Ť José Cueli
Domeñar la compulsión por reincidir
Sigmund Freud dedicó su vida y obra a explorar la conducta humana y para ello se adentró en las profundidades del alma. Muy pronto intuyó que en la psique se movían fuerzas ocultas y antagónicas que podían dar paso a los más loables logros de los seres humanos o bien conducirlo a los peores desastres y a las más descarnadas acciones contra los demás o contra sí mismo.
A esas fuerzas, inexplicadas hasta entonces, las denominó pulsiones. Y si bien hubo modificaciones teóricas a lo largo de su su pensamiento, concluyó que a la psique la constituían dos fuerzas imperiosas: las pulsiones de vida y las pulsiones de muerte. De está concepción de la psique, que simplifico en extremo, dieron y han dado cuenta investigaciones en el terreno clínico y de los fenómenos sociales.
Su obra fundante El proyecto de una psicología para neurólogos (1895) plasma con lucidez la condición marginal y de indefensión de los seres humanos. Señala allí el desamparo originario que nos acompaña toda la vida. En estudios posteriores continúa su búsqueda para explicar el funcionamiento de la psique humana y aparece la teoría pulsional. Es en 1920 cuando redondea su teoría acerca de la pulsión de muerte, con la que corrobora hallazgos clínicos y fenómenos sociales. Vendrán después textos torales como El malestar en la cultura, El porvenir de una ilusión, Moisés y la religión monoteísta.
Fue testigo de las dos conflagraciones mundiales del siglo pasado y esto vino a confirmar sus teorizaciones acerca de la pulsión por destruir que habita en las profundidades de la psique. En sus ensayos sobre la guerra y la muerte, escribió:
''Arrastrados por el torbellino de este tiempo de guerra, informados tendenciosamente, sin distancia con respecto a los grandes cambios que ya se han producido o están empezando a producirse, y sin saber qué futuro está en proceso de formación, empezamos a sentirnos confusos con respecto a la significación de las impresiones que nos invaden y a los juicios que formulamos.
''Nos parece como si nunca antes un acontecimiento hubiera destruido tantas preciosas posesiones comunes de la humanidad, confundido a tantos de los intelectos más sobresalientes, degradado de modo tan completo a los superiores."
Más adelante agrega: ''Los antropólogos consideran necesario declarar al adversario inferior y degenerado; los siquiatras, proclamar el diagnóstico de su enfermedad mental o espiritual". Considera entonces que ante tal confusión la persona no directamente implicada en el combate y que no se ha ''convertido de lleno en una pequeña partícula de la gigantesca máquina de guerra" se siente azorada o inhibida. La consecuencia predecible, a decir de Freud, es el desengaño y la desilusión. Esta primera gran conflagración, en palabras de Freud, arrebató a los hombres la ilusión de que la humanidad era originalmente buena.
''La guerra nos ha despojado de nuestras superposiciones culturales tardías, y ha permitido iluminar al hombre primigenio que hay en nuestro interior."
En una carta de finales de 1914, enviada por Freud al doctor Frederik van Eeden, de una vigencia total en nuestros aciagos días y que podría ayudarnos a reflexionar, el siconalista señalaba: ''Esta guerra hace que me atreva a recordarle dos tesis sustentadas por el sicoanálisis que indudablemente han contribuido a su impopularidad. Partiendo del estudio de los sueños y las acciones fallidas que se observan en personas normales, así como de los síntomas de los neuróticos, el sicoanálisis ha llegado a la conclusión de que los impulsos primitivos, salvajes y malignos de la humanidad no han desaparecido en ninguno de sus individuos sino que persisten, aunque reprimidos, en el inconsciente, y que esperan las ocasiones propicias para desarrollar su actividad. Nos ha enseñado también que nuestro intelecto es una cosa débil y dependiente, juguete e instrumento de nuestras inclinaciones pulsionales y afectos, y que todos nos vemos forzados a actuar inteligente o tontamente según lo que nos ordenan nuestras actitudes (emocionales) o resistencias internas.''
''Ahora bien, si repara usted en lo que está ocurriendo en esta guerra ?las crueldades e injusticias causadas por las naciones más civilizadas, el diferente criterio con que juzgan sus propias mentiras e iniquidades y las de sus enemigos, la pérdida de toda visión clara de las cosas? tendrá que confesar que el sicoanálisis ha acertado en esas dos tesis. Es posible que no haya sido totalmente original en ello; son muchos los pensadores y los estudiosos de lo humano que han formulado afirmaciones semejantes a éstas, pero nuestra ciencia las ha elaborado detalladamente, empleándolas a la vez para descifrar muchos enigmas de la sicología".
Releer esta carta nos conduce a pensar que lamentablemente habitamos la compulsión a la repetición. Y si pretendemos domeñar esta pulsión destructiva las vías posibles serían el diálogo, la razón y el derecho, nunca la violencia ciega y el poder irrestricto.