VIERNES Ť 5 Ť OCTUBRE Ť 2001
ƑLA FIESTA EN PAZ?
José Antonio Alcaraz y el toreo
Ť Leonardo Páez
A MEDIADOS DE los ochenta Huberto Batis nos presentó en aquella caverna-suite, insalubre y lúcida, que en el periódico Unomásuno se le asignó para elaborar el suplemento cultural Sábado. Proclive a fomentar desolladeros por escrito y en vivo, Batis no ocultó un destello de complacencia cuando José Antonio, al enterarse de que escribía sobre el tema taurino, soltó un desdeñoso "ƑCómo puedes ocuparte de eso?"
LEJOS DE MOLESTARME, su apreciación y desafío me animaron a replicar: "Toda proporción guardada, como en su momento se ocuparon Lorca o Villaurrutia, entre otros". Más divertido que sorprendido Alcaraz, gran torero del razonamiento, hizo un quiebre al desgaire: "Sí, bueno, nadie es perfecto", y retomó la charla con Huberto. Antes de despedirme le propuse una entrevista sobre teatralidad y musicalidad en el toreo, a lo que José Antonio atajó: "Ni pensarlo. Jamás he ido a una corrida de toros, aunque, como todo rito, claro, ésta asume calidades simbólicas".
DOS O TRES veces, en posteriores encuentros fortuitos, sobre todo en el Palacio de Bellas Artes, lo invité a asistir a una corrida, y otras tantas se negó. La última vez, el año pasado, hasta le mencioné dos opciones: o el preciosismo de Enrique Ponce o el tremendismo de El Glison, y ambas rechazó con un extraño y convencido "No tiene caso".
CON TODO, EL magnífico crítico-artista comprometido consigo mismo y con la inteligencia que habitaba en aquella rotunda anatomía, atinó a externar, hace unos años, interesantes puntos de vista sobre el fenómeno taurino en una charla con el cronista Jorge Murrieta, a la sazón su alumno en la Sogem, donde José Antonio confesó:
"NO TENGO OPINION sobre la fiesta brava porque nunca en mi vida he estado en una corrida de toros. Sin embargo, sé que constituye una manifestación importante de rituales antiquísimos que encarnan hoy en la fiesta brava y como tal me parece digna de respeto y, si quieres saberlo, a priori estoy por ella; tiene que continuar, puesto que forma parte de un sistema ritual, con todo y la controversia de la crueldad hacia los animales y todo eso, lo cual me parece innecesario. Siempre se pueden ver las cosas desde otro punto de vista.
"LA FIESTA DE los toros -agregaba Alcaraz- no me parece que sea anacrónica, como no es anacrónica la música de concierto, o como no es anacrónica la siembra del maíz; quizá lo que sucede es que se han diversificado mucho los espectáculos y hay otros mecanismos de consumo. Ahora, como todos los ritos, seguramente también la fiesta de toros se habrá banalizado."
CUANDO SE LE inquirió sobre el evidente alejamiento de los intelectuales mexicanos del espectáculo taurino, la fresca agudeza de José Antonio no se hizo esperar: "Bueno, sería lo mismo que asumir la notoria separación del público taurino de las actividades intelectuales. Todo tiene dos sentidos y se ve. ƑSabes qué?, es muy fácil: el sentido ritual mexicano se arraiga en otras formas dentro de nosotros, y para un intelectual español el toreo responde más a sus ritos propios", concluyó el gran matador de lugares comunes, liberado al fin de la ardua faena de remar contra la corriente.