiáticos de ojos azules y rostros de aspecto chino, con turbantes enrollados de cualquier manera. Con excepción de un afgano, que actuaba como intérprete y guía, ni uno solo de los treinta extranjeros hablaba pushto, dari y ni siquiera urdu", narra en su libro Los talibán, publicado en castellano por la editorial Península en febrero de este año.
Jugando con fuego
Eran, escribió Rashid, moros filipinos, uzbekos del Asia central, árabes de Argelia, Egipto, Arabia Saudita, Kuwait y uighurs de Sinchiang, China, y habían acudido a Afganistán a librar la jihad contra las tropas soviéticas y a entrentarse en campamentos cercanos a la frontera con Pakistán.
"Aquella noche la primera ministra (paquistaní) Benazir Bhutto había ofrecido una cena a los periodistas en Islamabad. Entre los invitados figuraba el teniente general Hameed Gul, el ideólogo islámico más ferviente en el ejército tras la muerte de Zia", indica Rashid, y cuenta que le preguntó en esa ocasión "si no estaba jugando con fuego al invitar a musulmanes radicales de países islámicos, que eran en apariencia aliados de Pakistán". ƑNo serían aquellos radicales causantes de disensiones en sus países haciendo que peligrara la política exterior de Pakistán?
El general replicó: ''Estamos librando una jihad y ésta es la primera brigada internacional islámica de la era moderna. Los comunistas tienen sus brigadas internacionales, Occidente tiene la OTAN, Ƒpor qué los musulmanes no podemos unirnos y formar un frente común?" Esta fue la primera y única justificación que jamás me han dado de lo que ya se llamaba los afganos árabes, aun cuando ninguno era afgano y muchos no eran árabes, narra el periodista paquistaní.
La invasión soviética a Afganistán se produjo durante la guerra fría y cuando la administración de Ronald Reagan enfrentaba un escándalo por la venta de armas a Irán (país gobernado por el ayatola Rojula Jomeini, considerado enemigo por la Casa Blanca). Los fondos conseguidos a través de esa operación fueron desviados para apoyar, eludiendo al Congreso estadunidense, a la contra que en Nicaragua luchaba por derrocar al gobierno sandinista. Al frente de la Agencia Central de Inteligencia estaba William Casey.
Armas de EU para mujaidines
Rashid recuerda en uno de los capítulos de su libro, La jihad global: En 1986, cuando un diario libanés ya hablaba del escándalo Irán-contras, Casey había acelerado la guerra contra la Unión Soviética y había tomado una serie de decisiones secretas para tal propósito. Una de ellas fue convencer al Congreso de Estados Unidos de proporcionar "a los muajidines misiles antiaéreos Stinger para abatir los aviones soviéticos y aportar asesores estadunidenses que entrenaran a los guerrilleros" en Afganistán.
Al mismo tiempo, la CIA y los servicios de inteligencia británicos y paquistaníes habían ideado lanzar ataques contra dos repúblicas soviéticas limítrofes con Afganistán: Uzbekistán y Tadjikistán, "desde donde las tropas soviéticas en Afganistán recibían los suministros".
Esos ataques comenzaron -recuerda Rashid- un año después, lo que alegró a Casey, quien durante una visita a Pakistán cruzó la frontera para visitar a los mujaidines. "Casey prometió el apoyo de la CIA a una vieja iniciativa del ISI (el servicio secreto paquistaní) para reclutar musulmanes radicales de todo el mundo, que acudirían a Pakistán y lucharían con los mujaidines afganos. El ISI había fomentado esa acción desde 1982. El presidente (paquistaní) Zia se proponía consolidar la unidad islámica, convertir a Pakistán en el dirigente del mundo musulmán y promover la oposición islámica en Asia central", escribe el periodista.
El objetivo de Casey era demostrar que todos los musulmanes estaban luchando, con el respaldo de Estados Unidos, contra el Kremlin. Pakistán daba entrada por su territorio a todo aquel que quisiera luchar contra el Ejército Rojo en Afganistán y Arabia Saudita contemplaba deshacerse de los radicales. Pero "ninguno de los participantes en el juego reconocía que esos voluntarios tuvieran sus propios objetivos y que acabarían por desviar el odio que sentían por los soviéticos hacia sus propios regímenes y los estadunidenses", señala Rashid.
Las diversas organizaciones islámicas en Medio Oriente, como la Hermandad Musulmana y el Mundo Musulmán, se organizaron para enviar a sus miembros a la jihad contra la Unión Soviética en Afganistán. De acuerdo con Rashid, "entre 1982 y 1992 unos 35 mil radicales musulmanes de 43 países islámicos de Oriente Medio, Africa del norte y oriental, Asia central y extremo oriente" estaban combatiendo a las tropas soviéticas al lado de los mujaidines afganos. Al mismo tiempo, "decenas de miles de musulmanes radicales extranjeros llegaron para estudiar en las centenares de nuevas madrasas (escuelas de teología coránica) que el gobierno militar de Zia empezó a financiar en Pakistán, y a lo largo de la frontera afgana más de cien mil musulmanes radicales tendrían contacto directo con Pakistán y Afganistán. Y serían influidos por la jihad".
Esos campamentos "se convirtieron, en la práctica, en universidades del futuro radicalismo islámico. Ninguno de los servicios de inteligencia implicados quiso tener en cuenta las consecuencias de reunir a miles de radicales islámicos procedentes de todo el mundo", constata Rashid en su libro.
Los ciudadanos estadunidenses, según Rashid, pudieron apreciar las consecuencias de esto hasta el 26 de febrero de 1993, cuando un grupo musulmán detonó una bomba en uno de los estacionamientos subterráneos del World Trade Center de Nueva York; seis personas murieron, más de mil resultaron heridas y las pérdidas fueron millonarias.
El gobierno del entonces presidente William Clinton dijo que el grupo había tratado de atentar contra los túneles de acceso a Manhattan y la sede de la ONU, y acusó entonces al clérigo egipcio Omar Abdel Rahman, ciego y de 55 años, de ser el autor intelectual del atentado explosivo. Rahman y otros seis musulmanes fueron acusados y detenidos por el ataque en Estados Unidos. Pero tras ese atentado el gobierno egipcio de Hosni Mubarak solicitó la extradición del jeque ciego, ya que él y otras 48 personas estaban siendo juzgadas, muchas de ellas en ausencia, en Egipto por acusaciones de intentar asesinar a dos policías.
De acuerdo con la prensa egipcia, Rahman era agente de la CIA. En efecto, el dirigente vivía en Estados Unidos, ya que obtuvo la visa de ingreso "por error" en la embajada de Washington en Sudán en 1990.
Para ese entonces el ejército soviético había sido derrotado en Afganistán. La mayoría de los mujaidines radicales, indica Rashid, "razonaba que, si la jihad afgana había derrotado a una superpotencia, la Unión Soviética, Ƒno podría derrotar también a la otra, Estados Unidos, y a sus propios regímenes?"
El joven Osama Bin Laden
Entre los miles de jóvenes radicales islámicos llegados a Afganistán estaba un estudiante saudiárabe, Osama Bin Laden, millonario y amigo del desaparecido rey de Arabia Saudita, Faisal. El primer viaje del joven Bin Laden a Pakistán fue en 1980, donde conoció a los dirigentes mujaidines afganos, pero fue hasta dos años después que decidió instalarse en Peshawar y comenzó a construir carreteras y almacenes destinados a los mujaidines, algunos de ellos depósitos de armamentos financiados por la CIA.
"Para contrarrestar a esos rusos ateos, los saudíes me eligieron como su representante en Afganistán. Me instalé en Pakistán, en la región fronteriza afgana. Allí recibí a los voltuntarios que llegaban del reino saudí y de todos los países árabes y musulmanes. Establecí el primer campamento donde esos voluntarios eran entrenados por oficiales paquistaníes y estadunidenses. Estados Unidos aportaba las armas y los saudíes el dinero. Descubrí que no era suficiente luchar en Afganistán, sino que teníamos que luchar en todos los frentes, contra la opresión comunista u occidental", declaró Bin Laden.
Tras la retirada soviética, los talibán comenzaron a aparecer como opción armada y así iniciaron los enfrentamientos internos entre las fracciones mujaidines afganas. Decepcionado, Bin Laden regresó a Arabia Saudita para atender los negocios familiares. Pero la invasión iraquí de Kuwait y la posterior alianza impulsada por Estados Unidos contra el régimen de Saddam Hussein llevó a Bin Laden a fuertes roces con el reino saudiárabe, al que demandó no permitir el uso de su territorio a las tropas estadunidenses y aliadas.
Bin Laden fue declarado persona non grata por el gobierno del rey Fahd, lo que no le impidió -escribe Rashid- seguir manteniendo una buena relación con miembros de la familia real saudita y los servicios de inteligencia de ese país, así como con los de Pakistán. En 1992 Bin Laden viajó a Sudán pero seguía criticando al reino saudiárabe, por lo que dos años más tarde le fue revocada la ciudadanía.
De acuerdo con Rashid, en Sudán, Bin Laden reunió a veteranos de la guerra en Afganistán, "todos ellos disgustados por la victoria estadunidense sobre Irak y la actitud de las elites dirigentes árabes, que permitían quedarse en el Golfo a los militares estadunidenses. La presión estadunidense y saudí contra Sudán por dar cobijo a Bin Laden iba en aumento", por lo que el ahora terrorista más buscado del planeta decidió regresar a Afganistán en 1996.
La jihad contra Estados Unidos
Los talibán, en tanto, ya habían logrado el control de un tercio de Afganistán y en agosto de 1996 Bin Laden lanzó su primera declaración de jihad contra Estados Unidos, a quien acusó de haber ocupado Arabia Saudita.
La CIA ya monitoreaba las actividades de Bin Laden y en ese mismo año el Departamento de Estado acusó al millonario saudita de ser "uno de los patrocinadores financieros más importantes de las actividades del extremismo islámico en el mundo", que financiaba campamentos terroristas en Somalia, Egipto, Sudán, Yemen y Afganistán. Esa información fue corroborada por los servicios secretos egipcios, según los cuales Bin Laden "entrenaba a un millar de militantes, una segunda generación de afganos árabes, para que llevaran a cabo una revolución islámica en los países árabes".
En 1997 la CIA comenzó una operación, respaldada por afganos y paquistaníes, para tratar de capturar a Bin Laden, quien el año siguiente y con el apoyo de los grupos de su organización, Al Qaeda, lanzó un manifiesto en el que aseguró: "Durante más de siete años Estados Unidos ha ocupado las tierras del Islam en el más sagrado de los lugares, la península arábiga, saqueando sus riquezas, dando órdenes a sus dirigentes, aterrorizando a sus vecinos y convirtiendo sus bases en la península en una punta de lanza en la lucha contra los pueblos musulmanes vecinos".
Y la fatwa fue: "La decisión de matar a los estadunidenses y sus aliados, civiles y militares, es un deber individual de todo musulmán que pueda hacerlo en cualquier país donde sea posible".
En 1998 Estados Unidos acusó a Bin Laden por los ataques contra sus embajadas en Kenia y Tanzania, ocurridos en agosto de ese año. La represalia no se hizo esperar y Washington lanzó decenas de misiles crucero contra presuntos campamentos ocupados por el millonario saudiárabe en Afganistán. Cuatro meses después, la Casa Blanca ofreció una recompensa de 5 millones de dólares por Osama Bin Laden.
La administración Clinton también culpó al saudiárabe de una de las peores derrotas del ejército estadunidense, en la que fueron asesinados 18 soldados en 1993 en Somalia; por la muerte de cinco soldados en 1995 en Riad y de otros 19 uniformados en Daharan en 1996; del ataque contra el World Trade Center en 1993 y de un presunto complot para asesinar a Clinton en 1994 durante un viaje a Filipinas.
Rashid indica que aunque muchos expertos estadunidenses dudaban de la implicación de Bin Laden en muchos de esos actos, la administración Clinton estaba en medio de un escándalo: la relación, primero negada y luego aceptada, del jefe de la Casa Blanca con Mónica Lewinsky, "y por ello necesitaba una explicación de utilidad general y sencilla de los actos terroristas inexplicados. Bin Laden se convirtió en el centro de lo que Washington calificó de una conspiración global contra Estados Unidos.
Lo que no estaba dispuesto a admitir era que la jihad afgana, con el apoyo de la CIA, había engendrado decenas de movimientos fundamentalistas en el mundo musulmán, dirigidos por militantes que tenían motivos de queja, no tanto contra los estadunidenses sino contra sus propios regímenes corruptos e incompetentes".